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Tribuna
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Cambios en el Ejecutivo, un golpe de efecto

Tras haber negado que fueran a producirse cambios en el Ejecutivo más allá del obligado por la cita electoral catalana, tras varios meses de rumores, el presidente del Gobierno, José Luis Rodríguez Zapatero, ha anunciado una remodelación en toda regla de su Gabinete, con la vista puesta en las elecciones autonómicas y municipales de 2011 y las generales de 2012. Se trata del octavo cambio en los seis años que llevaba gobernando. La cuestión es que ahora las circunstancias son totalmente diferentes, la crisis económica en la que se encuentra sumido el país, y de la que no parece levantar cabeza, ha provocando un descenso en la popularidad del presidente, hasta el extremo que todas las encuestas pronostican una caída en picado de la intención del voto del PSOE, lo que le haría perder la presidencia del Gobierno de la nación y de algunas de sus comunidades históricas, por no hablar de las capitales de provincia. Así, tras haber superado la tramitación de los Presupuestos Generales del Estado, la descafeinada huelga general del pasado mes (qué lección nos están dando los franceses), los recortes sociales, la bajada de sueldo de los funcionarios, etc., Zapatero ha considerado que es el momento adecuado para dar una vuelta de tuerca e intentar remontar el vuelo lavando la imagen del Ejecutivo.

Parece ser que el que va asumir el peso de enderezar el rumbo del Ejecutivo va ser Alfredo Pérez Rubalcaba, que no sólo no pierde la cartera de Interior sino que además ha sido nombrado vicepresidente primero y portavoz. No obstante, los índices de popularidad le sitúan como el ministro más valorado. De ahí que sean muchos los que estén afirmando que se ha colocado en una posición privilegiada para iniciar la carrera sucesoria si finalmente Zapatero decide no presentarse a las elecciones de 2012. Pero cuidado, que si por algo se ha caracterizado el Partido Socialista desde que Felipe González anunciara su abandono de la secretaría general ha sido por la victoria de los tapados. Válganos de ejemplo el mismo Zapatero, que tras el famoso pacto de la tortilla se hizo con la secretaría general del partido en un congreso federal en el que nadie apostaba por él, ante los pesos pesados que habían presentado su candidatura. Así que no pierdan mucho de vista a Carmen Chacón.

Sorprendente ha sido la recuperación de Ramón Jáuregui para la política nacional, más cuando todo señalaba que su carrera política estaba destinada a acabar en el cementerio de elefantes de Estrasburgo. Tal vez haya sido un guiño de Zapatero a la vieja guardia socialista, mientras que la entrada de Rosa Aguilar lo ha sido para los sectores más inclinados a la izquierda del partido. No obstante, como en otras ocasiones, el presidente no ha dejado de permitirse algún capricho personal. Que Trinidad Jiménez pase a Exteriores, tan al gusto por otra parte de ella, no deja seguir la misma pauta de comportamiento que con el nombramiento en su día de Miguel Sebastián, la recompensa a la fidelidad y amistad.

Este cambio de Ejecutivo implica varias cosas: primero, supone el final del primer zapaterismo, dada cuenta que la única que sobrevive es Elena Salgado; segundo, confirma dos fracasos personales del presidente, ya que desaparecen los Ministerios de Vivienda y de Igualdad; tercero, los recortes llegan tarde, ya que la crisis económica se ha cobrado miles de empleos, el déficit estatal se ha disparado, las prestaciones sociales se han contraído, etc.; cuarto, con la salida de Leire Pajín de la Secretaría de Organización y la entrada de Marcelino Iglesias, el PSOE también se reforma por dentro, y quinto, el Gobierno gana en peso político, al desaparecer de la primera línea del panorama político figuras tan controvertidas como Moratinos o Bibiana Aído.

Pero además, esta remodelación es un toque de atención al PP y a Mariano Rajoy. Zapatero no va a arrojar la toalla y un presidente, por muy herido que se encuentre, dispone de recursos inestimables para recobrar parte de la iniciativa perdida, y por tanto, recuperar parte del respaldo electoral perdido. Que no se engañe Rajoy, por mucho que digan las encuestas, el partido todavía no está ganado.

Gema Sánchez Medero. Profesora de ciencia política y de la administración de la universidad complutense

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