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Editorial
Es responsabilidad del director, y expresa la opinión del diario sobre asuntos de actualidad nacional o internacional

Sangre fría para una cuestión trascendental

Con una población aún sumida en la angustia por una catástrofe natural cuyas consecuencias humanas y económicas todavía están por calibrar, Japón se enfrenta al escenario de un desastre nuclear. Tateaki Matsumoto, ministro de Exteriores nipón, pidió ayer, en un alarde de dignidad institucional, "sangre fría" a sus homólogos del G-8 ante la gravísima emergencia atómica que sacude el país. Una sangre fría que, en mayor o menor medida, ha sido reclamada desde diferentes ámbitos, pero que parece ahogada por la gravedad de una situación que dificulta extraordinariamente la posibilidad -que no la conveniencia- de realizar análisis serenos.

Con el fantasma de Chernóbil presente en la retina, la noticia de problemas en los reactores de Fukushima y una réplica del terremoto en la región sacudía ayer de nuevo a la opinión pública, los Gobiernos y los mercados de todo el mundo. La Bolsa de Tokio se desplomaba arrastrando a la mayoría de las plazas europeas, con especial virulencia en países como Francia y Alemania, con alta dependencia de la energía nuclear. También Wall Street se vio fuertemente afectado por la tendencia bajista, frente a un Ibex que al cierre se convirtió en la excepción dentro de una sesión aciaga. Una jornada que se cerraba con las palabras del comisario europeo de Energía, que calificaba la situación en la zona de "apocalipsis" y anunciaba que Tokio ha perdido el control.

En medio de ese escenario, el anuncio de Angela Merkel ordenando la paralización temporal de las centrales alemanas más antiguas ha reabierto un debate -el de la seguridad nuclear- que hoy está más vigente que nunca y cuya importancia se acrecentará vivamente en las próximas semanas. Pese a que no hay duda de que lo prioritario en estos momentos es prestar ayuda a Japón para evitar una catástrofe masiva de consecuencias incalculables, resulta necesario que ese debate tenga lugar. Los ministros de energía de la UE han anunciado únicamente que llevarán a cabo test de resistencia -voluntarios- a las instalaciones europeas, al tiempo que prometen promover controles en el resto de países del mundo. Una medida, esta última, más que oportuna, dado que existen potencias nucleares con condiciones telúricas similares a las de Japón, pero sin el rigor y la excelencia tecnológica nipona.

La adopción de medidas como las decretadas por Alemania, cuyo coste económico está por calcular, supone una primera reacción en caliente de cara a una opinión pública conmocionada por los terribles acontecimientos que se desarrollan en Japón. Entra dentro de la lógica política que tanto Angela Merkel -con un horizonte de varias citas electorales este año- como otros líderes europeos eludan en estos momentos afrontar un debate sereno -y difícil- pero trascendental sobre esta cuestión y apuesten por la prevención antes que por el análisis en profundidad. Pero ese análisis, exhaustivo, responsable y riguroso, se hace ahora más necesario que nunca en un momento en que todo el modelo energético está en revisión.

Es evidente que lo sucedido en Japón hace imprescindible -en aquel país más que en ningún otro- repensar las condiciones de seguridad a que están sometidas las instalaciones nucleares. Junto a esa necesidad hay que recordar también que los riesgos sísmicos sobre los que se asienta el parque nuclear japonés no tienen parangón en los países europeos y que la exposición de estos a catástrofes naturales como las sucedidas en aquel país es remota.

Con todo, lo ocurrido en Japón hace obligado volver a poner sobre la mesa en España los riesgos y las oportunidades de las distintas fuentes de energía y su lugar dentro de un mix energético competitivo. Ello debe afrontarse desde la perspectiva del rigor y la eficiencia y evitando las simplificaciones populistas o ideológicas. Con un petróleo lastrado por una inestabilidad política que constituye una compleja realidad permanente, y una alternativa -la de las energías renovables- cuyo precio sigue suponiendo un hándicap, resulta más necesario que nunca afrontar el debate sobre la seguridad de la energía nuclear. Una energía que, hoy por hoy, sigue apareciendo como la opción más eficiente y más competitiva.

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