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Columna
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Fondos estructurales ignorados

A raíz de las últimas elecciones municipales y autonómicas se han publicado bastantes entrevistas a políticos, escritores, artistas e intelectuales, entre otras profesiones, para analizar los resultados. Las ideas que se recogen en ellas son múltiples y diversas, porque es innegable que la motivación de los electores a la hora de votar se apoya en razones también muy diversas. Sin embargo, he constatado que entre la panoplia de personas que han expresado su opinión se da una amplia coincidencia de pareceres al referirse al peso que se atribuye a la situación económica para explicar el buen resultado del partido en el Gobierno.

Podemos decir que, si la economía va razonablemente bien, los que gobiernan tienen una prima de partida indiscutible. Los ciudadanos le atribuyen a los gobernantes una capacidad de influir sobre la marcha de la economía muy superior a la que en realidad puedan tener de verdad. El crecimiento económico es mucho más una derivada del crecimiento de los países de nuestro entorno más próximo y de la capacidad de creación de riqueza del sector privado que de la influencia de los políticos.

Es indiscutible que la economía española lleva mejorando desde 1995, el medidor más claro son las tasas de crecimiento del producto interior bruto que no ha parado de crecer desde entonces y además a tasas superiores la media de la UE y a la mayoría de nuestros países vecinos. Sólo nos supera de forma clara Irlanda y en menor medida Portugal y Grecia. Crecer más que el núcleo duro de nuestro entorno es algo que la gente valora muy positivamente porque el bienestar económico es básicamente comparativo. La derecha de nuestro país ha tenido la inmensa suerte de estar gobernando en un periodo de bonanza económica, que por otra parte ha sabido administrar sin cometer errores notables y ha sabido vender bien como mérito exclusivo de su gestión.

Si nuestra economía marcha a buen ritmo y generamos más crecimiento que otros países parece que lo lógico es que nuestra productividad sea elevada y evolucione positivamente. Sin embargo, eso no es así. De acuerdo con las estadísticas que semanalmente publica la revista The Economist estamos en la cola del ranking de productividad del trabajo. Ese semanario ha elaborado un índice que valora el producto interior bruto por hora trabajada, medido mediante la paridad del poder de compra. En 2002, ese índice estuvo alrededor de 40 en los países que van en cabeza, mientras que en España fue inferior a 30.

Asimismo, la variación de esa productividad en el periodo 1995-2002 en el caso de España fue negativa, con una disminución del 0,5% cuando la media de la UE fue del 1,2% en el mismo periodo y en Irlanda del 5%, en Francia del 1,5% o en Alemania del 1,7%. La verdad es que esto me parece bastante incongruente. ¿Cómo podemos crecer sin generar productividad?

Si esta pregunta se la hiciera al conocido economista y profesor Fabián Estapé, creo que me respondería rápidamente que todos nos estamos olvidando de que una parte importante del crecimiento económico no se deriva de nuestra actividad sino de la influencia de los fondos estructurales. El día 16 del mes pasado, el diario La Vanguardia publicaba que 'España recibió un total de 15.029 millones de euros procedentes de la UE en el 2002 -el 2,2% del PIB español-, lo que supone un aumento del 22% respecto a los recibidos el año anterior, según datos del Ministerio de Economía' y añadía que 'entre 1996 y 2002 el valor de las transferencias brutas recibidas de la UE ha representado anualmente en torno al 2% del PIB'. Es decir, casi el 50% de nuestro crecimiento. Casualmente lo que recibe España coincide con lo que le toca pagar a Alemania.

Coincido con Estapé en no comprender por qué una información de esta relevancia está escondida debajo de la alfombra y por qué la oposición en el Congreso de los Diputados no ha tenido ningún interés en divulgarla o como mínimo ponerla encima de la mesa. Los fondos estructurales son los grandes ignorados de los comentarios económicos y sólo sabemos de ellos gracias a los carteles publicitarios de obras públicas.

En conclusión, vamos bien gracias a la ayuda y a la solidaridad de nuestros vecinos y no por los méritos del Gobierno.

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