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Tribuna
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Ciudades, transparencia y emisiones de carbono

Son pocos los que podrían poner en tela de juicio las diversas iniciativas que muchas de las mayores empresas del mundo están llevando a cabo ante las amenazas del cambio climático. Las que ya han comenzado a actuar consideran la divulgación pública de sus emisiones una parte esencial de esta tarea. La divulgación respalda la transparencia. Pero además, ayuda a identificar posibles eficiencias y mitigar riesgos, a la vez que aporta pruebas sobre los modelos de negocio sostenibles.

Sin embargo, hay que tener en cuenta que, de las mayores economías del mundo, 13 son empresas y 34 son ciudades. Por ello, son las ciudades las que deben seguir el ejemplo del sector privado en lo referente a la divulgación de emisiones.

Bien es cierto que las ciudades solo representan el 2% de la superficie mundial, pero a cambio consumen el 75% de sus recursos y producen hasta un 80% de los gases efecto invernadero. No hace falta mencionar que la urbanización se considera a menudo la principal causa del cambio climático. Pero también debemos pensar en las ciudades como posibles víctimas del cambio climático y fuentes de sus soluciones.

Más de 600 millones de personas viven ahora en zonas costeras con riesgo de que se produzca una subida del nivel del mar. Las ciudades con elevados niveles de contaminación o problemas medioambientales pueden ver afectadas además su salud pública y la vida de sus infraestructuras.

Pero, más importante que todo esto es el hecho que dichas ciudades no conseguirán atraer la inversión, el talento y el respaldo financiero que necesitan para ser competitivas. La medición y la divulgación desempeñan por tanto un papel esencial para la supervivencia de su economía, así como para su capacidad de respuesta ante el calentamiento global.

Las ciudades poseen además la capacidad de impulsar cambios positivos en masa, dada su concentración de capacidades, conocimientos y capital. Y está claro que existe una motivación cada vez mayor para actuar, como demuestra el Pacto entre alcaldes de la Unión Europea que incorpora a más de 1.500 autoridades locales, y el acuerdo entre alcaldes para la protección climática (Mayor's Climate Protection Agreement) de Estados Unidos.

Hasta ahora las ciudades han medido los resultados de sus emisiones a su manera. Londres, Nueva York y Chicago utilizan enfoques totalmente diferentes, y cada uno de ellos lleva asociados sus propios costes y complejidades. La necesidad de contar con un patrón común para la divulgación de las emisiones de carbono en las ciudades resulta, por tanto, evidente.

Las autoridades metropolitanas deben ser capaces de medir la fuente de sus emisiones si desean identificar el coste de las soluciones necesarias para reducirlas. A menos que sean capaces de cuantificar el posible impacto del cambio climático, no podrán tranquilizar a las compañías aseguradoras, quienes, de lo contrario, cobrarán primas todavía mayores. Y si tampoco son capaces de realizar estudios comparativos sobre los resultados de sus emisiones con respecto a otros centros urbanos, no podrán alcanzar una posición adecuada para competir.

Pero además, las ciudades deben mostrar transparencia a los ciudadanos si desean justificar subidas de impuestos dirigidas a realizar inversiones en iniciativas que garanticen rebajar las emisiones de carbono y que, probablemente, no generarán beneficios a corto plazo. Y con una asignación mundial de 460.000 millones de dólares de fondos de estímulo fiscal para iniciativas ecológicas, lograr resultados de emisiones transparentes y comparables ha de ser el primer paso para asegurarse la financiación.

Desde 2008, algunas autoridades han analizado la manera que tienen las empresas de medir y comunicar sus emisiones a través del Carbon Disclosure Project, una organización sin ánimo de lucro que ha establecido el estándar mundial de generación de informes sobre emisiones de carbono para las empresas. Nada menos que 2.500 empresas emitieron sus informes a CDP en 2009, incluidas 400 de las 500 mayores empresas del mundo.

Un programa piloto -con la participación de 18 ciudades americanas- ha demostrado las ventajas. En uno de los ejemplos, Las Vegas anunciaba que a menos que se lograra una reducción considerable del consumo de agua, el Lago Mead se encontrará al borde de la sequía antes de que termine 2021, dejando a los ciudadanos sin abastecimiento de agua y restando mil millones de dólares de ingresos anuales al sector turístico.

Por este motivo, resulta más que adecuada la invitación a los miembros del grupo C40 de las mayores ciudades emisoras del mundo para que divulguen oficialmente los resultados de sus emisiones de carbono a través de CDP. La iniciativa también les permitirá comunicar sistemáticamente sus inventarios de emisiones al Banco Mundial.

No se puede actuar sobre lo que se desconoce. La medición y la generación de informes resultan imprescindibles. Pero ambas tareas se deben acometer de manera común y comparable si se desea contar con una amplia participación. Las empresas han demostrado que la competencia y la rivalidad pueden desempeñar un papel muy constructivo a la hora de reducir emisiones. Es hora de que las ciudades hagan lo mismo.

Juan Camprubí / Alberto Zamora. Socios de Accenture

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