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Columna
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La amenaza griega no disparará el caos

Atenas amenaza con no pagar a aquellos acreedores privados que no suscribieron el canje de deuda, eliminando toda apariencia de una reestructuración voluntaria. El órdago está asustando a los mercados, pero un pequeño brote de caos puede ayudar a los rezagados a subir a bordo.

La advertencia griega de que no hay dinero disponible para pagar a los acreedores que podrían rechazar el intercambio está claramente diseñada para empujarles a firmar. El principal miedo es que el acuerdo, que obliga a los acreedores con más de 206.000 millones en bonos griegos a asumir unas pérdidas del 70%, se venga abajo. Si es así, el segundo plan de rescate se apagará, y el caos continuará.

Grecia necesita un acuerdo con el 90% para proceder al canje. Es poco probable que el 90% de los acreedores vaya a estar de acuerdo, por lo que las cláusulas de acción colectiva (CAC), que fuerzan a los acreedores a aceptar las reestructuraciones cuando un mínimo ha dado su visto bueno, probablemente serán necesarias. Alrededor de un 86% de los bonos se rigen por la ley griega. Sus dueños pueden ser forzados al intercambio a través de las CAC si dos tercios lo aceptan. También hay unos 7.900 millones de deuda emitida por las entidades griegas, y garantizadas por el Gobierno, y bonos regidos por leyes extranjeras por unos 20.000 millones de euros.

No sería catastrófico si Grecia no paga a los que no se unan al acuerdo. Sin embargo, las últimas amenazas han descartado cualquier ilusión de que el acuerdo de Grecia con sus acreedores privados sea voluntario. Una vez que las CAC se acuerden, los derivados de incumplimiento crediticio (CDS) se activarán. Incluso si la quiebra es evitada, el canje dejará un mal sabor en la boca de los poseedores de bonos. Los acreedores privados tendrán que asumir pérdidas, mientras que los públicos se salvarán.

Pero la gran preocupación para los poseedores de bonos podría no ser que la reestructuración sea caótica, sino que sea demasiado ordenada. Eso debería animar a los técnicos de la eurozona a intentarlo con otros Estados periféricos en problemas, particularmente Portugal. Los tabúes, una vez rotos, dejan de serlo.

Por Neil Unmack

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