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Columna
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Llega el arranque de las viñas

El arranque subvencionado de viñedos, que se ejecutará los próximos meses conforme a los planes de la Comisión Europea, promete un notable debate en España. El autor aboga por liberalizar las plantaciones y que sea el sector privado el que asuma el éxito o fracaso de sus inversiones

En los próximos meses asistiremos a un intenso debate sobre la propuesta de la Comisión Europea de subvencionar el arranque voluntario de 400.000 hectáreas de viñedo en la Unión Europea, como una pieza clave de la reforma de la política vitivinícola. Se trata de un asunto delicado para nuestro país donde, seguramente, van a enfrentarse intereses empresariales concretos, de agricultores que incurren en pérdidas con el cultivo de la vid, frente a otros intereses empresariales (cooperativas, por ejemplo) y públicos, debido a las muy escasas alternativas productivas existentes en las comarcas donde se desea arrancar. Muchas de estas tierras se incorporarán posiblemente al sistema de ayudas comunitarias denominado 'pago único' y destinadas al abandono de cualquier actividad productiva.

Son varios los aspectos que deben ser considerados para poderse formar criterio en esta materia. En primer lugar debe tenerse en cuenta que, hasta ahora, la Unión Europea prohíbe las nuevas plantaciones de viñedo. Es decir, la superficie arrancada desaparece del potencial productivo de su región y país no pudiendo recuperarse en el futuro. Por esta razón se han venido efectuando transferencias de derechos de replantación entre agricultores y con mayores restricciones entre regiones, dentro de un mercado limitado por las comunidades autónomas cedentes.

El vino español es el que está en mejores condiciones para competir con los de los países emergentes en este mercado

En el contexto de una economía de mercado es esta una evidente anomalía y es posible que, en el futuro, la Unión Europea decida liberalizar las plantaciones dejando a riesgo del sector privado el éxito o fracaso de dichas inversiones. No obstante, es de temer que aquellas tierras beneficiadas previamente por las primas de arranque de viñedo no pudieran acogerse a dicha norma liberalizadora. Esta es una duda decisiva a la hora de pronunciarnos en esta materia ya que condicionaría a largo plazo la utilización del territorio en amplias comarcas de clara vocación agronómica y climatológica para este cultivo. En este caso, el derecho individual a una especie de prejubilación, muy beneficiosa para agricultores a tiempo parcial o de edad avanzada, chocaría con los intereses de desarrollo local y comarcal de zonas donde el vino es la única opción viable de futuro.

Un segundo elemento a considerar es la causa de las actuales pérdidas en algunas explotaciones vitivinícolas. Se achacan a los excedentes de vino. La producción española ha aumentado sustancialmente desde la adhesión a la UE y el consumo ha venido retrocediendo de un modo notable en los vinos comunes. Sin embargo, este es un sector donde se están registrando importantes ganancias en el caso de empresas agrarias e industriales que han sabido situarse en el mercado actual.

España se ha convertido ya en el primer exportador mundial de vino, en volumen. También la calidad media ha mejorado de un modo sustancial y puede seguir haciéndolo en el futuro. España, tiene en la actualidad el mayor viñedo del mundo, aunque producimos por debajo de Italia y Francia. Cuando se sabe vender, el vino es un gran negocio. El viñedo y el olivar son de las pocas alternativas reales en muchos secanos de la España meridional y mediterránea y, en un futuro sin subvenciones, seguramente las únicas alternativas viables.

Tampoco debemos ignorar la meditada estrategia francesa de avanzar hacia un mercado de menos producción, alta calidad y elevados precios. Dicha estrategia implica eliminar viñedo, especialmente español, y está diseñada para beneficiar a los vinos de mayor prestigio internacional, es decir, los grandes vinos franceses.

Sin embargo es el vino español el que en mejores condiciones se encuentra en la actualidad para competir con los vinos de los países emergentes en este mercado: Australia, Chile, Sudáfrica, EE UU, Argentina y algunos países del Este de Europa. Estos vinos están ganando cuota de mercado dentro de segmentos con una relación calidad/precio razonable, en la que pueden competir muy bien la mayoría de los vinos españoles. Sin duda, ello requiere una habilidad empresarial y comercial de la que no disponen aún muchos de nuestros agricultores y cooperativas actuales, aunque otros han aprendido rápidamente.

En definitiva, el arranque de viñedo en España implica la renuncia a trabajar por convertir este país en la primera potencia mundial en el mercado del vino, con una estrategia propia, distinta a la francesa. Nadie duda del derecho individual al arranque, aunque sí del derecho a percibir una subvención pública por hacerlo, especialmente si de este hecho se deriva una hipoteca permanente de índole territorial que condicione el futuro económico de comarcas y regiones tradicionalmente vitivinícolas. Por esta razón es muy importante que el programa que se adopte establezca con claridad las servidumbres impuestas a las superficies subvencionadas y la duración temporal de dichas hipotecas.

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