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Columna
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Tenía que haber sido antes

Hasta tres autoridades internacionales han reconocido en los últimos días que la petición de auxilio financiero del Gobierno portugués debería haberse producido antes. Sinceramente, es complicado. Lo era antes y lo es ahora. De entrada, imagino que las autoridades portuguesas estarían esperando la tan demandada flexibilidad del EFSF en lugar de un rescate (el abrazo del oso, en mi opinión) que deberán asumir ahora. Por otra parte, nadie podría haber imaginado que la petición se haga en campaña electoral para elegir a un nuevo Gobierno. De esta forma, es normal que la Comisión Europea pida el consenso de todas las fuerzas políticas en el futuro acuerdo. En Irlanda, el Gobierno anterior pidió el rescate para después de convocar las elecciones. En Portugal es el dimitido Gobierno en funciones el que está pidiendo la ayuda. ¿Que podría haber sido antes? También les podría argumentar que podría haberse evitado.

Lo llamativo de todo esto es la escasa reacción del euro, realmente de las primas de riesgo en Europa, ante el desenlace que ha supuesto la petición de ayuda desde Portugal. A diferencia de Grecia e Irlanda, no se ha producido el temido efecto dominó. Más aún, el mercado ha respirado con calma aliviado por una incertidumbre menos. El propio BCE ha podido materializar su amenaza implícita de la reunión de marzo, subiendo en abril sus tipos de interés en un cuarto de punto. No solo eso: del comunicado posterior más de uno hemos identificado nuevas subidas a corto plazo. Quizás tan pronto como antes del verano. ¿Ha madurado el mercado? No lo creo. Pero la diferencia ahora no es tanto la situación financiera de Portugal, más saludable que las de sus antecesores, como la mayor confianza del mercado hacia las autoridades españolas. Pero sobre esto ya hablaremos en otra ocasión.

Volviendo a Portugal, la campaña política se convertirá ahora en un debate público sobre los sacrificios que deben adoptarse como contrapartida a la línea de financiación que recibirá el Gobierno. Entre 80/90 billones de euros en tres años, según las primeras estimaciones. Los negociadores europeos que ya han llegado a Portugal portan todo un conjunto de peticiones que abarcan la reforma de mercados (mayor flexibilidad), ajuste de precios (salarios y pensiones) y consolidación de las finanzas públicas (privatizaciones, reducción de gastos y subidas de impuestos). En definitiva, un plan completo con el doble objetivo de mejorar la competitividad del país al mismo tiempo que convence a los mercados de la firmeza de la reducción del déficit público. Hacer compatible el ajuste fiscal con un escenario que haga posible la recuperación. No es fácil. Y será la sociedad portuguesa, empezando por su clase política, la que debe convencerse de ello. ¿Un rescate? No, no creo que esta sea la expresión más adecuada para Portugal.

En el caso de Irlanda y Grecia, ante una situación financiera más deteriorada, la dureza de los ajustes no ha alejado el temor a la restructuración de la deuda. De hecho, es ya habitual que las autoridades griegas rechacen esta posibilidad ante rumores en ocasiones no bien intencionados. Pero el mejor test de la desconfianza del mercado es el riesgo país que descuenta de forma estable un porcentaje elevado de quita en la deuda. Más aún: ni el sector privado ni su banca han mejorado las condiciones de financiación con el rescate. Y hace más de un año que Grecia pidió asistencia financiera. Para Irlanda la situación tampoco es fácil, atenazadas las finanzas públicas por un saco sin fondo como son las pérdidas reales o potenciales de su banca. Pero aquí sí hablamos de un problema europeo, ya que los primeros interesados en que la banca irlandesa no se declare en quiebra (no pagando su deuda) son las autoridades europeas que temen el coste económico y de desconfianza sobre el resto de la banca. Como en el caso de Grecia, banca y empresas en Irlanda han mejorado muy poco su situación financiera con la ayuda europea.

¿Ocurrirá lo mismo con Portugal? Nos lo indicará el riesgo país. De hecho, debería haber sido el verdadero objetivo de la ayuda financiera. No me cabe la menor duda de que la propuesta discutida en la última cumbre europea, pero aplazada hasta junio, de que el EFSF pudiera comprar deuda pública en primario (y secundario) tenía como objetivo bajar la prima de riesgo en el mercado. Al final, crear las condiciones de financiación adecuadas para que el sector privado lidere la recuperación. El complemento perfecto para un saludable ajuste económico. Espero que esto tampoco se retrase.

José Luis Martínez Campuzano. Estratega de Citi en España

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