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Rescate a la banca

El fin de semana que España ya no se tuvo en pie

El cuarto rescate de la zona euro llega tras la presión de unos socios impacientes por resolver el problema de la banca española.

El fin de semana que España ya no se tuvo en pie
El fin de semana que España ya no se tuvo en pieREUTERS

Hay fines de semana en que la agitación se prolonga más allá de la noche del domingo. Y otros que comienzan a animarse mucho antes del viernes por la noche. A la primera categoría pertenece aquel fin de semana de mayo de 2010 que concluyó un miércoles con Rodríguez Zapatero anunciando el recorte del salario de los funcionarios y la congelación de las pensiones. Y a la segunda, el que arrancó el pasado martes con unas infaustas declaraciones del ministro de Hacienda, Cristóbal Montoro, y desembocó el sábado por la tarde en un acuerdo para que los "hombres de negro" desembarquen por fin en Madrid.

Este último fin de semana, el más importante de la historia reciente de la economía española, ha dejado al país anonadado. Y con una tremenda resaca política difícil de superar.

Pero tras el inevitable dolor de cabeza llega el momento de recordar "lo ocurrido ayer", como el presidente del Gobierno, Mariano Rajoy, definía pudorosamente a mediodía del domingo el innombrable rescate de la banca española anunciado 17 horas antes.

Y para ponerse en pie de nuevo hace falta también repasar la secuencia que lleva a España a convertirse en el cuarto cliente de un fondo de rescate de la zona euro al que ningún país se acerca voluntariamente.

El primer empujón para obligar a España a entrar en el garito con sede en Luxemburgo llegó el pasado martes, cuando el G-7 anunció a bombo y platillo la celebración de una de esas teleconferencias que siempre se realizan en secreto.

La cita delató la impaciencia y la inquietud de los siete países más industrializados del planeta (EE UU, Japón, Alemania, Reino Unido, Francia, Italia y Canadá) con un problema localizado en el sector financiero español. Y durante la conversación telefónica, Washington y el resto de capitales redoblaron la presión sobre Berlín y Madrid para que zanjaran sus diferencias sobre el proceso de recapitalización de la banca española.

El Gobierno de Rajoy propugnaba una reforma del fondo de rescate de la zona euro para permitir la inyección directa de capital europeo en las entidades en dificultades sin necesidad de lastrar las cuentas públicas del Estado. Berlín rechazaba tajantemente esa posibilidad.

La ofensiva española había ganado importantes adeptos, desde el Banco Central Europeo al Gobierno francés de François Hollande. Y los argumentos de Madrid han llegado a imponerse hasta el punto de que se da casi por seguro que la reforma del fondo acabará llevándose a cabo porque tiene toda la lógica económica. "Si tenemos una unión monetaria (...) debemos tener instrumentos en los actuales fondos para poder recapitalizar los bancos", señaló en Bruselas la semana pasada el ministro de Economía, Luis de Guindos.

Pero el Gobierno de Rajoy era consciente de que no le bastaba con convencer: debía imponer sus tesis de manera urgente. El tiempo se le agotaba tras el descalabro de Bankia. Las prisas y el nerviosismo enconaron la pugna con Berlín. Hasta el punto de que Madrid llegó a advertir que estaba en juego el estallido de toda la zona euro. Craso error, según algunas fuentes.

"España se equivoca si piensa que puede acorralar a Alemania diciendo que Europa tiene un problema", susurraba el pasado miércoles un alto cargo comunitario a punto de montarse en el coche oficial. "El problema es español y Europa puede echar una mano, pero no al revés", sentenciaba con evidente conocimiento de causa.

Solo unas horas después, el Ejecutivo de Merkel daba un manotazo y aplastaba definitivamente la insidiosa reclamación española. Desde el Ministerio de Finanzas alemán y a través del diario El País se daba a España una última oportunidad: un rescate para el sector financiero con arreglo a las normas actuales del fondo, es decir, con cargo al presupuesto del Estado. Para hacerlo más tentador se añadía que, si España lo deseaba, el préstamo se canalizaría a través del FROB, aunque eso no variaba nada el temido impacto del rescate en las finanzas de España y en su imagen ante los mercados.

El Gobierno dio la callada por respuesta en un vano intento de ganar tiempo. Y aseguró, por boca de varios de sus principales miembros, que no tomaría una decisión hasta conocer "dentro de 10 o 15 días" el resultado de la valoración de los activos bancarios que están realizando dos consultoras internacionales. "No entendemos a qué está esperando España", se desesperaban fuentes europeas. "¿Por qué no acepta ya lo que se le ofrece y zanja las dudas de todo el mundo sobre su sector financiero?".

La respuesta era sencilla. El Gobierno temía y teme el coste político y económico de la operación. Por un lado, Rajoy se convierte en el presidente que ha tenido que pedir ayuda. Y por otro, España se expone a que el rescate parcial alimente las dudas de los inversores internacionales sobre la deuda española y desencadene un rescate total.

