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Editorial
Es responsabilidad del director, y expresa la opinión del diario sobre asuntos de actualidad nacional o internacional

Explorar otras fuentes de crecimiento

España encadenó entre 1994 y 2007 la serie temporal de crecimiento económico más exitosa de la democracia, con avances ininterrumpidos de la producción, el empleo y la renta disponible. Además, lo hizo en un contexto demográfico muy expansivo, con entradas masivas de población extranjera, que llegaba al calor de una expectativa de mejora de su nivel de vida trabajando en España. La variable demográfica se convirtió en uno de los resortes multiplicadores más eficientes de generación de actividad económica, disponiendo de mano de obra abundante y relativamente barata y, a la vez, capacidad de consumo e inversión. Con ello, el empleo se convirtió en la variable que más estimulaba el crecimiento de la economía.

Pero la crisis iniciada en 2007 ha desmontado las fuentes más exuberantes del crecimiento, destruyendo puestos de trabajo a una velocidad mayor incluso a la que los creaba en los primeros años del siglo. Así, la riqueza generada y su reparto han experimentado un descenso muy severo que solo puede retornar recomponiendo las fuentes del crecimiento, además de activar otras ocultas. En caso contrario, no será fácil recuperar los estándares de bienestar previos a la crisis, y más difícil aún será sostener los niveles de protección contra la vejez y la desocupación crónica.

Los excesos cometidos en el ciclo alcista han desatado en parte la crisis y han degenerado en un recurso abusivo de la herramienta keynesiana del gasto público, que los mercados financieros exigen ahora corregir sin la más mínima desatención. Por tanto, las herramientas fiscales están descartadas para estimular la demanda tradicional o generar actividades alternativas a base de talonario, como se ha hecho en los últimos años con las energías renovables. Solo quedan las vías de estimular la llegada de proyectos de inversión externos, tal como ocurrió en los años que siguieron al ingreso de España en la Unión Europea, o remover todos los obstáculos de los mercados nacionales para movilizar la inversión nativa y el consumo.

La agenda de reformas elaborada por el Gobierno está bien diseñada, pero están justificadas las sospechas sobre su contenido real, a juzgar por la timidez de los cambios generados en las normas ya modificadas. El Ejecutivo y los agentes sociales y económicos que participan en la elaboración de las reformas deben admitir que éstas tardan en dar frutos, y que una sociedad con una tasa de paro del 20% no da largas indefinidas. Por ello, seguramente las reformas, más profundas que las hasta ahora diseñadas, deben ir acompañadas por una reducción gradual, pero en absoluto modesta, de costes y de precios, todos los costes y todos los precios, para reconstituir la competitividad perdida que una devaluación de la moneda ya no deja recomponer. Puede parecer lo contrario, pero sería un poderoso movilizador de la confianza.

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