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Columna
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Empeorar para empezar a mejorar

Si algo bueno tienen las crisis es precisamente que nos permiten preparar el escenario para una recuperación más intensa en el futuro. ¿Les parece una lectura demasiado optimista? Así hemos avanzado en el pasado. Y seguiremos evolucionando de esta forma en el futuro. Naturalmente, esto no es un proceso automático. Y es importante admitir que las crisis tienen enormes costes económicos y sociales. Tratar de amortiguarlos es algo natural; tratar de compensarlos, ya no tanto. Retrasar los ajustes puede llevar a que la crisis se prolongue más de lo deseable. De nuevo, las crisis hay que aceptarlas como lo que son: un periodo obligatorio para hacer ajustes pendientes en la economía, en los mercados e incluso en la gestión de las políticas económicas y preventivas desde las autoridades.

Estoy con ustedes en que estos ajustes dependen del origen de la crisis. Así, una crisis de mercados, de su sobrevaloración, obliga a hacer reformas en su supervisión y regulación. Una crisis hipotecaria influye en la futura fiscalidad del sector, sin mencionar el obligado ajuste en precios y una mayor regulación del sector financiero. Si hablamos de una crisis del sector financiero, sin duda será un caldo de cultivo apropiado para un ajuste de su tamaño y modelo de negocio. La crisis económica obliga a una mayor flexibilidad de los procesos de producción, incluyendo con ello el mercado de trabajo. Facilitar la inversión productiva que aumente el crecimiento potencial de la economía, reduciendo tanto la duración de la crisis como propiciando que su recuperación posterior sea intensa en crear empleos. Una crisis de las finanzas públicas, sea cual sea su detonante, obliga a hacer ajustes en política fiscal como en el propio tamaño del sector público. Eliminar duplicidades, buscar una mayor eficiencia y racionalidad en su gestión. Aunque el escenario político resulte adverso.

Lamentablemente, cuando sufrimos una combinación de todos los modelos de crisis anteriores, su gestión se hace más dura y compleja. Pero esto no significa que perdamos de vista la oportunidad del momento. Realmente, la oportunidad que nos ofrece la situación actual.

Miren alrededor en estos momentos. La crisis geopolítica actual ofrece una oportunidad increíble de encontrar sociedades más justas y libres, con mayor estabilidad y seguridad política. A la vez, permitiendo que las economías de estos países ocupen en el futuro el puesto que les corresponde como principales motores de crecimiento mundial. Si pensamos en la crisis de deuda soberana en Europa debemos aceptar las deficiencias del euro, lo que nos obliga a avanzar hacia una mayor solidaridad financiera en paralelo a un gobierno económico europeo. Me temo que no hay muchas más alternativas, aunque la política interna de los países (no, no hablo solo de Alemania) puede hacer más lento su desarrollo. La crisis económica que algunos consideramos ya superada (crucemos los dedos) ha permitido una reducción de los desequilibrios a nivel internacional. Ahora es fundamental no dar marcha atrás en este proceso, por otro lado, algo que curiosamente puede facilitar el combate de las tensiones sociales en muchos países en desarrollo por sus Gobiernos. La crisis del petróleo, el shock de precios de las materias primas, alimentos e industriales, debe llevar a una mayor eficiencia en el consumo de energía a nivel mundial. Seguir con la diversificación de las fuentes de energía. Pero, también, aumentar la producción agrícola. Esto puede pasar, lamentablemente, por aceptar precios más elevados en origen. Pero también estoy de acuerdo en una mayor clarificación y control de los procesos de distribución, incluyendo los mercados financieros en que se negocian.

Lamentablemente, las crisis son inevitables. Esta es una premisa de la que todos debemos partir. Probablemente en el futuro no tendremos crisis como las actuales, pero serán de otro tipo. Espero que menos dramáticas que alguna de las actuales o que hemos superado de forma reciente. Pero esto no lo podemos saber a priori. Probablemente presentará similitudes en algunos casos en términos de excesos de los agentes económicos y condiciones financieras y fiscales propicias para su desarrollo. En el fondo, esto siempre es así. Por el contrario, también es evidente que en algunos casos estamos ante cambios estructurales que están enmascarados como crisis. Pero esto tampoco tiene por qué ser novedoso: ¿no son las reformas estructurales una forma de combatir las crisis? Sean optimistas, pero no pequen de exceso de optimismo.

José Luis Martínez Campuzano. Estratega de Citi en España

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