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Editorial
Es responsabilidad del director, y expresa la opinión del diario sobre asuntos de actualidad nacional o internacional

Capitalización bancaria y financiación del país

El examen al que el Banco de España ha sometido a la banca con las cuentas de 2010, y sus correspondientes auditorías sobre la mesa, ha revelado que una docena de entidades (cuatro bancos y ocho cajas de ahorros) precisan de una inyección de capital de 15.152 millones de euros para cumplir con los requisitos impuestos por el Gobierno en el real decreto de reestructuración bancaria, que ayer mismo validaba el Congreso de los Diputados, con la inexplicable abstención del Partido Popular y del PNV. Una cantidad significativamente alejada de la referencia que el Gobierno había establecido en el entorno de 20.000 millones, y más alejada aún si las operaciones de conversión de cajas en bancos cotizados que están en marcha salen bien, puesto que reducirá notablemente (a poco más de 11.000 millones) la recapitalización exigida.

Pero el ejercicio de transparencia, que debería devolver a los mercados la confianza en el sistema financiero y la economía españoles -en él se habían depositado todos los votos-, estuvo ensombrecido por las circunstancias. Solo unas horas antes, más temprano incluso de que los mercados financieros abrieran la persiana, la agencia de calificación Moody's emitió un informe cebado de pesimismo sobre el sistema bancario español, en el que cifraba sus necesidades de capital en al menos 40.000 millones, y rebajaba, por segunda vez, la calificación de la deuda del Reino de España, a la que incorporaba una perspectiva negativa.

El lamento de la vicepresidenta del Gobierno acerca de la inconveniencia de hacer pública la decisión antes del anuncio del Banco de España, tras haber fracasado la inevitable negociación sobre cómo y cuándo lanzar el órdago, escenificaba el pesimismo para la proyección de la economía.

Aunque la búsqueda de esa cantidad de capital para las 12 entidades afectadas se antoja realmente limitada y desde luego de difícil captación, su efecto balsámico sobre los mercados financieros, que debería ser definitivo, bien pudiera ser tan efímero como lo fueron los test de estrés del verano. No hay que olvidar que aunque el Banco de España es una institución internacionalmente reputada, el mercado le ha perdido algo el respeto en los últimos años, porque pese a tener bajo control a todas y cada una de las instituciones bancarias y de ahorro, ha habido episodios que han erosionado su prestigio. La intervención de un par entidades no deja de ser un pequeño fracaso del Banco de España, sobre todo tras destilar en el arranque de la crisis que en el sistema bancario español no había riesgos importantes.

Desgraciadamente para España, pese al descrédito que puntualmente acapararon las agencias de calificación, las decisiones de Moody's, de S&P o de Fitch tienen más predicamento entre quienes toman las decisiones de inversión, entre los fondos que financian al Estado español y a los bancos y empresas españolas, que el Banco de España o el Gobierno español. Pese a que ayer los mercados encajaron con más moderación que en el pasado la rebaja del rating por Moody's, sus mensajes parece que consolidan el riesgo país por encima de los 200 puntos básicos y que su lectura sobre los riesgos bancarios ha calado más en el mercado.

La cuantificación del Banco de España es atinada, y una vez recapitalizadas las entidades apuntadas, la exhibición de solvencia seguramente será de las mejores de Europa. Pero estas necesidades se limitan a una situación estanca, con la cartera de crédito actual, los riesgos inmobiliarios actuales y el crecimiento actual de la economía. Las agencias internacionales hacen estimaciones dinámicas, en las que las cifras que manejan solo tienen explicación si la economía española no sale de la atonía en el medio plazo y acrecienta los riesgos. Aunque no haya sido en las proporciones que las agencias decían hace un año, el deterioro ha sido creciente, como creciente ha sido la necesidad de capital, en parte ya atendida por el mercado. La principal duda que tiene que despejar el Gobierno es la del crecimiento. Sin este, el escenario de hoy solo vale para hoy. Ha apremiado a la banca a recapitalizarse, pero para recomponer el escenario del crecimiento se precisan más reformas, y seguramente más consenso político que el exhibido ayer en la validación de la reforma en el Congreso.

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