Entre los booms y las crisis

El importante peso que en la economía española ha tenido y sigue teniendo el sector del ladrillo explica la trascendencia que los sucesivos periodos de crisis inmobiliarias han tenido en la sociedad española. En 30 años el sector ha vivido tres. Muy duras. La surgida a partir del alza del petróleo en los años setenta, la de principios de los noventa y la actual.

En 1978 el número de viviendas en España era inferior a los 14 millones; en 2010 superaba los 26 millones. Hace tres décadas los coletazos de la subida del petróleo servían para descargar tenebrosos augurios sobre la industria promotora. Ahora es la tormenta financiera la que sostiene el pesimismo sobre el desarrollo del resto de sectores, en especial sobre el inmobiliario. Sin que necesariamente se trate de una relación causa-efecto, los periodos de contracción inmobiliaria han venido precedidos de etapas de fuerte crecimiento. Entre 1985 y 1992 España vivió una bonanza de la construcción. En esos años el precio de la vivienda en el país experimentó el mayor incremento relativo de Europa; los ciudadanos dedicaban a la adquisición de casas al menos el 50% de su renta disponible, un fenómeno que en ese momento era nuevo, pero que ahora nos resulta familiar. En 1992 se habían iniciado en España 210.000 pisos. En 1993 había más de dos millones de viviendas deshabitadas. Entre 1998 y 2007 el mercado vivió otra explosión. En 2005 se concedieron permisos para edificar 800.000 casas, a pesar de que había más de 3,3 millones sin ocupar. En 1978 cotizaban en Bolsa más de 40 promotoras. Hoy hay menos de 10 compañías representativas del sector en el parqué. El desarrollo de la industria está ahora, más que nunca, en manos de los bancos. La crisis actual del sector es, si cabe, mayor que las anteriores, porque también el boom precedente fue de mayor magnitud.