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Editorial
Es responsabilidad del director, y expresa la opinión del diario sobre asuntos de actualidad nacional o internacional

Buenos indicios, mucho trabajo por delante

Aunque España mantiene unos ritmos económicos preocupantemente bajos respecto a otros socios comunitarios, el crecimiento interanual del PIB del 0,6% del cuarto trimestre abre puertas a la esperanza. Especialmente si se compara con el trimestre anterior, cuyo aumento se limitó a un escuálido 0,2%. Unas exportaciones crecientes durante todo el pasado año y un consumo nacional que empieza a activarse han permitido la tímida recuperación. Por contra, la inversión en construcción -especialmente la residencial- continúa en caída libre, restando al crecimiento del PIB nada menos que seis décimas, la mitad de la aportación de la demanda externa.

Las empresas españolas -manufactureras, aunque también las de servicios- han demostrado una capacidad de adaptación digna de reconocimiento, aprovechando el fuerte tirón productivo de algunas economías europeas como la alemana. Lo que explica que, por la parte de la oferta, las ramas industrial y energética hayan sobresalido sobre el resto. No cabe, pues, dudar de la competitividad de las exportadoras españolas, capaces de ganar cuota a sus homólogas comunitarias. De hecho, tras las alemanas, las exportaciones españolas son las que más han crecido de Europa, duplicando a las británicas a pesar de que la libra ha disfrutado de una devaluación frente al euro.

Los expertos confían en que 2011 continuará la misma senda y las empresas nacionales desviarán su producción hacia los mercados foráneos. Es un comportamiento clásico del tejido industrial español, que acude masivamente a la exportación cuando se cierran los mercados domésticos. Para lo cual, acepta incluso reducir márgenes con tal de asegurar cuota suficiente para mantener los niveles productivos. Tristemente, esa capacidad de respuesta y contención de costes suele olvidarse cuando repuntan el consumo y la inversión nacional y una buena parte de las empresas optan por recomponer beneficios y abandonar los mercados extranjeros. Parte de esa economía sostenible a la que aspira el Gobierno se basa en asentar esa mentalidad exportadora, que tan buenos resultados da en tiempos de crisis, para que perdure generalizadamente en tiempos de recuperación.

Parte del éxito de las exportaciones del pasado año estriba en el decrecimiento del 2,3% de los costes laborales, en parte por la fuerte destrucción de empleo, aunque también por la contención salarial. Empresarios y trabajadores se han comportado, una vez más, sensata y responsablemente, garantizando la supervivencia de muchas empresas. No obstante, las cláusulas de revisión salarial, que podrían afectar al 40% de los convenios, ponen en peligro esa moderación salarial y podrían tentar a algunas empresas a imputar sobre los precios las subidas salariales. Lo que restaría atractivo a los productos españoles, pero además trasladaría a los costes la actual inflación -exógena al proceso productivo ya que deriva de subidas de impuestos y del encarecimiento internacional de las materias primas-, generando una perniciosa espiral de precios. En conclusión, menos competitividad para la economía española y menor poder adquisitivo a medio plazo para los trabajadores.

Sin embargo, la contabilidad nacional conocida ayer demuestra que el esfuerzo de la crisis está recayendo sobre los asalariados, que pierden peso en el reparto de rentas frente a los excedentes. Cabe incluir en esos pactos de contención salarial -a todas luces necesarios- fórmulas para repartir equitativamente los beneficios generados en las empresas, evitando así un descontento laboral que merme la recuperación. Nada mejor para ello que incluir la productividad como criterio salarial, medida propuesta sensatamente por la canciller Angela Merkel.

Una reforma que apuntalaría el débil repunte detectado en la economía española. Con todo, la principal rémora que lastra la actividad es el fuerte endeudamiento que padecen las finanzas privadas. La demanda nacional no repuntará con suficiente vigor hasta que familias y empresas amorticen los abultados créditos pendientes. La tibieza del consumo duradero evidencia este problema, al igual que la falta de inversión de las empresas. Afortunadamente, la recuperación del ahorro es una excelente noticia.

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