_
_
_
_
_
Columna
Artículos estrictamente de opinión que responden al estilo propio del autor. Estos textos de opinión han de basarse en datos verificados y ser respetuosos con las personas aunque se critiquen sus actos. Todas las columnas de opinión de personas ajenas a la Redacción de EL PAÍS llevarán, tras la última línea, un pie de autor —por conocido que éste sea— donde se indique el cargo, título, militancia política (en su caso) u ocupación principal, o la que esté o estuvo relacionada con el tema abordado

Vértigo electoral

Josep Antoni Duran i Lleida, portavoz del grupo parlamentario de Convergència i Unió en el Congreso de los Diputados, demostró en el pleno de ayer que tiene al presidente del Gobierno, José Luis Rodríguez Zapatero, en sus manos y que puede desencadenar la convocatoria de elecciones generales cuando lo estime oportuno, preferiblemente después de las catalanas de noviembre.

El debate de ayer permitió visualizar la extrema soledad del Gobierno, que sólo contó en ocasión tan grave con sus propios votos, 169, ni uno más, y que a duras penas consiguió sumar 13 abstenciones salvadoras entre los nacionalistas de CiU, CC y UPN. Todos los demás grupos -PP, PNV, ERC, IU, ICV, BNG, NaBai y UPD- se unieron ayer en una alianza impía a favor del no al Real Decreto que contiene las medidas del tijeretazo.

Así que en seis años se ha pasado de la amigable y alborotada compañía que todos los grupos parlamentarios rivalizaban en brindar al Partido Socialista Obrero Español para aportar sus votos y dejar al Partido Popular en la extrema soledad, a la inversión del fenómeno de manera que ahora es el PP el que encuentra acompañantes variopintos mientras el PSOE queda en el más riguroso aislamiento.

En la primera legislatura de Rodríguez Zapatero (2004-2008) Alfredo Pérez Rubalcaba, como portavoz del Grupo Parlamentario Socialista, se las arreglaba para tener a todos los demás grupos a su alrededor. Su virtualidad como polo de atracción magnética era el resultado de dos factores: las expectativas favorables a quienes acababan de llegar al Gobierno y el alpiste que se suponía podrían distribuir.

También contribuía a fortalecer el polo del Gobierno de la actitud disparatada de un Partido Popular aferrado a la barbarie de presentar la masacre del 11-M como si hubiera sido una conspiración de los socialistas de Ferraz con los servicios secretos marroquíes y otros afines, según la ruta marcada por Jotapedro, Federico Jiménez Losantos y demás compañeros a partir del puzle con piezas tan conocidas como la Kangoo, Manolón, la mina de la Camocha, el titadine, el ácido bórico, las mochilas y el primo hermano de la mujer de Angustias.

En aquellos primeros cuatro años, Zapatero no consiguió despegar hacia la mayoría absoluta como había logrado José María Aznar durante su primer mandato de 1996 a 2000. De manera que la segunda victoria apenas redujo en cuatro escaños la distancia a la que quedaba la mayoría pero encarecía contar con ellos. Además el argumento en la recta de tribunas, por decirlo en términos del hipódromo, versaba más que en las propias virtudes y proyectos en el desatino de los contrincantes de la derecha.

Mientras tanto a lo largo de la segunda legislatura algunos elementos parecían cambiar la configuración del panorama. Jotapedro se veía incapaz de mantener su versión del 11-M con la complicidad de Rubalcaba en la masacre. La Conferencia Episcopal con seis años de retraso procedía a descabalgar a Federico Jiménez Losantos y a su séquito y en consecuencia disminuía la presión de estos maximalistas sobre la cúpula del PP.

Mariano Rajoy aprovechaba el relax para fumarse un puro convencido por Pedro Arriola de la necesidad imperiosa de mantenerse inmóvil hasta que todo le viniera a la mano como resultado de los errores de Zapatero.

El tijeretazo empezó por donde su ejecución brindaba mayores y más fulminantes automatismos. Es decir por el sueldo de los funcionarios y las percepciones de los pensionistas. Porque a partir del primero de mes siguiente a la publicación en el Boletín Oficial del Estado de esas austeridades empezaría a producirse el ahorro para las arcas del Estado.

Hacen falta otras medidas para acabar con derroches inadmisibles, que lo eran incluso en épocas de vacas gordas, pero su adopción requiere trabajos laboriosos y su impacto siempre es diferido y en Bruselas se habían terminado las contemplaciones. Quería evidencias.

Miguel Ángel Aguilar. Periodista

Newsletters

Inscríbete para recibir la información económica exclusiva y las noticias financieras más relevantes para ti
¡Apúntate!

Archivado En

_
_