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Editorial
Es responsabilidad del director, y expresa la opinión del diario sobre asuntos de actualidad nacional o internacional

Se agota el tiempo de la reforma financiera

Tal y como había adelantado el grueso de las previsiones macroeconómicas y confirmado la propia evolución de la actividad comercial y empresarial en los últimos meses, la economía española ha entrado -oficialmente- en recesión durante el primer trimestre de este año. Los últimos datos del Banco de España confirman que el PIB nacional ha vuelto a contraerse de enero a marzo de 2012, lo que, unido a la caída experimentada a finales de 2011, suma los dos trimestres consecutivos negativos que certifican técnicamente el retroceso de una economía. El diagnóstico, que no por esperado deja de constituir una pésima noticia, es el resultado de un buen número de indicadores negativos, entre ellos, el de la evolución del empleo, cuyo perfil de destrucción se ha intensificado en estos tres primeros meses del año. Tampoco el consumo privado permite augurar una pronta salida del túnel. La confianza de consumidores y comerciantes minoristas se ha desplomado hasta niveles de 2010. Unos y otros son testigos de primera línea del deterioro de las perspectivas económicas.

Un deterioro que, pese a todo, es inferior al que algunas previsiones habían apuntado para este comienzo del año. Como ha venido ocurriendo desde que se desató la crisis, el sector exterior y el turismo continúan tirando de una economía a la que resta un duro camino antes de que pueda comenzar a hablarse de atisbos de recuperación. Un camino en el que están llamadas a jugar un papel crucial las importantes reformas que el Gobierno ha puesto ya sobre la mesa, pero también aquellas que todavía no han echado a andar o están aún en proceso de consolidación. Entre estas últimas, como recordaba ayer desde Seúl el presidente del Gobierno, Mariano Rajoy, figura la reforma de la Administración, los servicios públicos y el sector eléctrico. Pero también la recién estrenada reforma laboral -que precisará de un cierto rodaje antes de que puedan enjuiciarse sus efectos definitivos- y la financiera, que todavía no ha sido completada y que constituye una de las grandes asignaturas que el Ejecutivo tiene aún pendientes.

Tan solo un día después de la aprobación oficial de la operación entre CaixaBank y Banca Cívica, Bruselas ha mandado un mensaje muy claro a España sobre la necesidad de acelerar el saneamiento y ordenación del sistema financiero español como requisito imprescindible para sentar las bases de una futura recuperación económica. Como cualquier empresario o familia puede constatar diariamente, el mercado del crédito constituye el corazón que mueve la economía, por lo que restituir su normal funcionamiento es una tarea imprescindible para poder avanzar hacia el crecimiento. Pese a que el Gobierno ha dado un considerable impulso a la reordenación del mapa bancario, se hace vital completar cuanto antes una tarea cuyo retraso constituye un lastre evidente para la recuperación de la economía española. El nudo gordiano que está ralentizando ese proceso lo constituye la financiación de las operaciones corporativas y de saneamiento que está llevando a cabo el sector, para las cuales la banca demanda más ayudas públicas.

Conscientes tanto de la urgencia del proceso como de la dificultad financiera que conlleva completarlo, desde Bruselas se ha recordado a España la posibilidad de que el Gobierno haga uso del fondo de rescate para recapitalizar el sistema financiero sin recurrir a fondos públicos o privados. Dado que el Gobierno no dispone de margen presupuestario suficiente para utilizar la primera opción -ayudas públicas- y que el sector financiero se muestra cada vez más reacio a aportar el capital necesario para completar la reforma, la posibilidad recordada por Bruselas constituye una tercera vía. Sin embargo, esta cuenta también con un riesgo que no se puede desdeñar: el de estigmatizar el sector financiero español y aumentar el castigo sobre las emisiones de deuda pública. Con un escenario económico tan adverso como el actual, ninguna solución se postula como la óptima. Lo único de lo que no puede haber duda es que sea cual sea la salida elegida, esta debe adoptarse y completarse de manera inmediata.

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