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Columna
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El BCE y el euro

José Carlos Díez

Ayer se reunió el Consejo del BCE. Su comunicado mantiene un discurso muy laxo y no hay subida de tipos oficiales en el horizonte. Aunque mantienen que la recuperación de la economía europea sigue su curso, la realidad es que la tasa trimestral en el cuarto trimestre se estancó y las previsiones no son mucho más optimistas para el primero.

Los indicadores adelantados industriales anticipan una mejora en el segundo trimestre, pero gracias al impulso de la demanda exterior y la reciente depreciación del euro ya que las perspectivas para el consumo privado, especialmente en Alemania, siguen siendo preocupantes.

Por eso razón, la mayoría de preguntas en la rueda de prensa volvieron a ser sobre el nuevo episodio de la tragedia griega. El BCE ha anunciado que seguirá aceptando el descuento en sus subastas de liquidez bonos con calificación de grado de inversión hasta 2012, lo cual elimina la incertidumbre sobre la deuda pública griega, pero da igual. Los inversores hace tiempo que se han alejado de la senda de equilibrio basada en los fundamentales y se mueven por impulsos a base de titulares de prensa o rumores siempre intencionados.

El temor es la debilidad del euro, pero hace varias semanas que la tensión griega no afecta al resto de países periféricos ni a los diferenciales de la deuda privada, por lo que la depreciación del tipo de cambio es una bendición para la economía europea que está recibiendo un estímulo adicional. Una depreciación del 5% del tipo de cambio efectivo real es equivalente a una bajada de tipos oficiales del 0,25%.

Pero el debate sobre el euro es político y el BCE tiene poco más que hacer. Sin embargo, el debate está absolutamente adulterado ya que el principal problema de la eurozona no es Grecia, es Alemania. Los alemanes tienen la percepción de que son los paganinis del proyecto europeo y que la continuidad de Grecia en la eurozona pone en riesgo la estabilidad de su divisa y de sus ahorros en el futuro, algo que les aterra y que mantiene su enfermiza propensión al ahorro.

Angela Merkel ha adoptado la bandera del populismo y apoya las tesis de sus ciudadanos, por lo que ante esta situación en el que uno de los padres fundadores del proyecto europeo toma una posición contraria al desarrollo del mismo, lo más conveniente es que Merkel solicite la salida de Alemania de la Unión Monetaria.

Esta opción sí está contemplada en los tratados. Alemania recuperaría su antigua moneda -el marco- y el resto de países seguiríamos en el euro. Alemania mantiene un superávit corriente similar al de China y ante la expectativa de apreciación de su divisa -la paridad de 1999 está claramente infravalorada al igual que la moneda china- el marco se apreciaría con fuerza contra el euro resolviendo de una vez los problemas de competitividad que los alemanes nos han creado al resto de países.

El consumo privado alemán está estancado en la última década, por lo que de no haber sido por sus exportaciones al resto de socios, el caso alemán estaría próximo a la década pérdida japonesa. Una economía muy competitiva con fuertes crecimientos de productividad pero con crecimientos ridículos, caída de los salarios reales y deflación. Una depreciación del euro frente al marco alemán favorecería que los europeos exportásemos a Alemania y así el superávit comercial germano disminuiría, y el déficit español o francés también, y estaríamos más próximos al equilibrio que tanto nos gusta a los economistas.

El mayor problema sería para los inversores alemanes que han estado colocando sus excedentes de ahorro dentro de la eurozona y que tendrían minusvalías en sus inversiones en la misma proporción de la apreciación del marco alemán. Para las familias supondría una disminución de su riqueza y provocaría un desplome del consumo privado y una nueva recesión. Pero más dramático sería para el sistema bancario germano, ya que las minusvalías supondrían su quiebra que tendrían que pagar los contribuyentes.

Supongo que tras estos argumentos se entenderá mejor porque he calificado a Merkel de populista. Un estadista entendería este escenario y contaría a sus ciudadanos la verdad para evitar tomar decisiones que perjudiquen a las nuevas generaciones de alemanes.

Todos saldríamos perdiendo con la W germana y esperemos que, tras las próximas elecciones regionales, Alemania recupere el espíritu europeo. Pero, sin ellos, la eurozona seguiría siendo un gran mercado con una inflación estable y bajos tipos de interés.

José Carlos Díez. Economista jefe de Intermoney

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