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Tribuna
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¿Ahora le toca el turno a Estados Unidos?

Grecia es el canario en la mina de la deuda soberana que está afectando a todos los países desarrollados, particularmente en el sur de Europa. Sin embargo, EE UU no es una excepción. En 2010 el déficit superó los 1,6 billones de dólares, y durante este año fiscal se proyecta un déficit de 1,4 billones de dólares (9,9% del PIB). La deuda nacional ya ha alcanzado los 12,4 billones de dólares (85% del PIB), y se estima que alcance el 110% del PIB en 2015. Por último, la deuda pública neta equivale al 54% del PIB (o 7,5 billones) y la mitad de ella es con el exterior, con China como principal acreedor.

Ben Bernanke, presidente de la Reserva Federal, acaba de reconocer que "la actual evolución del déficit público es insostenible." Pese a todo, los bonos del Tesoro de EE UU a 10 años están tan solo al 3,2% (por debajo del 3,9% de junio del 2009), y los mercados no parecen particularmente alarmados por la posibilidad de impago ya que los tipos de interés de los bonos index-linked están tan sólo al 1%.

¿Cómo se explica esta situación? ¿Por qué son los mercados tan indulgentes con EE UU y se ceban con otros países como el nuestro? Es indudable, como han puesto de relieve destacados economistas, que EE UU tiene grandes ventajas como deudor. Por un lado la estructura de la deuda del país es diferente: el superávit de su sector privado permite al país cubrir parte de su déficit fiscal. Al mismo tiempo, tiene un banco central propio, la Reserva Federal, que es muy activo lo que permite que los tenedores de bonos no tengan que sufrir riesgos de liquidez. Además, EE UU goza de gran autonomía en sus policías económicas al disponer de tipos de cambio flotantes que en principio son menos vulnerables a los ataques de los especuladores y a los cambios de confianza de los mercados. El dólar, pese a todas las incertidumbres, sigue siendo la moneda de referencia y uno de los activos más creíbles (un safe haven).

Por otro lado, desde un punto de vista comparado, la economía estadounidense tiene un dinamismo, flexibilidad, niveles de productividad, y una capacidad de ajuste e innovación que ha permitido al país ser uno de los primeros en salir de la crisis y empezar a crear empleo. Por último es importante destacar que Washington tiene un historial de credibilidad intachable. Una de las grandes lecciones de esta crisis es que no hay economía sin política, y en este sentido el riesgo político en EE UU es menor que en la zona euro porque los mercados son conscientes de que llegado el momento, a diferencia de Europa, el gobierno estadounidense y la Reserva Federal tomarán todas las medidas que sean necesarias para mantener la solvencia.

Pese a todo hay consenso de que existe el riesgo de que EE UU pierda la confianza de los mercados si no demuestra que puede controlar sus cuentas públicas y mejorar sus finanzas. De acuerdo con las estimaciones del FMI, el país tendrá que hacer un ajuste fiscal equivalente al 8,8% del PIB (España del 9%).

Tal y como estamos observando en España el retraso a la hora de tomar medidas puede tener un efecto muy dañino. Una explosión de deuda pública aumenta los temores de impago y/o depreciación lo que lleva a una subida de los tipos de interés, con el consiguiente aumento del coste de financiación de la deuda, y que además perjudica al crecimiento, particularmente en países como EE UU o el nuestro, en que el sector privado está altamente endeudado.

El presidente Obama es consciente del problema y ha creado una comisión bipartita que propondrá soluciones después de las elecciones legislativas de noviembre. Pese a todo, el ritmo de consolidación fiscal no es todavía tan acelerado como en la zona euro ya que en EE UU el Gobierno tiene todavía muy presente que aquí nos enfrentamos a dos riesgos: el primero es que nos convirtamos en una nueva Grecia; pero el segundo (muy real) es que nos convirtamos en un nuevo Japón, donde la contracción fiscal, los errores en políticas macroeconómicas y la crisis bancaria llevaron a la deflación del 1997 y a una década perdida. Es importante recordar esto en un momento en que las presiones son uniformes en la dirección de la consolidación fiscal.

Sebastián Royo. Catedrático de ciencia política de la Universidad de Suffolk, EE UU

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