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Tribuna
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I+D y Presupuestos 2009

La ciencia es continuidad. Nada sería peor que después del arreón del caballo llegara el parón del burro'. Así de contundente se mostraba a finales del pasado año (El País, 2/12/2007) Carlos Martínez Alonso, actual secretario de Estado de Investigación. Durante la pasada legislatura, el presupuesto para I+D+i aumentó en un 160%. A ritmo de purasangre, se cumplió con creces el compromiso de duplicar la inversión. Sin embargo, parece que al caballo se le empieza hacer la carrera cuesta arriba. Los Presupuestos Generales del Estado 2009 delatan que el Gobierno invertirá en I+D civil un 6,7% más que en 2008. Pero hay incrementos que amargan como recortes. Y este es un claro ejemplo, ya que las previsiones aspiraban a un 25%.

Por si fuera poco, de los ocho ministerios castigados con rebajas presupuestarias es el de Ciencia e Innovación el que sufrirá el mayor de los recortes (5,1%) con respecto al año en curso.

La mitad de los casi 8.200 millones de euros asignados a I+D corresponde a dos partidas: al fomento de la investigación científica y técnica (2.057) y a la I+D tecnológico-industrial (2.038). El primer capítulo -que contempla un incremento del 8%- incluye transferencia de tecnología, personal de apoyo a centros de I+D, inserción de doctores universitarios en empresas (Torres Quevedo), fomento de la excelencia investigadora, etc. La segunda partida -Investigación y Desarrollo Tecnológico Industrial- aglutina cuestiones como el fomento de la colaboración y la participación española en el VII Programa Marco, o el apoyo a empresas de base tecnológica. En este caso, apenas se percibe variación (un 0,4% más) para 2009.

Desglosando el resto de conceptos, se observa un buen incremento (más del 25%) en el ámbito de la investigación científica (becas para la formación de doctores, movilidad para prácticas en empresas europeas, presupuesto del CSIC, etc.). En el lado opuesto, la investigación sanitaria se ralentiza. Si en 2008 se le inyectó un 25% más de fondos, en 2009 rozará el crecimiento cero.

El resto de partidas se diluye en el panorama de desaceleración general. Es el caso de la investigación en astronomía y astrofísica, investigación agraria, I+D en transportes e infraestructuras o la investigación medioambiental y energética.

Durante los pasados años se ha hecho un gran esfuerzo inversor en innovación. No habría que olvidar -sin embargo- dos aspectos: que los incrementos presupuestarios se han producido en tiempos de bonanza económica y que la situación de partida era muy precaria; en 2004, apenas se invertían 3.000 millones de euros en I+D civil.

El frenazo presupuestario llega demasiado pronto y en el peor momento. Hace pocos meses, se daba luz verde al nuevo Plan Nacional de I+D+i 2008-2011. Entre sus objetivos, conseguir que el 2,2% del PIB se dedique a cuestiones relacionadas con la I+D y lograr que la iniciativa privada contribuya en un 55%. A fecha de hoy, y salvo sorpresa mayúscula, parecen objetivos inalcanzables.

Sí es cierto que la Administración española invierte -en términos relativos- mucho dinero en I+D. Su contribución relativa al PIB (0,85%) es superior a la alemana (0,77%). Por tanto, no se trata sólo de invertir más, sino de invertir mejor que el resto de países de nuestro entorno y en sectores de verdadero valor añadido.

Llegados a este punto, el Gobierno le guiña un ojo al tejido empresarial, pidiéndole más complicidad. Las empresas contribuyen al gasto en I+D en un 47%, cuando el objetivo marcado para 2011 se sitúa en el 55%. El dato conlleva dos posibles interpretaciones: que las empresas se muestren timoratas al invertir en innovación, o que la Administración, con sus medidas, no sea capaz de incentivar más la I+D en el sector privado.

En cualquier caso, puede resultar paradójico pedir cuentas a la iniciativa privada precisamente ahora, cuando es la propia Administración la que decide apretarse el cinturón viendo la que se avecina.

La solución a la crisis dependerá, en buena medida, de cómo reaccionemos ante ella. Por el momento, el Gobierno ha decidido actuar con austeridad en materia de I+D. Sin embargo, no está claro que los recortes en materia de innovación constituyan el remedio para superar la coyuntura. Dicho de otro modo, innovar es arriesgado, pero no innovar es mucho más peligroso.

José M.ª Zabala. Director general de Asesoría Industrial Zabala

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