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Tribuna
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Enfrentarse a Krugman

Enfrentarse a China. Ese es el título de un artículo de opinión firmado por el economista norteamericano, y premio Nobel de Economía 2008, Paul Krugman, que apareció publicado el domingo pasado en el suplemento Negocios de El País. En ese artículo Krugman argumenta que China mantiene infravalorada su divisa y que esto supone un plan de "antiestímulo" que las grandes economías del mundo no pueden compensar, por encontrarse en una situación excepcional conocida como una "trampa de liquidez". Como plan de acción propone que el Tesoro de Estados Unidos dé un giro hacia una política dura y declare que China ha manipulado su divisa para, en un segundo paso, amenazar con imponer aranceles de por lo menos 25% a las importaciones chinas con el objetivo de forzar una revalorización del renminbi.

Krugman está equivocado. Tanto en el diagnóstico del problema como en la recomendación que hace. Krugman escribe que al estar la moneda china infravalorada se incrementa el superávit de la balanza comercial de China. Esto es cierto. Argumenta que el superávit comercial de China reduce la demanda de bienes y servicios internos de las grandes economías y también que éstas no pueden hacer nada por incrementar su nivel de actividad por encontrarse en una "trampa de liquidez". Esto no es cierto.

Ni Europa ni Estados Unidos se encuentran en una trampa de liquidez. Una trampa de liquidez es una situación en la cual un país no puede estimular su economía a través de la política monetaria. Es cierto que, al encontrarse los tipos de interés en EE UU cercanos a cero, no queda mucho camino por recorrer para conducir una política monetaria más expansiva. Pero, si hay algo que la crisis nos ha enseñado, es que la política monetaria tiene un arsenal mucho más amplio que los tipos de interés de corto plazo.

La Reserva Federal de Estados Unidos, y también el Banco Central Europeo (BCE) en menor medida, pusieron en práctica novedosas formas de inyectar liquidez durante la crisis. De hecho, en el balance de la FED, el activo ha doblado su tamaño debido a la compra de títulos y la consiguiente inyección de dinero en los mercados financieros. Si las políticas monetarias no han sido más expansivas es porque los bancos centrales no han querido, no porque no han podido.

Algunas economías ya han incrementado sus tipos de referencia e incluso en la Reserva Federal se discute como implementar la reducción de liquidez que hará falta para reducir las expectativas inflacionarias a medida que la economía empiece a crecer. El cuento de la trampa de liquidez se derrumba y con ello también la imagen de países incapaces de defenderse por sus propios medios de la supuesta agresión china. No parece necesaria entonces una confrontación con China para solucionar un problema que tiene un remedio local.

Aun cuando la historia de la trampa de la liquidez fuera cierta, la recomendación de imponer aranceles punitivos a China es peligrosa y equivocada. El comercio internacional no es un juego de suma cero, es de suma positiva. En el comercio pueden beneficiarse las múltiples partes implicadas, no hace falta que uno pierda para que otro gane. Este es uno de los resultados más importantes en el estudio del comercio internacional y que goza de amplia aceptación entre economistas incluyendo al propio Paul Krugman. Y el único problema que tienen los juegos de suma positiva es que si dejamos de jugar perdemos todos. Introducir aranceles reduce la tarta a repartir entre los países que participan del comercio.

Finalmente, es posible que, con el tiempo, el problema de la infravaloración del renminbi se corrija por las fuerzas del mercado. Durante la crisis, China lanzó un gigantesco paquete fiscal. El efecto de este paquete fue un crecimiento de más del 10% en el último trimestre del año pasado pero también un fuerte incremento en precios inmobiliarios, salarios y el nivel general de precios. La creciente inflación en China hace a esa economía menos competitiva. Si bien mantiene un tipo de cambio nominal fijo respecto del dólar, el tipo de cambio real se aprecia. Y un tipo de cambio real más apreciado reduce el superávit de cuenta corriente.

¿Qué hay que hacer? ¿Enfrentarse a China? No. Mucho menos por los motivos equivocados.

Rodolfo G. Campos. Profesor del IESE

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