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Lealtad, 1
Análisis
Exposición didáctica de ideas, conjeturas o hipótesis, a partir de unos hechos de actualidad comprobados —no necesariamente del día— que se reflejan en el propio texto. Excluye los juicios de valor y se aproxima más al género de opinión, pero se diferencia de él en que no juzga ni pronostica, sino que sólo formula hipótesis, ofrece explicaciones argumentadas y pone en relación datos dispersos

De la subvención al precio del suelo

Por fin, una medida económica sensata, de medio plazo y adaptada a la realidad del país. Una flor en medio de este invierno económico siberiano, seco y ventoso. Ayer se anunció el final de un mecanismo fiscal surrealista, como ha sido -y será hasta finales de 2011- la transferencia directa de renta del contribuyente al especulador inmobiliario y, por el camino, al banco.

Queda por ver si nadie se echa atrás, pues la ilusión fiscal provocada es terreno abonado para el populismo barato y pacato, y hay elecciones en 2012. Ojalá la medida llegue a puerto, pues eliminaría una de las distorsiones que han llevado a la situación actual.

En todo caso, conviene empezar por el principio ¿A quién beneficiaba? No se trata de una subvención que facilite el acceso a la vivienda -la compra del primer piso-. Antes al contrario. Cierto es que subvenciona la primera vivienda que se compra. Pero, cuando esta vivienda estaba pagada, o casi pagada, el comprador estaba incentivado a seguir en la rueda inmobiliaria: vende la casa y se rehipoteca para comprar una más grande, con dinero del contribuyente. El resultado no ha sido una menor carga hipotecaria para las familias españolas -a la vista está-; la subvención se ha ido a precio y a actividad bancaria. Ha sido otro incentivo para no bajarse nunca de la rueda del ladrillo, un refuerzo para una demanda irreal. Lejos de facilitar el acceso a vivienda, lo ha complicado como jamás se había visto, al subvencionar, en definitiva, la especulación con un bien de primera necesidad. Y, ahora que se habla de efecto expulsión, cada año unos 4.000 millones de impuestos han inflado la burbuja que desincentivó otras actividades productivas a largo plazo y que ha hipotecado un país para décadas.

Su eliminación a dos años vista tiene el riesgo de provocar una inflación artificial de precios, retrasando lo inevitable. Y la posible ventaja de reactivar un mercado que, congelado, no da salida a un stock que sigue siendo un lastre para la economía. No hay una medida perfecta, y muchos la habríamos preferido algo más agresiva. Pero, desde luego, es una buena noticia. nrodrigo@cincodias.es

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