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Editorial
Es responsabilidad del director, y expresa la opinión del diario sobre asuntos de actualidad nacional o internacional

Bruselas debe exigir máximo rigor a Grecia

La agencia de calificación de riesgos Fitch redujo ayer la nota a las emisiones de deuda soberana de Grecia, sólo 24 horas después de que Standard & Poor's advirtiese que podría hacer lo propio en dos meses. Ambas decisiones son la materialización de los riesgos en los que estaba incurriendo la Administración griega, que ha permitido un desfase en las cuentas públicas de más del 12% del PIB, cuando ya contabiliza una deuda pública superior al 112%, muy por encima del umbral soportable para una economía tan poco consistente como la helena. Ayer, tras los anuncios de las agencias de calificación, los mercados apretaron las tuercas a Grecia, colocando la prima de riesgo medida por sus bonos en 225 puntos básicos, por encima de la de Turquía, y su Bolsa caía más de un 6%.

Acontecimientos similares a éstos han experimentado ya otros países, incluso algunos más ricos que Grecia, como Dubai hace sólo una semana. Pero el caso heleno tiene la particularidad de que se produce dentro del círculo selecto de economías por las que circula el euro, la divisa de Alemania o Francia, y cuya estabilidad tiene cuidadores tan reputados como el BCE, heredero del Bundesbank. La pregunta sin respuesta entre los inversores es si la Unión Monetaria Europea, pese a las imperfecciones de sus instituciones, permitiría la quiebra de uno de sus miembros. La zona euro no dispone de mecanismos reglados para sostener las finanzas públicas griegas; ni a través de su presupuesto (dispone de partidas de rescate para países ajenos a la zona euro), ni a través del BCE, ni a través de los Tesoros de sus socios. Pero bajo ningún concepto los administradores de la nueva moneda, que gana espacios financieros en el mercado de capitales, pueden permitirse el lujo de dejar caer a uno de sus socios. Sería demasiado para el euro. Un golpe del que tardaría años en recuperarse.

Pero no por evitar tal riesgo debe relajar las exigencias de rigor a Grecia, que ha practicado dudosas estratagemas de manera regular desde que se integró en la moneda única. Las cifras entregadas en el actual Plan de Estabilidad de Grecia son tan cuestionables como las que presentó en 2000 para entrar en el euro, y que se revelaron abiertamente erradas. Tan cuestionables que el Ecofin ha pedido un nuevo plan para enero, en el que no piensa transigir con plazos de gracia para lograr el 3% de déficit, cifra que, por otra parte, no ha alcanzado nunca Grecia. En él Atenas tiene que comprometerse a un recorte radical de gasto corriente y estructural, así como a reformas que den garantías de crecimiento sólido en el medio y largo plazo. Sólo así será creíble su regreso a la disciplina fiscal exigible a todo socio del euro. Si Bruselas y Fráncfort no endurecen su posición ante Atenas, existe el riesgo de nuevos ataques de los mercado a otras economías con desequilibrios fiscales, y de desandar el camino de rigor y estabilidad del euro.

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