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Columna
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¿Fusión a la española?

Todos esperan que los bancos en España se consoliden en medio de unas cada vez más desalentadoras previsiones para la economía cuando la burbuja inmobiliaria se desinfla. Ahora hay voces en los círculos financieros que hablan de que los dos mayores bancos comerciales del país -Santander y BBVA- deben unir sus fuerzas.

La lógica industrial parece convincente. La combinación debería crear un titán bancario de 70.000 millones de euros, el mayor fuera de China. La pareja tiene un gran solapamiento en España, pero es ampliamente complementaria en Latinoamérica y EE UU. Santander es grande en Brasil y Chile, mientras BBVA domina en México y Colombia.

Ambos bancos son ya bastante eficientes. Pero los ahorros podrían venir de cerrar sucursales en España, explotando las mismas plataformas tecnológicas y desmontando el solapamiento en los seguros y la gestión de activos a particulares. Se supone que los dos bancos podrían recortar costes equivalentes a un 30% del coste base de BBVA. Llevaría a una excepción reestructurando cargas de dos veces esa cantidad. Con impuestos y amortizaciones, los ahorros podrían añadir 7.000 millones de euros, o un 10% de su capitalización de mercado conjunta.

Pero esta clase de vieja escuela de análisis de fusiones y adquisiciones no funciona bastante en el mundo poscrisis.

Para empezar, el riesgo de ejecución es un problema como nunca. Un proceso de integración tan complejo podría implicar una pérdida de cuota de mercado. Pero el mayor asunto es lo que los gestores pueden hacer sin la distracción de un megaacuerdo cuando la tormenta financiera está todavía arreciando. El potencial para un desajuste cultural es también alto. Francisco González, el presidente de BBVA, y su par en el Santander, Emilio Botín, no hacen buena pareja. El acuerdo también parece malo para la competencia en el mercado interno de la banca en España. Juntos, los dos bancos podrían acaparar el 28% de los depósitos.

Por encima de todo, hay una oportunidad de que este parón real cree una entidad con más riesgo en lugar de una más segura. Una de las lecciones que surgen de la crisis es que más grande no es siempre mejor. Los sistemas bancarios se benefician teniendo un paquete de competidores de buen tamaño, pero no inmensos. Los bancos que son demasiado grandes son difíciles de manejar para sus propios gestores, difíciles de controlar para los reguladores y pueden chantajear al sistema entero.

Con esto en mente, es un acuerdo que debe permanecer firmemente en la esfera de la fantasía de los banqueros de inversión. Por Fiona Maharg-Bravo

No debió haber dicho 'si'

La opa de Lloyds TBS sobre su rival HBOS está resultando un desastre. No se sorprenda. La fusión estaba basada en la dudosa idea de que el mejor camino para curar a un desesperadamente herido paciente es forzándole a meterse en la cama con uno sano. En cambio, ambos bancos británicos están verdaderamente enfermos. Las acciones del adquirente han caído un 85% desde que se alcanzó el acuerdo, y la cura puede significar el peor miedo de los inversores: la nacionalización.La fuente de la enfermedad de HBOS radica en el préstamo que acumuló demasiado agresivamente antes de la crisis crediticia. En diciembre, HBOS desveló provisiones por 3.200 millones de libras -y dijo que los préstamos se habían deteriorado cinco veces más rápido de lo que previeron en el primer semestre del año-. Desde entonces, sus 118.000 millones en préstamos se han deteriorado más -y sólo ahora se están agobiando bajo la creencia de que son un banco sano y no uno enfermo.Los accionistas del antiguo Lloyds pueden culpar a tres instancias. Una es Gordon Brown, que presionó con la idea de una fusión y dio luz verde a una renuncia a las reglas de la competencia normales. El interés público debía haber sido mejor servido nacionalizando HBOS, manteniendo Lloyds sano y manteniendo la competencia. El segundo culpable es el consejo de Lloyds, encabezado por sir Victor Blank, quien preparó la fusión y una fiesta con Brown.Finalmente, ellos pueden culparse a sí mismos por votar el acuerdo. Cierto que una recapitalización de 5.500 millones del Gobierno se presentó como condición para la fusión en marcha -pero esto únicamente no ganó el voto-. Los 50 mayores inversores de Lloyds poseen el 40% de HBOS, y probablemente destacaron que tenían más que perder con HBOS quebrando rotundamente que lo que ganarían con Lloyds permaneciendo independiente. Si todo es nacionalizado por peniques, esta apuesta habrá fracasado horriblemente. Por John Foley

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