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Tribuna
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Devaluar para crecer

Corría el año 1995 y la Reserva Federal Americana tenía como presidente a Alan Greenspan y en una de las múltiples apariciones comentó que en los mercados financieros se estaba produciendo un conundrum (enigma) por el comportamiento de los bonos a largo plazo que no subían los tipos de interés sino que bajaban con un fuerte crecimiento e inflación, ya nos gustaría ahora mismo tener una situación similar donde el crecimiento es escaso y la inflación no aparece por ningún lado.

En el mercado mundial de divisas actualmente ocurre un conundrum similar con todas las economías intentando debilitar su divisa para crecer vía exportaciones y parece que la guerra acaba de empezar.

Podríamos dividir el mercado de divisas en dos grandes bloques con similares intereses pero con situaciones fiscales muy diferentes: por un lado, las grandes potencias de la OCDE (EE UU, Reino Unido, Alemania y Japón), y por otro lado las economías emergentes (Brasil y China, principalmente). La principal diferencia entre un bloque y otro la encontramos en los enormes desequilibrios fiscales que acumulan los primeros, con una elevadísima deuda tanto pública como privada y con unos consumidores reduciendo el apalancamiento de la burbuja inmobiliaria y aumentando la tasa de ahorro.

Ante este panorama, la principal opción que tienen los países de la OCDE es crecer vía exportaciones y para este crecimiento nada más fácil que tener una divisa devaluada y aquí es donde empiezan los primeros problemas porque no todas las divisas pueden estar devaluadas a la vez y en cambio todos necesitan esta vía para crecer. Recientemente Obama ha comentado que EE UU tiene que doblar sus exportaciones en 5 años hasta los 3.000 millones de dólares y con el objetivo de crear 2 millones de empleos (también comentó que uno de cada tres trabajadores del sector manufacturero trabaja para empresas que venden fuera y que sus sueldos son un 30% superior a los que trabajan para el consumo domestico con lo que mata dos pájaros de un tiro, por lado crea empleo y por otro lado incrementa el consumo), por eso es lógica la campaña que están realizando toda la Administración Obama contra China para que permita que se aprecie su divisa (yuan), conseguir que el consumidor chino tenga mayor poder adquisitivo e invadirlo de productos americanos.

Esta situación que vive EE UU es similar a la que acabamos de ver en los mercados con la intervención del Banco de Japón comprando dólares y vendiendo yenes para debilitar su divisa, cuya cotización alcanza niveles cercanos a los máximos de 1995 (80 dólares/yen), intervención muy criticada por ser una decisión unilateral y sin el consenso de los afectados (de hecho este tipo de medidas, como hizo el Banco de Suiza el año pasado, suelen tener poco efecto a medio plazo, ya que un banco central no tiene capacidad para intervenir en los mercados diariamente).

Las economías emergentes, principalmente China, tienen otra serie de problemas ligado a las divisas aunque el fundamento es similar al de las economías desarrolladas, el país asiático está viviendo una enorme transformación económica y necesita tiempo para tener un crecimiento más equilibrado y no ser tan dependiente del exterior y crecer vía demanda interna, pero aún no parecen estar preparados para ello, según las declaraciones del primer ministro Wen Jiabao, comentando que una apreciación del yuan entre el 20% y el 40% podría producir un masivo cierre de fábricas y la vuelta de muchos emigrantes a su país de origen.

Es evidente que la divisa china está infravalorada y que la banda máxima de cotización diaria que tiene contra el dólar es artificial, así como los parámetros que determinan su precio en el mercado (tipos de interés, balanza por cuenta corriente e intercambios comerciales) nos indican que debería apreciarse, pero la crisis no le permite transformar su modelo de crecimiento a la velocidad que necesitan los americanos.

La solución de este conundrum estará en función de si se confirma la recuperación económica o si hacemos un doble suelo (vuelta a la recesión), ya que la primera nos permitiría un dólar más débil y con ello una salida de la primera potencia mundial (el 30% del consumo mundial), mientras que la segunda nos debería llevar a una apreciación del billete verde (siempre ha actuado como refugio en época de crisis) y la situación global empeoraría notablemente, por lo que parece claro que al mundo le interesa un dólar más débil (con el permiso de Alemania y Japón, por supuesto).

JOSæpermil; MANZANARES ALLæpermil;N. Profesor del IEB

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