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Carta del director
Columna
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Un anuncio modesto (y antiguo)

El 19 de agosto de 1896, y bajo un título más bien modesto (Business anounncement), se publicó en Nueva York un editorial que todo director desde entonces, en cualquier parte del mundo, en algún momento, ha soñado en secreto haber redactado por primera vez. No lo escribió el director del periódico, ni un editorialista, sino quien en inglés se denomina the publisher, que se puede traducir al castellano como el editor, y en términos más castizos, como el dueño.

En el texto, Adolph Simon Ochs prometía a sus lectores 'ofrecer las noticias de forma imparcial, sin miedo ni favoritismos, independientemente de cualquier partido, secta o intereses implicados (to give the news impartially, without fear or favor, regardless of party, sect or interests involved)'. El éxito de aquel lema fundacional de The New York Times fue inmediato y su repercusión para el periodismo, enorme. Infinidad de periódicos se hicieron eco en los días siguientes, tanto en Estados Unidos como fuera. Sentó la definición, que ha perdurado hasta hoy, de lo que entendemos por integridad profesional en cualquier medio de comunicación serio.

De alguna manera, traer a colación estas palabras a propósito de la nueva etapa que hoy inicia Cinco Días puede parecer pretencioso. Y quizá lo sea, porque durante los 25 años de vida de este periódico, ése ha sido el eje sobre el que han trabajado sucesivas generaciones de periodistas. Y sus directores. En homenaje a todos ellos quiero citar aquí tan sólo a Félix Monteira, mi antecesor en el cargo.

Cada generación necesita y acaba inventando su propio periodismo

Pero por otra parte, no lo es. No resulta ni ocioso ni superficial volverlo a repetir en una ocasión como ésta, porque cada generación necesita y acaba inventando su propio periodismo. Y cada director necesita, a su vez, renovar ese contrato con sus lectores. Podía haberlo hecho en enero pasado, cuando asumí el cargo. He preferido dejarlo hasta hoy.

Vivimos en un mundo que cambia a velocidad de vértigo. Las palabras de Ochs, el patriarca de la familia que 107 años después sigue controlando el Times con el mismo espíritu, ya no bastan. En un reciente libro sobre las crecientes responsabilidades de los periodistas, dos autores americanos, Bill Kovach y Tom Rosenstiel, repasaban los nuevos desafíos de la profesión. De la panoplia de atractivas ideas que presentaban, hubo una que me llamó especialmente la atención. 'Un seguimiento de la política o de la economía, valga el caso basado en consideraciones tácticas, destinado primordialmente al adicto al que ya sabe de primera mano, al que maneja los hilos, y que deje atrás a aquellos que simplemente se interesan por los asuntos o incluso no tienen demasiado interés en ellos, no hace honor a las responsabilidades del periodista'.

En ese espíritu queremos retomar en Cinco Días la relación con nuestros lectores, basada en todos los valores que compartimos con ellos: profesionalidad, honestidad, rigor, independencia, autoridad y compromiso con la sociedad. No dejo fuera de la lista la objetividad, eterno debate imposible de resolver en la profesión, y que moviliza más tinta de la necesaria para imprimir un periódico entero, aparentemente sin mucho resultado. Lo objetivo es el método de trabajo, y no el periodista. La clave reside en la honestidad y en la disciplina en el oficio.

Las palabras de Ochs inauguraron una era que, desgraciadamente, se está acabando: la de los grandes periódicos en manos de un propietario independiente o una familia, que, en última instancia, garantiza que los valores periodísticos permanezcan en el corazón del negocio. El mundo cambia, y Cinco Días hace lo propio. Pero valga la idea del viejo Ochs (que sólo tenía 40 años cuando formuló su lema) para esta nueva aventura en la que nos adentramos.

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