_
_
_
_
_
Editorial
Es responsabilidad del director, y expresa la opinión del diario sobre asuntos de actualidad nacional o internacional

Crecimiento, libre cambio y democracia

La irrupción de China en la economía de mercado ha sido el fenómeno más paradigmático de la globalización económica, comercialmente impulsada por la Administración Clinton, industrialmente explicitada en la expansión acelerada de la tecnología aplicada y financieramente sostenida por la plena libertad de movimientos de capitales de las últimas décadas. La incorporación de China al capitalismo desde una gestión autoritaria y socialista ha supuesto el mayor salto en la generación y reparto de la riqueza mundial que se recuerda desde la revolución industrial, pues va incorporado, junto con otras economías emergentes asiáticas o latinoamericanas, a centenares de millones de personas a unos estándares de riqueza propios de países industrializados.

En paralelo, ha inundado la economía mundial de desinflación y ha prolongando un longevo ciclo de crecimiento. Pero China ha generado además una serie de desequilibrios que pueden ser el germen de una nueva crisis si no se corrigen, y no está precisamente en la mejor de las disposiciones para hacerlo, dado que la naturaleza autoritaria de su régimen político no le predispone a la negociación, sino a la imposición, tanto en la relación con su ciudadanía como con el resto de los países del mundo.

Esta semana que ahora termina se ha puesto de manifiesto el riesgo que tiene para las economías occidentales el mantenimiento de una política monetaria y cambiaria rígida en China, exclusivamente dirigida a generar la entrada masiva de divisas procedentes de la venta de bienes chinos para elevar lentamente el nivel de empleo y de riqueza en una población de cerca de 1.300 millones de personas. El Gobierno de Pekín mantiene artificialmente depreciado el yuan contra el dólar, maniatando su tipo de cambio, para mantener el atractivo de sus productos, y rechaza airadamente cuantas reclamaciones para corregirlo le planteen desde EE UU, Europa o su vecino Japón.

Los gestores de la economía estadounidense nunca han hecho una presión excesiva, porque están atrapados entre los intereses de las empresas norteamericanas que producen en China a precios chinos y los del Tesoro de la primera economía del mundo, que ha encontrado en el Banco Central de China al mejor comprador de sus recurrentes emisiones de bonos. Cualquier presión verbal americana, que se producen todos los meses, puede ser replicada por una amenaza de cambiar la política de compra de bonos por parte de China, y provocar un desplome rápido del dólar.

Esta política tácita de no agresión genera una apreciación anormal del resto de las divisas (libra, euro, yen o franco suizo) por el simple hecho de que la Reserva Federal modifique su política monetaria y deprecie el dólar, aunque sus homólogos europeos y nipones tomen decisiones rápidas para corregirlo. Un movimiento libre de todas las divisas otorgaría en el mercado a cada una su valor real, reflejando la posición competitiva de cada país y zona monetaria. Dado que puede ser demasiado arriesgado derrumbar el crecimiento chino, hasta el punto de desencadenar turbulencias sociales, como dicen sus autoridades, sería más acertado un realineamiento paulatino, en el que las horquillas de fluctuación dejasen capacidad de maniobra a todos, sin condenar a ninguno a un desplome de sus exportaciones o a tener riesgos de financiación. No intentar tal realineamiento, tal como se ha planteado esta semana en el FMI, puede provocar una guerra de divisas con consecuencias dramáticas en las que todos perderán, sea vía comercial, sea vía financiera.

Tras tres años de movimientos tectónicos en las economías mundiales, sin respiro a los inversores y emprendedores por el temor permanente a una volatilidad que puede consumir en pocas horas los recursos de las apuestas, por moderadas que sean, el mercado tiene miedo al episodio de volatilidad que puedan generar las divisas. Aunque siempre ha sido un territorio en el que muchos inversores se han sentido cómodos porque existía la posibilidad de la doble plusvalía (empresarial y cambiaria), los mercados precisan de más serenidad para que los precios de los activos se sosieguen y contribuyan a un crecimiento económico más generoso y más equilibrado. En ello, la diplomacia y la política tienen mucha tarea.

Newsletters

Inscríbete para recibir la información económica exclusiva y las noticias financieras más relevantes para ti
¡Apúntate!

Archivado En

_
_