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Tribuna
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La banca europea todavía necesita una solución

Los debates actuales sobre estabilidad financiera se centran en garantizar que el colapso del sistema no vuelva a producirse. Pero los políticos europeos que ahora sopesan cómo prevenir futuras crisis deberían recordar que la actual todavía no ha sido resuelta del todo. Es cierto que ya no cunde el pánico en el mercado. Pero el sistema bancario, aunque algunos grandes bancos hayan comenzado a reembolsar las ayudas públicas, siguen operando en gran parte gracias al aval del Estado. Los últimos datos del Fondo Monetario Internacional sugieren que siguen ocultas ingentes pérdidas. Y se está exigiendo un esfuerzo a las finanzas públicas que no tiene precedentes.

Mientas tanto, los bancos débiles continúan financiando a empresas débiles, retrasando el necesario ajuste. Al mismo tiempo, se quedan sin acceso al crédito los gentes económicos que mejor podrían rentabilizarlo, en particular, las empresas con un mayor potencial de crecimiento. La combinación de estos dos factores aboca a una economía en estado de zombie, que no consiste sólo en el recorte del crédito sino también en una distribución disfuncional del capital a gran escala. Y la experiencia nos indica el enorme impacto negativo que tiene esa situación en el crecimiento.

El sistema financiero, además, solo sanará cuando se produzca una trilla de carácter general, en la que las autoridades verifiquen la salud de los grandes bancos siguiendo una metodología común, hagan público el resultado de ese chequeo y tomen medidas si alguna entidad se encuentra demasiado débil como para dejar su saneamiento en manos del mercado. En el pasado, los ejemplos de Estados Unidos, Suecia y Japón han mostrado que ese tipo de trilla es la clave para salir de una crisis bancaria sistémica. Las pruebas de estrés realizada la pasada primavera en Estados Unidos también han tenido un efecto similar.

Políticamente, siempre es difícil ponen en marcha ese proceso de limpieza, porque supone diferenciar entre vencedores y perdedores y puede acarrear la utilización de dinero público. En Europa, esta dificultad se agrava por el desajuste entre un mercado bancario integrado a nivel comunitario y el carácter esencialmente nacional de la autoridades de supervisión.

Pero el proceso de integración está demasiado avanzado como para que los Estados sigan actuando en solitario. Con un nacionalismo económico rampante, los políticos prefieren mantener un status quo deficiente antes que revelar la debilidad de algunos de sus bancos, que se expondrían a ser adquiridos por bancos extranjeros. Y no existe un organismo a nivel europeo con la misión ni la autoridad suficiente para tomar medidas. El resultado es una parálisis en la toma de decisiones.

Sólo un verdadero liderazgo político puede desbloquear la situación. Alemania es el país clave, dado que es el mayor de la Unión Europea y el que tiene un mayor número de grandes entidades financieras supuestamente en mal estado. Si quisiera, Berlín podría catalizar una acción a nivel europeo.

La buena noticia es que, al contrario de lo que sostienen algunos puntos de vista maximalistas, la crisis nos ha enseñado que la carga fiscal de esa intervención podría ser compartida entre los países caso por caso. Esto es, se requiere una acción en conjunto, pero no así, federalismo fiscal.

Igual que la moneda única ha mostrado su resistencia sin contar con un presupuesto federal europeo, se podría crear un marco creíble para gestionar crisis bancarias supranacionales sin pedir a los Estados miembros que renuncien a su discrecionalidad fiscal.

Así, Alemania tiene dos opciones. Por un lado, podría liderar con sus vecinos una trilla del sector. Se trata de una tarea difícil que requiere soluciones sin precedentes; pero es una condición necesaria para restaurar condiciones normales de crédito. Por otro lado, si opta por parches que equivalen a no hacer nada, el precio a pagar será un crecimiento ralentizado durante un periodo de tiempo ilimitado, como ocurrió en Japón durante su década perdida. Usted elige, señora Merkel.

Nicolas Véron. Investigador de Bruegel y coautor de 'una solución para el problema bancario europeo'

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