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Editorial
Es responsabilidad del director, y expresa la opinión del diario sobre asuntos de actualidad nacional o internacional

La banca salva 2009 y encara un duro 2010

El sector financiero español ha salvado 2009 con unos resultados aceptables: ha conseguido mantener los beneficios, aunque sea por debajo de ejercicios anteriores. Es lo mínimo para un ejercicio tan complejo como el pasado, con más de un millón de nuevos parados y la destrucción de más de 100.000 empresas. Además, la reducción de los beneficios se explica no sólo por la caída de negocio, sino en gran medida por el fuerte aumento de las provisiones realizadas por todas las entidades para hacer frente a los impagos. Especialmente, los ligados a los créditos a los promotores inmobiliarios, un sector que se ha desplomado. Y más si se tiene en cuenta que es ciertamente dudoso que se pueda recuperar buena parte del dinero invertido en la compra de suelos pagados a precios de boom.

La decisión generalizada de dotarse de provisiones voluntarias para afrontar esa importante dificultad pone de manifiesto que lo peor no ha pasado, pero también supone un ejercicio saludable de responsabilidad, prudencia y transparencia. Cierto que es previsible, como apuntan muchos analistas, que no se haya dotado por completo el riesgo de promotores y que la voluntariedad de estas decisiones sea relativa. Pero ello no resta validez al esfuerzo realizado por la mayoría de las entidades financieras españolas.

Sin duda, será un buen colchón para este 2010, que se prevé difícil para el sector financiero. Todo apunta a que las entidades tendrán que contabilizar más fallidos en su cartera de promotores, a lo que se sumará la depreciación de sus activos inmobiliarios. Todo ello acabará afectando a los balances, mientras la tasa de morosidad sigue al alza como una importante amenaza a conjurar. Es difícil saber si las coberturas actuales serán suficientes para evitar que alguna entidad de peso entre en pérdidas, algo que se ha evitado este año. Sin embargo, no debe descartarse. Y convendría quitarle dramatismo a esta posibilidad, teniendo en cuenta cómo se comportaron muchos bancos extranjeros durante la crisis de las subprime.

La evolución económica puede marcar esa diferencia. Si el PIB no repunta, la banca -como termómetro de la actividad- reducirá su negocio y su generación de recursos se verá perjudicada. Y con ello, su capacidad para dotarse de nuevas provisiones. En este sentido, será imprescindible una política económica clara que sirva para reactivar la dañada confianza de familias y empresas.

Otro gran reto de este año para el sector es la reforma pendiente de las cajas de ahorros. Antes de julio deberán estar cerradas aquellas fusiones que pretendan contar con el dinero del FROB. El actual riesgo de alguna de estas entidades puede incrementarse si no se actúa pronto y el entorno económico no mejora.

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