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Columna
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Premio a los causantes

Nada mejor que contratar a los pirómanos como bomberos. Ese parece ser el principio aplicado por los electores al acudir a las urnas para el Parlamento Europeo. Se dice que nuestro presidente del Gobierno, José Luis Rodríguez Zapatero, cree que perdió por la crisis. Además, en el pleno del Senado ha dicho el martes que ahora lo único claro es que el Partido Popular seguirá en la oposición y el miércoles, ante los europarlamentarios electos, ha apelado al sosiego y ha subrayado que en España ningún antieuropeo ha logrado alcanzar un escaño.

Estas tres cuestiones merecen ser consideradas. La primera, indicaría una predisposición al síndrome de El Escorial, el mismo que afectó al rey Felipe II cuando fue informado en diferido del desastre naval de la Armada Invencible con la misión de invadir Inglaterra. Su reacción fue decir que no había enviado su escuadra a luchar contra los elementos.

Es decir, que el rey prudente prefirió entregarse a la ceguera y refugiarse en el fatalismo más o menos providencialista. Pero esa actitud partía de un supuesto erróneo porque el sol sale sobre justos e injustos y los vientos que encrespan la mar crean las mismas dificultades a todos los navíos de cualquier bandera. Sólo es la pericia de los comandantes y de las tripulaciones la que permite sortear esas adversidades de los elementos desencadenados de manera adversa.

Lo mismo puede decirse de la crisis en la que todos estamos inmersos. Todos los países de la Unión Europea están afectados. Pero las urnas han castigado sólo a algunas de las formaciones políticas que se encuentran en el ejercicio de la responsabilidad de gobernar. Por ejemplo, los partidos del francés Nicolás Sarkozy, de la alemana Angela Merkel, del polaco Donald Task o del italiano Silvio Berlusconi han pasado por el escrutinio de los comicios quedando indemnes o al menos preservados sin padecimientos comparables a los infligidos a los socialistas de Zapatero

La segunda cuestión suscitada en el Senado indica un desenfoque grave. Porque en la convocatoria del domingo pasado estaba en juego la elección de los 50 diputados que corresponde enviar al Parlamento Europeo a los censados en la circunscripción que constituye España. Su resultado, cualquiera que hubiese sido, habría mantenido a Zapatero en el Gobierno y a Rajoy en la oposición. Las instituciones de este país ya no son una pluma al viento. Nadie puede imaginar consecuencias desbordantes. Un 14 de abril de 1931 en el que la derrota de los partidos dinásticos en las elecciones municipales derivó en la proclamación de la II República está fuera de todos los alcances. El escaso centenar de entusiastas vociferantes ante el balcón de mecanotubo de Génova pudo quedar afónico coreando la consigna de "¡Zapa/ tero,/ dimisión!", pero de ahí a la Puerta del Sol para reclamar "paso al Gobierno del PP" había un trecho insalvable que ni era posible salvar ni nadie lo ha intentado.

La tercera, tampoco nos debe llevar a la autocomplacencia porque los intentos de los antieuropeístas más descarados han sido abundantes aunque se hayan visto frustrados. Pero hay otra debilidad que la ignorancia de la propia fuerza puede inyectar al proyecto de la UE. De ahí que el International Herald Tribune, en el primero de una serie de análisis poselectorales, publicado el miércoles, concluyera certero que la Unión parece ahora ser menos que la suma de sus partes. Una flaqueza que resultaría de la errónea actitud frente a una crisis que debería haber inducido una respuesta compartida en lugar de apostar por el ¡sálvese quien pueda!, generador de pánico agravante.

Entre tanto asistimos a un espectáculo inimaginable. La coalición formada por liberal-nihilistas y neocons, después de llevarnos al desastre presente a base de teorías como la de "la hipótesis del mercado eficiente" devenida en dogma a partir de los años setenta e impulsora de la desregulación, la reducción del Estado, el darwinismo social y finalmente facilitadora de los desfalcos que se consumaron con la ayuda impagable de las agencias de rating, se las han arreglado para comparecer ante los electores con el señuelo de poseer las soluciones y ofreciendo el perfil de la solvencia, de modo que han ganado la partida una izquierda sin palabras. Así que las urnas del domingo 7 de junio han premiado a los causantes, han confiado mayoritariamente las tareas contra incendios del cuerpo de bomberos a quienes se habían acreditado como pirómanos. Atentos.

Miguel Ángel Aguilar. Periodista

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