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Tribuna
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Criptografía y ciberburocracia

En el mundo hay cinco países en los que se puede realizar cualquier trámite con la Administración a través de internet. España ha anunciado que será el sexto a partir de 2008. La fecha elegida no es casual. Ese año nos convertiremos en el tercer país de Europa, tras Finlandia y Bélgica, en disponer del DNI electrónico en todo el territorio nacional. Las primeras unidades se emitieron en marzo de este año en Burgos, y el stand del e-DNI ha sido uno de los éxitos más sonados del último SIMO. Este avanzado documento incorpora un chip con nuestros datos y con nuestra firma electrónica, y se convertirá en un elemento clave para impulsar el desarrollo del comercio electrónico y de la ciberburocracia.

Cuando hace ya más de tres años nos convertimos en la primera empresa española que solicitó una firma electrónica a la Fábrica Nacional de Moneda y Timbre (FNMT), nuestro principal problema no fue implantar la tecnología sino explicar a nuestros clientes que los cuatro millones de documentos electrónicos firmados que les hemos enviado desde entonces tienen más fiabilidad que los que antes recibían en papel. ¿Cómo es posible?

En realidad, la firma electrónica es una aplicación de la criptografía, el arte de cifrar mensajes. Todos hemos usado sistemas más o menos sofisticados de claves, aunque sólo haya sido en la escuela, para intercambiar mensajes privados, y sabemos que, conocida la clave, se acabó el secreto. Para resolver este punto débil, a finales del siglo XX los criptógrafos desarrollaron procedimientos que aplicaban claves distintas para encriptar y desencriptar los mensajes: los sistemas de claves asimétricas.

Utilizando el ejemplo popularizado por el divulgador científico británico Simon Singh, las claves asimétricas funcionan como si dejáramos en una oficina de correos una caja de seguridad abierta y nos lleváramos la llave. Cualquiera que desee mandarnos un mensaje secreto puede meterlo dentro de la caja y cerrarla, pero sólo nosotros, con nuestra llave, podremos abrirla. El mecanismo también puede funcionar al revés: podríamos dejar cientos de copias de la llave en esa misma oficina de correos, a disposición del público, y conservar la caja en nuestro poder. Si después alguien recibe una caja y puede abrirla con una copia de nuestra llave, tendrá la certeza de que sólo nosotros se la hemos podido enviar. En este caso no hay secreto, pero hay total seguridad en cuanto a la identidad del emisor.

Estos dos usos de las claves asimétricas garantizan tres aspectos esenciales para la seguridad de las comunicaciones electrónicas: la identidad de la persona que emite el mensaje, la integridad del propio mensaje y, cuando el intercambio lo exige, también la confidencialidad de las comunicaciones. Todas estas aplicaciones son aprovechadas por el DNI electrónico.

Pero de poco servirían si no se vieran complementadas con su sencillez de uso. Criptografía, claves asimétricas, firma electrónica... son detalles técnicos que el titular del e-DNI podrá paladinamente ignorar. Lo importante es que sepamos que esos mecanismos extraordinariamente complejos son tan fáciles de usar y tan útiles como las llaves que todos llevamos encima. O el coche, o la tele, por citar sólo un par de objetos de uso cotidiano cuyo funcionamiento interno es un misterio para la mayoría de nosotros.

Cualquiera que haya presentado la declaración de la renta por internet ha podido ya apreciar las ventajas de la firma electrónica aplicada a la ciberburocracia: rapidez, inmediatez, velocidad, ausencia de desplazamientos, eliminación de documentos físicos… Y todo ello con mayor seguridad que el método tradicional.

El acceso a todas estas ventajas no se ve condicionado o limitado ni por necesidades de aprendizaje ni por razones de coste. No cabe pues, como usuarios y beneficiarios de estos sistemas, sino felicitarnos de su difusión.

Carlos Muniesa. Director de Estrategia y Procesos de Crédito y Caución

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