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Tribuna
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Las armas de Europa contra el cambio climático

La política más efectiva para luchar contra el cambio climático es la que se centra en el control de las emisiones y deja libertad a los agentes para elegir con qué medios hacerlo, asegura el autor. Toda medida complementaria debe, en su opinión, contribuir en esta dirección y no añadir cargas adicionales

La Comisión Europea acaba de presentar su propuesta legislativa para luchar contra el cambio climático. Después de haber anunciado los titulares tras el Consejo Europeo de jefes de Estado de marzo pasado, Europa tenía que demostrar que los compromisos de reducir las emisiones de gases de efecto invernadero en un 20%, aumentar el papel de las energías renovables hasta alcanzar el 20% del consumo de energía y aumentar el uso de biocarburantes hasta un 10% eran alcanzables.

Y en parte, Europa lo ha hecho. Pero sólo en parte, porque si hay algo que la nueva propuesta legislativa pone de manifiesto es la dificultad de articular medidas regulatorias para alcanzar tales objetivos.

Respecto a la reducción de emisiones, la experiencia adquirida en la gestión del sistema de comercio europeo de emisiones ha permitido adoptar las medidas necesarias para corregir sus deficiencias. Se ha reducido el papel de los Gobiernos nacionales que en las primeras etapas provocaron el hundimiento del precio de los permisos debido a su generosidad en la concesión de permisos de emisión. Se ha aumentado la cobertura de las medidas para reducir las emisiones y se ha aumentado el porcentaje de permisos que serán subastados para que las empresas no se beneficien de su venta.

La multiplicación de objetivos puede dar como resultado el incumplimiento de todos ellos

Pero la posible pérdida de competitividad de la industria europea derivada a los costes adicionales que suponen los pagos por contaminar no se resuelve. Europa se reserva el derecho de adoptar medidas compensatorias para que su industria no se vea perjudicada frente a aquellos países que, como Estados Unidos o China, no disponen de políticas de control de emisiones. El cómo y el cuándo esta por ver, pero la amenaza está sobre la mesa.

El objetivo de renovables parece más complejo. La Comisión ha querido respetar las políticas nacionales de promoción de energías renovables imponiendo un objetivo por país. La determinación de objetivos nacionales no deja de ser discrecional. La propuesta ha tenido en cuenta la situación de partida, el esfuerzo realizado hasta ahora y la riqueza de cada país. Combinando estos tres factores se puede obtener cualquier número.

Para facilitar la consecución de dicho objetivo al menor coste se propone que los Estados no tengan necesariamente que invertir en renovables en su propio territorio para cumplir con su objetivo sino que puedan financiar inversiones en otros países y contabilizarlas en su haber. La idea es buena y si funciona podría ser trasladable a otras políticas y permitir que los países comercien con sus objetivos de la Agenda de Lisboa, por ejemplo. Siempre es mejor que el objetivo lo cumplan otros que se quede sin cumplir. El problema es si funcionará o no en la práctica.

Por último, el paquete legislativo propone medidas para alcanzar el objetivo de biocarburantes. Los biocarburantes han pasado de ser la receta limpia contra la escasez de petróleo a resultar una alternativa cara que aumenta el riesgo de deforestación y tiene efectos inflacionistas sobre los alimentos. Además, su contribución a la reducción de emisiones de gases de efecto invernadero se pone en duda ya que en su producción pueden llegar a emitir más dióxido de carbono que los combustibles convencionales. Garantizar un efecto positivo sobre la reducción de emisiones requiere un complejo entramado regulatorio para controlar todo el proceso de producción. Las medidas propuestas por la Comisión Europea son en este sentido complejas y de difícil aplicación.

La complejidad regulatoria y el elevado coste de alcanzar los objetivos de energías renovables y biocarburantes nos lleva a preguntarnos si realmente son necesarios para luchar contra el cambio climático. La respuesta es sí, pero no necesariamente un 20% o un 10% en 2020. Si el objetivo principal es reducir las emisiones de gases de efecto invernadero, el sistema de comercio de emisiones es la vía más efectiva ya que no prescribe el modo de reducir las emisiones sino que son los emisores los que deciden el modo que les resulta menos costoso. Establecer objetivos para el uso de renovables o biocarburantes puede desplazar otras opciones más efectivas y más baratas de luchar contra el cambio climático.

Una política efectiva para luchar contra el cambio climático debería centrarse en el control de las emisiones y proveer libertad a los agentes para elegir con qué medios hacerlo. Toda medida complementaria debe contribuir en esta dirección y no añadir cargas adicionales. La multiplicación de objetivos puede dar como resultado el incumplimiento de todos ellos. No podemos desperdiciar energías en diseñar políticas imposibles para alcanzar objetivos inciertos.

Juan Delgado Investigador de Bruegel

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