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El FMI se convierte en el árbitro de la guerra de divisas pero no avanza en un armisticio

El Fondo Monetario Internacional se ofreció a dirimir las disputas sobre tipos de cambio que están emergiendo y el sábado recibió de sus 187 miembros el placet para hacerlo.

Tras su reunión el sábado, el Comité Financiero y Monetario de esta institución -su órgano de gobierno - acordó que el Fondo debe "profundizar su papel" en el ámbito de los flujos de capitales y los movimientos de tipos de cambio. Pero para el problema abierto ya en canal no hay una respuesta inmediata y es difícil que esta llegue en la cumbre del G20 que se celebrará el mes que viene en Corea del Sur.

Tanto el secretario del Tesoro estadounidense, Tim Geithner, como el ministro brasileño de finanzas, Guido Mantega, han reiterado que el Fondo debe ayudar a crear iniciativas para que los países puedan favorecer el crecimiento de sus economías sin perjudicar al resto en un contexto de estrecha globalización. Strauss-Kahn dijo el sábado en la rueda de prensa tras el Comité que el Fondo será "analista, juez y árbitro" pero advirtió que el problema no son en si las monedas sino los desequilibrios en el crecimiento que permiten que haya países con grandes superávits como China o Alemania y otros con importantes déficits como EE UU. Tanto desde este último país como desde el Fondo se ha pedido a los países emergentes que incrementen su demanda y consumo interno.

La guerra de las divisas, que es como ha sido calificada la situación por el propio director gerente del Fondo, Dominique Strauss-Kahn, tiene varios frentes abiertos. Desde EE UU y la UE se reclama a China que deje fluctuar libremente su moneda sin gran éxito, para poder competir con este gigante comercial, y desde países emergentes como Brasil se pone el énfasis en el hecho de que la recuperación no está llegando a los países desarrollados y los capitales están migrando a economías en desarrollo que ven cómo sus divisas se están apreciando considerablemente por este motivo. Algunos de estos países como Filipinas, Corea, India, Mailasia y la propia Brasil, entre otros, están interviniendo para frenar la escalada y culpan a la devaluación del dólar, muy influido por la política monetaria de estímulo de la Fed, de causar un efecto en cascada en las monedas que está ligadas a esta divisa. Además se han establecido controles a las entradas de capitales en algunos casos.

El temor de los responsables de las instituciones internacionales es que de la confrontación con las divisas, de la que advirtió Mantega hace apenas dos semanas, se pase al proteccionismo, un fenómeno que ya se dio en el pasado, durante la Gran Depresión, y que amplió los efectos de esta.

El FMI, con su responsable a la cabeza en un papel determinante como negociador, quiere aumentar la vigilancia sobre los protagonistas clave de esta disputa, EE UU, zona euro, Japón, China y Reino Unido, y verificar con informes sobre "efectos colaterales" simultáneos como las políticas económicas de estas potencias perjudican a las otras. El Fondo también quiere poner en marcha una "iniciativa de estabilidad sistémica" con la que los analistas de esta institución puedan alertar de los desequilibrios globales.

Pero más allá de la supervisión el poder real del FMI se limita a ser presuasivo porque no tiene instrumentos para promover la cooperación entre sus miembros y China ya ha dicho en todos los foros relevantes que no tiene intención de apartarse de su camino gradual hacia la libre fluctuación, un camino que muchos perciben como estancado. A esto se añade el hecho de que China ni siquiera tiene la representación en el Fondo que le garantizaría su peso económico al igual que muchos de los países emergentes cuya cuota es desproporcionadamente menor que la de los países desarrollados. El hecho de que el acuerdo para transferir parte de la cuota de unos a otros siga sin resolverse elimina una cierta legitimidad a la acción del Fondo. Strauss-Kahn, que simpatiza con la posición de los emergentes comentó el jueves, no obstante, que este mayor papel venía acompañado de una mayor responsabilidad en el reequilibrio económico. La infrarrepresentada China ya ha dicho que ha cumplido con su parte.

Pese a la actual situación de espera y conflicto, en el comunicado redactado tras la reunión, los 187 países miembros del Fondo dijeron que se comprometen a rechazar el proteccionismo "en todas sus formas" como elemento clave "de nuestra respuesta coordinada a la crisis". Los miembros aseguran que tiene un "fuerte compromiso" para asegurar un crecimiento "fuerte, sostenible y equilibrado". El problema es que la coordinación internacional que se alcanzó una vez que estalló la crisis en otoño de 2008 está agrietándose, algo de lo que ya ha alertado con preocupación en los últimos días Strauss-Kahn.

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