España y los sueldos de los ejecutivos
El debate sobre los sueldos excesivos de los ejecutivos lleva años planeando en todo el mundo, pero en España está empezando justo ahora. El BBVA despertó la semana pasada las iras de políticos y sindicatos al revelar que su consejero delegado saliente, José Ignacio Goirigolzarri, abandonaba el segundo mayor banco de España con una pensión de tres millones de euros anuales, por los que el banco ha reservado 52,4 millones de euros. A diciembre de 2008, el BBVA ha reservado más de 150 millones en pagos de pensiones para sus tres máximos ejecutivos
La entidad financiera no está sola en sus excesos. El consejero delegado de Iberdrola, Ignacio Sánchez Galán, obtendría el equivalente a cinco años de salario si fuese despedido. En Telefónica la suma puede rondar el equivalente a los cuatro años. Y en el Santander, el banco que pagó 110 millones en 2002 a su antiguo consejero delegado, Ángel Corcóstegui, los seis máximos ejecutivos han acumulado una pensión de 241 millones, de acuerdo al informe anual.
Establecer ciertas redes de protección y generosas pensiones para los altos ejecutivos puede ser razonable. Los jefes que saben que no se enfrentarán a las colas del paro pueden estar más dispuestos a negociar transacciones que puedan dejarles sin empleo. Pero los que tienen la seguridad de que pase lo que pase obtendrán un jugoso pago pueden verse tentados por este tipo de acuerdos, incluso si perjudican al accionista.
Los sueldos de los ejecutivos son un objetivo tentador en un escenario de recesión. Los políticos son particularmente furibundos en este sentido, pero el silencio de los inversores en España es ensordecedor -y sintomático de la falta de activismo de los accionistas-. Los inversores que van a las asambleas anuales para protestar son tomados por locos o sindicalistas.
En España no hay suficientes inversores independientes como para armar bronca. La mayoría de los grandes fondos están controlados por los bancos. Los inversores internacionales simplemente no se preocupan, aunque hay alguna excepción, como la británica USS, que persigue mejores condiciones para la inminente fusión de Ferrovial con Cintra.
Los españoles pueden tener fama de ser ruidosos, pero han permanecido demasiado silenciosos en lo tocante a la gobernanza corporativa. Ahora es un buen momento para que esto cambie.
Por Fiona Maharg-Bravo