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Tribuna
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Provisión dinámica: la cigarra y la hormiga

En estos últimos meses han sido muchas las referencias, en los medios nacionales y extranjeros, sobre la admiración que suscita el modelo español de regulación financiera. Los recientes comunicados del G-20 y el programa de trabajo del Financial Stability Board (FSB) proponen la adopción universal de mecanismos inspirados en nuestras "provisiones dinámicas", enigmática expresión que se refiere a algo tan elemental como acumular reservas en los tiempos buenos para gastarlas en los tiempos malos, de manera similar a la hormiga de la fábula de Esopo. En el sistema de provisiones estándar, los bancos deben acumular reservas a medida que aflora la morosidad: en los tiempos buenos, el crédito crece y apenas hay morosidad, por lo que los bancos provisionan menos, y esto realimenta el aumento del crédito; en los tiempos malos se contrae el crédito y aumentan los morosos, de manera que los bancos tienen que hacer un mayor esfuerzo de provisiones, lo que realimenta la espiral contractiva del crédito. La idea de la provisión dinámica es de una gran simplicidad: para no avivar aún más la tendencia natural del sistema financiero a amplificar las fluctuaciones del sector real, suavicemos el esfuerzo de provisiones a lo largo del ciclo.

Al lector profano puede que le sorprenda saber que esta idea tan intuitiva ha tropezado, sin embargo, con la oposición de los encargados de establecer las normas contables internacionales. Los contables, preocupados por asegurar la transparencia, recelan de cualquier mecanismo que permita suavizar las provisiones (y por tanto los beneficios) a lo largo del ciclo, porque puede distorsionar la verdadera situación de la empresa. ¿Por qué sólo se ha adoptado este sistema en España? Porque en nuestro país el Banco de España es al mismo tiempo el supervisor bancario y el regulador contable de las entidades financieras, situación excepcional.

El Banco de España introdujo este mecanismo en el año 2000, cuando nuestro país acababa de adoptar el euro. Privado de la política monetaria, nuestro banco central veía con desasosiego cómo el mayor dinamismo de nuestra economía, en comparación con otras europeas, inducía presiones inflacionistas, en un contexto de fuerte expansión del crédito. Al no poder utilizar los instrumentos tradicionales de la política monetaria, el Banco de España recurrió a un instrumento macroprudencial para intentar frenar este recalentamiento.

¿Cómo ha funcionado el sistema, en comparación con lo esperado? En un entorno de gran dinamismo de la economía y alto apetito por el riesgo, las provisiones dinámicas apenas desalentaron el crecimiento del crédito. En torno al año 2004 existía la sensación general de que se estaban acumulando provisiones excesivas, en un proceso sin límite que además hacía competir en desventaja a las entidades españolas en el mercado único europeo. Por ello -y para hacer frente a las crecientes críticas de los organismos contables internacionales- se decidió reformar el mecanismo y establecer límites a la acumulación de provisiones, que las entidades alcanzaron rápidamente. En torno al año 2006 el crédito crecía de nuevo a tasas superiores al 25%.

Si bien es cierto que las provisiones dinámicas apenas tuvieron impacto sobre el aumento del crédito, sí sirvieron para crear un colchón que resultó sumamente útil cuando estalló la crisis, de manera que, en diciembre de 2007, la ratio de provisiones sobre morosidad era en España superior al 200%, frente a una media en la UE del 70%. En los últimos tiempos, las entidades españolas han hecho uso de los fondos acumulados para atenuar el impacto de la morosidad sobre las provisiones, aunque de manera cautelosa, en parte por recomendación del supervisor.

Ha hecho falta una crisis financiera internacional sin precedentes para que la balanza entre el purismo contable y la estabilidad financiera comience a inclinarse hacia esta última. Obviamente, el modelo español se puede perfeccionar: hay dificultades innegables para calibrar ex ante el ciclo económico, y adolece quizá de una excesiva complejidad; pero es sin duda preferible al modelo tradicional, lo que explica que haya concitado el apoyo internacional. El FSB ha abierto también el debate sobre si no sólo las provisiones, sino también el capital (Basilea-II), debe suavizarse a lo largo del ciclo, pero este tema, de notable calado, merece una reflexión aparte.

Santiago Fernández de Lis. Socio de Analistas Financieros Internacionales (AFI)

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