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Nuevas turbulencias en Europa

Las agencias de calificación, cuestionables pero inevitables

Sus opiniones siguen marcando las decisiones de inversión

Nuestros ratings son solo una opinión, únicamente una opinión". Con este argumento defendieron los representantes de Standard & Poor's a la compañía, cuando esta fue llamada a declarar ante el Senado estadounidense, al hilo de su actuación en la quiebra de Lehman Brothers, calificada con categoría de inversión hasta instantes antes de su caída. De hecho, al emitir sus evaluaciones, Standard & Poor's siempre recuerda que no deben ser tomadas como una recomendación de inversión. Días antes de recortar la nota a nueve emisores soberanos europeos -entre ellos, España, que bajó dos escalones, a la categoría de A, con perspectiva negativa, a cinco pasos de ser calificada como bono basura- la controvertida firma de solvencia publicó un informe en el que recomendaba a los inversores que no se obsesionaran con la triple A, porque "es una nota muy difícil de obtener en estos momentos". El presidente francés, Nicolas Sarkozy, afirmó el lunes en Madrid con cierto desdén que "ninguna agencia" le va a dictar la política económica. El presidente del BCE, Mario Draghi, también aconsejó no hacerles tanto caso. La industria de inversión cuestiona sus métodos de análisis, la superficialidad de sus conclusiones, su sentido de la oportunidad y su impacto en las cotizaciones. De acuerdo. Pero, al final, el mundo entero está pendiente de lo que hacen las conocidas como the three sisters (las tres hermanas): S&P, Moody's y Fitch Ratings. Unos y otros reconocen que, para bien y para mal, las agencias de calificación son hoy imprescindibles.

"Un inversor responsable no debe apoyarse únicamente en el criterio de las agencias de calificación. Pero las firmas de rating proporcionan una función vital de análisis imparcial que sirve para que los gestores de carteras tengan unos estándares generales que alineen riesgo y rentabilidad. Sin esos estándares, las métricas de riesgo y rentabilidad serían muy difíciles de definir", explica Martin Harvey, gestor de Threadneedle.

Los expertos advierten que la imperceptible reacción del mercado al último recorte de S&P no debería ser interpretado como una pérdida de influencia total de las agencias. "En realidad, cuando el mercado toma nota es cuando la agencia avisa de que va a revisar la calificación, no cuando se materializa esa revisión", explica Marian Fernández. "Son una buena indicación. Que una agencia de rating haya visitado a un emisor indica que, al menos, hay un estudio", añade Fernández.

Lo que sí que se cuestiona es su sentido de la oportunidad. Las agencias de rating solo tienen la obligación de informar a las entidades 12 horas antes de publicar la valoración y pueden hacerlo cuando quieran. "S&P ha actuado justo en el momento en que más impulso se está dando en Europa al ajuste fiscal. Deberían estar más reguladas. El que nadie sepa cuándo van a pronunciarse les resta credibilidad", valora Natalia Aguirre, responsable de análisis de Renta 4.

El ejemplo de Portugal

La decisión de S&P de degradar a Portugal a bono basura hizo que la deuda a 10 años pasara el lunes del 11% al 13,7%, ante la salida masiva de inversores cuya referencia es invertir solo en bonos con solvencia garantizada. "Esto enseña que da igual lo que pienses de las agencias de rating. La realidad es que importa lo que decidan", explica Mike Riddle, gestor de M&G Investments.

Esto no excluye una revisión a fondo del modus operandi. "Siguen siendo una referencia, pero están obligadas a ser más rigurosas", valora Cristóbal Amorós, de Amorós Arbaiza Inversiones.

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