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Tribuna
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Arena griega, dureza europea

Hace solo una semana las calles de Atenas se convirtieron en una pira de sinrazón, radicalidad, brutalidad. Ardían hasta 40 edificios de la vieja ciudad a los pies de la Acrópolis, donde la razón y la ética esculpieron los frontispicios de nuestra civilización. Muchas voces claman frente a la imposición de Alemania y el seguidismo de París a la hora de marcar el camino y la exigencia. Nadie tuerce el veredicto a Berlín, nadie sugiere, se regula y legisla, se presentan los resultados antes a la cancillería germana que a la ciudadanía de cada país. Grecia vive inmersa en un abismo donde la irresponsabilidad y el descontrol, la falsedad de las cuentas públicas y el dispendio de los Gobiernos ha precipitado su caída.

Contra reloj, con el listón de las exigencias y el hieratismo de quien se sabe que puede poner todas las condiciones e ignorar toda súplica, Bruselas acaba de aprobar un segundo rescate. Es el segundo cortafuegos y todos saben, más que piensan, que no será suficiente. Pero por el momento reducen la llama a ceniza, ceniza incandescente. Es la arena griega, la arena del drama que viven millones de griegos a quienes han conducido sus Gobiernos al desastre y la ruina, también el sentimiento de humillación que viven al ser intervenidos, cuestionados, supervisados y financiados. Europa no se fía de la gestión de esos recursos y apalancará en Atenas una suerte de comisarios fiscales que controlen adónde va cada céntimo de euro, sobre todo a pagar los altísimos intereses de la deuda griega, la que ahoga el PIB, la que estrangula el crecimiento, la que, en definitiva, ha empobrecido hasta la extenuación a los griegos.

No hay liderazgo, tampoco capacidad para admitir ser liderados. Incertidumbre, pavor, miedo, irresponsabilidad, tardanza. Los políticos griegos se arrojaron en los brazos de la vanidad y la soberbia, la falta de rigor y austeridad. Pero a los demás no nos va mejor. Es el ciudadano el que expía culpas propias pero también ajenas. Paro desbordado, endeudamiento inasumible. Pendientes del euro o de su salida. Hasta hace unas horas esa era la amenaza, la espada de Damocles, la que Europa no quiere. ¿Qué pasaría ahora mismo en la zona euro si Grecia sale del euro? Para quién sería peor, ¿para los griegos o para los europeos?

Miles de funcionarios pierden sus trabajos. Una década de retroceso cuando menos. Rebeliones en el Gobierno griego de Papademos, el tecnócrata venido de Bruselas. Ultimátum de Merkel. Si Europa es posible a partir de hoy solo lo será siendo una Europa a la alemana. No nos engañemos. El auxilio financiero y rescate a los helenos es la tabla de salvación no solo para Grecia, sino también para la Unión. Pero no se quieren explorar otras alternativas más que los fondos de rescate dosificados como Berlín exige. ¿Por qué no se utiliza el Banco Europeo de Inversiones para fomentar la productividad, el crecimiento, la inversión en infraestructuras y obra pública, así como inversión en desarrollo e investigación con todo el potencial económico que tiene y atesora?

Credibilidad y solidaridad onerosa. Bruselas exigió hace meses un Gobierno de unidad, de concentración. Y sobre todo, controlable. Hay que gestionar la crisis y el abismo con la ciudadanía en pie y en contra de más recortes. Se niegan a ser los paganos de los excesos, de las mentiras, del dislate económico y financiero que los políticos apuntalaron y consintieron rehenes de lo que son en verdad.

¿Quién es capaz de prestar dinero a Grecia en un momento en el que el vendaval se desboca por la vaporosidad de sus políticos y donde lo previsible ya es necesidad? Los bancos aprueban una quita de algo más del 53%, ¿pero quién asumirá las pérdidas?, ¿acaso los bancos? Mercados voraces, insaciables, sin rostro ni regulación estricta. Pero las personas y las ciudadanos están, deberían estarlo, antes que las estructuras y el hambre especulativo de entes y entelequias que arrodillan a Gobiernos y hunden en la miseria a los ciudadanos a causa del mal gobierno. Entre bambalinas, la ambigüedad jurídica y económica de los credit default swap en los que ni siquiera está claro que se podrían exigir como indemnización en caso de quiebra forzosa y necesaria y no de un quita voluntaria. Condición sine qua non para que fluya el crédito aprobado en sendos planes europeos de rescate.

Europa sigue en la zozobra de la indecisión, la falta de previsión, la desregulación y la ausencia de valentía y coraje. Las primas de riesgo en Italia, también para España, se mantiene en la divisa de los 300 a 340. Definitivamente, ¿van los mercados por detrás o al socaire de las decisiones políticas o, por el contrario, son estas las que ejecutan los guiones o el pentagrama que marcan los inversores? Es el segundo rapto de Europa.

Abel Veiga. Profesor de Derecho Mercantil de Icade

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