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Tribuna
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Visión de la industria postal en 2012

Germán Domínguez Adrio / Ángel Gómez Cabrero

El sector postal lleva demasiados años en una situación que nos atrevemos a calificar como de convulsa. Convulsiones que se empezaron a manifestar, desde el mismo momento en que se empezaron a cuestionar los monopolios que mantenían los servicios públicos estatales.

¿Actualmente se han paliado, reducido o finalizado estas convulsiones? A pesar de las innumerables medidas que se han adoptado, como son, la transformación del estatus jurídico de los operadores públicos postales, pasando de ser órganos de las administraciones centrales, a ser sociedades anónimas con mayor o menor participación estatal en su capital; o las potentes inversiones en tecnologías propias de la industria postal, así como en tecnologías nodrizas; o la creación de holdings empresariales, para empezar a actuar en otros sectores afines al mercado postal, las dificultades para tener un papel protagonista en el sector de la paquetería; nadie ha conseguido resolver la ecuación Servicio Público-Negocio.

Con todo esto, no se han terminado las convulsiones, probablemente por que se han atendido más los síntomas del problema que las causas que lo provocan.

Los correos han respondido con comportamientos que, a grandes rasgos, son los siguientes: en lo relativo a su mercado interno, en general una defensa a ultranza de sus elevadas cuotas de mercado en productos postales tradicionales (cartas de entre 20 y 50 g), que les han reportado y les reportan suficientes ingresos, para mantener sus elevados costes fijos, sus inversiones, para afrontar la inevitable liberalización y que además, en general, son necesarios para la prestación del Servicio Público Universal.

En el mercado internacional, basándose en un concepto de nuevo cuño, que han dado algunos en denominar coopetición, es decir, una mezcla entre cooperación y competición, y que en realidad no es más que 'para aquellos productos postales donde yo no poseo red de distribución en el país de destino del envío coopero, y en aquellos productos en los que yo puedo crear mi propia red de distribución en destino compito'. Pero nadie ha definido durante cuánto tiempo y con qué productos coopero y a partir de qué momento y con qué productos empiezo a competir.

¿Cómo se puede reaccionar ante esta situación? Indudablemente aprovechando los elementos diferenciales que tienen los correos. Su notoriedad de marca. Aprovechar sus históricas infraestructuras. La demanda universal latente de servicios postales, que, en según qué entornos, ya ha aflorado y en otros, con una pequeña dosis de decisión, puede aflorar. Sus estructuras de costes fijos que les permiten con poca inversión ser más eficientes y, en consecuencia, tener incrementos de productividad nada desdeñables. Las relaciones internacionales que por las propias reglas del negocio postal, ya están abiertas y permiten nuevas sendas de ingresos.

Pero para que esta capacidad de emplear los elementos diferenciales expuestos anteriormente tengan éxito, desde nuestro punto de vista, es necesario que se realicen previamente una serie de acuerdos y acciones entre todos los actores implicados (sector público, sector privado, sindicatos, empresas colaboradoras de correo y preparadoras de correo, empresas suministradoras de materias primas, etc.) y cambios en la cultura organizacional de los operadores públicos.

En primer lugar, es preciso que se cierre el debate del Servicio Público Universal, definiendo un modelo, consensuando sus límites y calculando su coste. En segundo lugar, que los operadores públicos tienen que entender, que aferrarse a la alta cuota de mercado que tienen en los productos postales tradicionales, les procurará dificultades en un futuro no sabemos cuánto de lejano.

Una vez dados estos pasos en el mercado nacional, los operadores públicos habrán sembrado la semilla del incremento de la productividad. Las altas inversiones que se han realizado en los últimos años servirán, no sólo para mejorar su calidad y ser más eficientes, sino también para que potencien crecimientos en otros sectores, como las telecomunicaciones, el sector financiero, las tecnologías nodriza (software informático, códigos de barras, rfid), papelería, productos de conveniencia, distribución de mercancías, comercio electrónico, entre otros. Y para que puedan hacer parcialmente el camino inverso, nos referimos a actividades que por falta de respuesta pública pasaron a ser realizadas por el sector privado, que podrían volver a ser desempeñadas por el sector público postal, aportando mayor seguridad a los usuarios, por ejemplo en el mercado de las remesas de dinero internacionales. Sería importante dar ese paso previamente a su bancarización. Y los nuevos entrantes en el mercado postal, contarán con su espacio de participación claro en el mercado interno.

Esta es nuestra visión. Cómo nos gustaría ver esta industria, pero también tenemos la certeza racional de que esto es inviable sin que todos los intervinientes en este importante sector económico, pongan altas dosis de consenso, valentía y determinación para llevarlo a cabo.

Germán Domínguez Adrio / Ángel Gómez Cabrero Domínguez Adrio es director de la División de Oficinas de Correos y Gómez Cabrero es jefe de unidad de Desarrollo de Red de Oficinas

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