Fuentes de la Comisión reconocen que "ese riesgo existe". Y a falta de garantías sobre cómo mitigarlo, España se negó a aceptar la solución que se le ofrecía. Pero el pulso, a juicio de Bruselas, resultaba suicida. Y la CE observaba alarmada las luces rojas en el panel de mando de la economía española.

La posibilidad de una estampida de los inversores parecía cada vez más inminente tras una subasta del Tesoro -el jueves- que colocó casi todos los títulos entre unas entidades españolas que ya copaban dos tercios de los bonos de su propio país, el porcentaje más alto en toda la zona euro.

Esa misma noche se disparó la enésima alarma: la agencia Fitch rebajó tres escalones de un golpe la calificación crediticia de España, otro batacazo que dejaba al país en el rellano del fondo de rescate. Solo unas horas antes, casualmente o no, se veía salir de la sede de la Comisión Europea en Bruselas a Klaus Regling, el hombre gris que regenta en Luxemburgo la Facilidad Europea de Estabilidad Financiera (FEEF) o fondo de rescate. "Desde luego no será una agencia de calificación la que nos obligue a tomar decisiones", descartaba el departamento de Olli Rehn, comisario europeo de Asuntos Económicos.

El pronóstico se cumplió. Porque la puntilla la dio una agencia de noticias el viernes por la mañana nada más abrirse los mercados. Reuters, con fuentes alemanas y comunitarias, anunciaba la convocatoria de una reunión a distancia del Eurogrupo (Consejo de Ministros de Economía de la zona euro) para aprobar el rescate de la banca española. A partir de ese momento, la zona euro entró en un torbellino, con Berlín guardando un silencio cómplice con la noticia y Madrid negándose a aceptar la evidencia. "Hay cosas que solo se comunican cuando ya han sucedido", justificó Rajoy el domingo los repetidos desmentidos de su Gobierno sobre la reunión del Eurogrupo. "Este tipo de negociaciones no se pueden televisar ni radiar", añadió.

Pero los otros actores del drama sí que bombardearon por radio y televisión la resistencia española. El mismísimo presidente de EE UU, Barack Obama, dio una rueda de prensa en la Casa Blanca sobre "la situación económica" que se centró en la "necesidad de que Europa recapitalice cuanto antes los bancos frágiles", un eufemismo para referirse sin nombrarlos a Bankia y compañía. "La presión internacional va ser enorme si Europa llega a la reunión del G-20 18-19 de junio con el problema sin resolver", advertía un alto cargo de la Unión Europea.

La premura de tiempo a este lado del Atlántico no era menor. La celebración de elecciones generales en Grecia (17 de junio) y la posibilidad real de que gane un partido de izquierdas (Syriza) que defiende la renegociación del programa de la troika para ese país inquieta sobremanera en las instituciones europeas. Bruselas y el resto de capitales han advertido a la población griega que una renegociación de los ajustes podría desencadenar su expulsión de la zona euro. Y una amenaza de tal calibre no se podía mantener con España expuesta a un contagio insoportable. El BCE no podía permitirse ese escenario y poco después de Obama también urgió a una "solución urgente" del problema español.

De modo que el viernes por la noche la zona euro decidió dar el último empujón a España hacia un rescate bancario de hasta 100.000 millones de euros. Fuentes comunitarias confirmaron a CincoDías que la teleconferencia del Eurogrupo se celebraría el sábado a las 16.00 horas "pida España o no pida el rescate". La convocatoria acorralaba definitivamente al Gobierno: sin acuerdo se encontraría el lunes muy vulnerable ante unos mercados que "en estos momentos, tienen una reacción epidérmica a cualquier señal de riesgo", como describían fuentes de la Comisión. Para exacerbar esa sensibilidad, el FMI adelantó de madrugada un informe que describía la crisis bancaria de España como "la peor que ha sufrido el país en su historia moderna". La suerte estaba echada.

La teleconferencia apenas duró tres horas y De Guindos anunció acto seguido (19.30 del sábado) que "España está dispuesta a pedir asistencia financiera". El ministro aclaraba que "no se trata de un rescate", sino "de un préstamo en condiciones ventajosas". Pero el Eurogrupo dejaría claro que se trata de una intervención parcial con arreglo a las normas actuales, que algunos países (como Holanda) incluso quisieron endurecer. Todos los ministros, sin embargo, coinciden en el objetivo del plan: evitar que España se derrumbe del todo.

Posturas de los protagonistas

Alemania. El Ejecutivo alemán puso el dedo en la llaga al negarse a aceptar la fórmula más deseada por España: la inyección directa de capital a la banca sin pasar por el Estado. Ante su negativa, cobró fuerza la idea de canalizar el rescate a través del FROB.BCE. El presidente de la institución, Mario Draghi, fue muy crítico con la gestión del Gobierno en el rescate de Bankia y reclamó un ejercicio rápido de transparencia para el sector.Estados Unidos. El presidente Barack Obama se sumó también el viernes a una petición que ya era un clamor, al afirmar que Europa debía resolver ya la situación de sus bancos más débiles.

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