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Tribuna
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Atrapados por las preferentes

Eran conscientes los inversores de los riesgos reales cuando invirtieron en participaciones preferentes o en deuda subordinadas de entidades de crédito?, ¿quiénes son y qué aversión al riesgo tienen así como cuál era la transparencia informativa real y no asimétrica?, ¿qué información se ha suministrado y con qué grado de comprensibilidad objetiva por parte de quienes han destinado sus ahorros a estos productos?, ¿y la liquidez, lenta liquidez de las mismas cuando el mercado no es un mercado ávido de negociación?, ¿qué tipo de producto se engloba bajo el genérico de preferentes y subordinadas?, ¿sabe el adquirente si es renta variable, fija o si acaso ninguna y qué mercados existen en toda esta hemorragia creativa de productos financieros que se han ido creando, modulando, perfilando y puliendo sus aristas a lo largo de estos últimos años?, ¿qué saben del mercado AIAF quienes normalmente han fidelizado sus ahorros en entidades de crédito, cajas de ahorros, durante años y les han ofrecido estos productos?

Rentabilidades sobre el folleto, teóricas, apalancadas en largos plazos de vencimiento. Si los hay, claro. Y la posibilidad del canje, ¿quién lo soporta y con cargo a qué, tal y como están ahora mismos las realidades contables de las entidades?, ¿por qué un ahorrador era capaz de invertir en preferentes sin un plazo de vencimiento y condicionada su rentabilidad a la obtención de beneficio de la entidad? Muy claro, por la confianza y la fidelidad a la entidad. Sin detrimento de su afán especulativo, en todo caso menor. Se veía seguro, se hizo creer que era seguro. Cifras sólidas, robustas o meros maquillajes temporales. No midieron el riesgo en su verdadera dimensión y magnitud, creyeron que bastaría con la seguridad de un canje de la propia entidad o de una venta en el mercado, pero este no era tan líquido, tan volátil, tan concurrente, al contrario. Y llegó la crisis y se llevó la imagen, lavó los maquillajes, descubrió las realidades y los balances. Y los ahorradores quedaron atrapados en una red donde también han quedado al descubierto las entidades no tan saneadas, líquidas y rentables como se creía, pero que solo muy pocos sabían.

Atrapados en las preferentes. Atrapados por un riesgo que minusvaloraron. Atrapados por el hundimiento real del sistema financiero, no tan robusto como se bendecía hace unos años desde Nueva York por el anterior presidente del Gobierno. Formas de endeudamiento y empréstito que se generalizaron en la borrachera del crecimiento, en la exageración absoluta de actividades no puramente bancarias y parabancarias. Había que crecer, había que financiarse como fuere, toda vez que las cajas no emitían acciones ni accedían al mercado secundario por antonomasia, la Bolsa.

¿Cuál es el coste ahora y quién el pagano? Miles de clientes están atrapados en la elipsis, rehenes de la actuación definitiva de las propias entidades que en unos casos ofrecen canjes y en otros no. En unos a un tanto por ciento, 75%, y el resto no se sabe. En otros supuestos recompra de preferentes y subordinadas al 100% del valor nominal, pero con fidelidad en el tiempo, un año, dos, sin que puedan vender las nuevas acciones que son canjeadas y entregadas por los viejos títulos. ¿Quién calcula el precio, la ratio, y conforme a qué parámetro?, ¿y la pérdida, y la rentabilidad prometida y no alcanzada? Máxima ebúrnea que consuela recibir algo y no perderlo todo. Pero, ¿y la viabilidad y futuro inmediato de la propia entidad que rescata y canjea? La justificación única, la mayor liquidez que recibirán si acuden al canje, viejas preferentes y deuda subordinada a cambio de acciones. Pérdida total a cambio de liquidez y cotización en el mercado de renta variable. Final de trayecto. No hay otro, o toman ese tren o lo pierden. Así de crudo.

Se quejan los miles de ahorradores de esta situación. Rehenes y prisioneros de unos productos que no valen nada. Que todo depende de lo que la entidad haga en el canje y cómo lo valore, sabiendo que no recuperarán la inversión o al menos rentabilidad alguna después de años. Se quejan de que no hubo información real y eficiente desde las sucursales. Primaba la cantidad no la calidad. Algo no nuevo en la comercialización de productos financieros y que suele atrapar también a personas de avanzada edad, saneadas y holgadas cuentas y que les colocan productos de riesgo o híbridos de bancaseguros con fondos de inversión de difícil comprensión y demasiada letra pequeña ignorada por el cliente. No decimos nada nuevo. La falta de ética y el afán especulador han jugado también sus cartas. Los ahorradores pierden, ahora se trata de saber qué porción pueden recuperar de la inversión. ¿Quién responde? Ya se sabe, nadie, en este mar de nebulosas y leguleyos nunca nadie responde.

Abel Veiga. Profesor de Derecho Mercantil de Icade

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