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Columna
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El G-20 toma el carril lento

Los ministros de finanzas de las economías líderes del G-20 han decidido un conjunto de indicadores que ayudarán a monitorizar los desequilibrios globales gracias a que China hizo concesiones, significativas para algunos y pura cosmética para otros. Pero en realidad es un acuerdo sobre estadísticas: un comienzo, eso sí, que por sí solo no lleva a ninguna parte. Mientras tanto, las conversaciones para un sistema monetario más equilibrado van demasiado lentas.

La obsesión por la balanza comercial y los excedentes monetarios de China están justificados en parte, pues los superávits masivos de unos son el resultado de los déficits de otros. Además, es frecuente que países como China o Alemania se quejen de que sus valores colisionan con los de otros países como EE UU, que consideran la deuda como virtud y el ahorro como vicio. Sus modelos económicos derivan de sus preferencias culturales.

Que esta colisión de intereses nacionales evolucione a un sistema monetario internacional más estable depende de la habilidad de los dos protagonistas extremos -EE UU y China- de superar sus propias contradicciones. A EE UU le irrita que China compre dólares que ayudan a financiar su propio déficit, aunque teme que el dólar deje de ser la divisa de reserva mundial.

A China, por su parte, no le importaría jugar un rol mayor en el sistema monetario internacional. En concreto, le gustaría que el yuan se ligase a una cesta de monedas como los Derechos Especiales de Giro del FMI (DEG). Pero esto implicaría plena convertibilidad, algo que quiere evitar.

Aún así, fomentar los DEG es la única forma de que el mundo supere el Dilema Triffin, según el cual los países cuya moneda sea reserva mundial tiene que asumir un gran déficit , contribuyendo a generar desequilibrios e inestabilidad. Un posible acuerdo está muy lejano, lo que justifica que se empiece a trabajar ya en él.

Lamentablemente, el G-20 no parece pensar en actuar en esta materia y se limita a saludar como un progreso el acuerdo sobre cómo medir la crisis.

Pierre Briançon

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