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Tribuna
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Mercados globales, soluciones locales

Muchas personas creen que reflexionan y, sin embargo, no hacen más que reordenar sus prejuicios. Esta idea del filósofo estadounidense William James es aplicable a las opiniones de algunos expertos cuando señalan las causas y dictaminan sobre los problemas relacionados con la crisis internacional. Son prejuicios que impiden ver la dimensión del problema. En una reciente publicación del Fondo Monetario Internacional (FMI), Finanzas y desarrollo, Laurence Koltikoff, profesor de Economía de la Universidad de Boston, afirma que la posibilidad de que la crisis fiscal de Estados Unidos desencadene una debacle financiera mundial es significativa. El mercado está ahora apostando contra los países pequeños que aparecen como los de mayor debilidad fiscal.

Una vez que el mundo se percate del verdadero alcance de la insolvencia fiscal de Estados Unidos, este país podría verse impedido de seguir financiando su deuda pública. Estados Unidos no es Grecia ni, para el caso, ningún otro país. No obstante, y a diferencia de otros países, Estados Unidos, cuya moneda actúa como reserva, siempre podrá contraer deuda a plazos más largos y tasas menores que la mayoría de los países. Su Gobierno podría emitir enormes cantidades de dinero para saldar sus cuentas, generando alta inflación.

Seguro que los mercados conocen perfectamente este riesgo fiscal y, aunque Estados Unidos se beneficia tanto del efecto halo (atribuir cualidades positivas a una persona, institución o país, que les convierten en un dechado de virtudes) como de la denominada opinión de la media (nadie espera que la opinión de la media vaya a pensar que Estados Unidos se encuentre en la situación que describe Koltikoff o bien, la opinión media pensará que Estados Unidos es capaz de manejar mejor que nadie ese problema), se ha constatado que es necesario afrontar esos riesgos que generan los desequilibrios entre países, de forma coordinada.

Ese término, coordinación, se ha repetido con insistencia durante el plenario de la asamblea del Fondo Monetario Internacional, aunque con significados diferentes. El director del FMI, Dominique Strauss-Kahn, cree necesaria una mayor coordinación para reducir los altos niveles de deuda y que los mercados recobren la confianza. La Organización Internacional del Trabajo (OIT) considera que en las circunstancias actuales, las políticas deben ser justas y parecer justas.

La estabilidad financiera y la estabilidad social van de la mano. La confianza de los ciudadanos es incluso más importante que la confianza del mercado financiero, y el Banco Mundial estima que entidades de "estructura no convencional" (como reconoce que es el caso de las cajas de ahorros españolas, con capacidad para invertir a largo plazo) serán necesarias para solucionar los desequilibrios generados en la mayor parte de los países.

De una forma u otra, restaurar la confianza y promover la cooperación es tarea de los Estados. Sin embargo, al tiempo que se llama a la cooperación, a la contribución al crecimiento y a la estabilidad de la economía real, se adoptan decisiones unilaterales en el mercado de divisas cuando precisamente más se necesitan acuerdos multilaterales. Mientras existan esas discrepancias, la coordinación requerida será difícil y es posible que una parte de los inversores intente aprovechar esa debilidad.

La coordinación es esencial. Los Estados se enfrentan a un desempleo mundial de 210 millones de trabajadores y en los próximos 10 años 440 millones de empleos serán necesarios en todo el mundo para acoger a las nuevas incorporaciones al mercado de trabajo. Pero, además, 76 millones de personas se incorporan ya al grupo de quienes sobreviven con menos de dos dólares al día.

Cuanto más unilaterales sean las decisiones, menos capacidad para evitar ser rehenes de los mercados, que pueden pensar que, con astucia, situaciones de este tipo pueden dar lugar a beneficios similares a los que obtuvo el general ateniense Conón, a quien no le importó que sus aliados se apropiaran de las joyas y las ropas de sus prisioneros persas, mientras él optaba por quedarse con los hombres, consciente de que los parientes de éstos pagarían por su rescate sumas altísimas. Es probable que los mercados sean indiferentes a cualquier tipo de regulación, mientras jugar con la financiación a los Estados permita sustanciales recompensas. Estados Unidos es, en potencia, el Estado de cuyo rescate más se podría obtener.

Si el FMI, que es el garante de la cooperación, echa en falta más coordinación para salir de la crisis, está lanzando un mensaje apremiante: no hay país que pueda dar lecciones a otro y, por muy globales que sean los mercados, las soluciones han de ser locales. De hecho, las personas invierten el dinero en las sociedades que le resultan más familiares, a veces olvidando la relación riesgo-rendimiento e inducidos por la idea de que si una tarea es muy familiar la podemos controlar. El 93% de la inversión estadounidense está en acciones de Estados Unidos, el 98% de la inversión japonesa se encuentra en acciones japonesas y el 82% de las inglesas, invertida en acciones británicas. Solución local significa que se puedan hacer negocios con quien se quiera y que, en caso de conflicto, un tercero lo resuelva de forma rápida y equitativa.

En una crisis como ésta cabe preguntarse: ¿dónde está el tercero?

Carlos Balado. Director de Obra Social y Relaciones Institucionales de la CECA

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