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Unión Europea

El negocio de hacer lobby florece en los pasillos de Bruselas

¿Por qué 2003 es el año internacional de los discapacitados? ¿Por qué los concesionarios de distribución de automóviles podrán seguir siendo exclusivos hasta 2005? ¿Por qué las ofertas libres de impuestos desaparecieron de los vuelos intracomunitarios? La respuesta se encuentra, entre otros factores, en la victoria de los grupos de presión ante órganos de decisión política como la Comisión Europea presidida por Romano Prodi.

Cientos de estos grupos pululan por Bruselas, la capital europea de una industria que intenta que la burocracia comunitaria no aplaste los intereses de sus representados. 'El lobby es el contrapoder', define Daniel Guéguen desde su experiencia de más de 30 años. Guéguen, presidente de Clan, una consultora especializada en asuntos europeos, constata que 'ha habido una explosión y ahora hay grupos por todas partes'. Aun así, augura un ingente potencial de crecimiento, porque 'en Europa estamos al comienzo de la historia de este sector'.

Hace sólo 20 años, esos grupos de presión, conocidos genéricamente con el vocablo inglés lobby, ni siquiera habían empezado a hollar los pasillos de las instituciones comunitarias. Hoy, varias estimaciones hablan de más de 2.500 grupos operando en la capital comunitaria, entre consultoras, asociaciones industriales y organizaciones no gubernamentales.

La actividad crece a un velocidad vertiginosa, pero todavía no cuenta con un marco regulador concreto.

'La autorregulación es lo mejor para el sector', defiende el europarlamentario socialista británico Michael Cashman, ponente del Parlamento Europeo en materia de acceso a documentos y transparencia en las instituciones europeas. 'Sólo si falla, se debería contemplar la creación de un código de conducta obligatorio'. Guéguen discrepa totalmente, aún a sabiendas de que su postura a favor de 'un fuerte control' no cuenta con muchos adeptos en el gremio. 'He visto ya demasiadas cosas desagradables a causa de la autorregulación', suspira. æpermil;l mismo fundó en 1996 la primera escuela europea para formar especialistas en lobby y firmas como la británica Hawksmer preparan periódicamente seminarios de dos días, a más 999 libras esterlinas por plaza, para enseñar estrategias y tácticas de lobby adaptadas a las instituciones europeas.

La próxima cita de Hawksmer (24 y 25 de marzo) cuenta ya con 35 inscritos, según indica Melanie Crocker desde Londres. La lección sobre ética y códigos de conducta la impartirá una vez más un representante de una de las organizaciones profesionales del sector, la Society of European Affairs Professionals (SEAP), que promueve la autorregulación y representa sus propios intereses ante las instituciones comunitarias.

La SEAP impone a sus miembros un estricto código que incluye la obligación de declarar al interés al que se representa. Los firmantes se comprometen, además, a respetar la confidencialidad de los documentos que obtengan en el ejercicio de su actividad y a no comerciar con esa información. Y el código prohíbe, por supuesto, acciones fraudulentas como el soborno o el chantaje.

Los profesionales lamentan que su actividad todavía evoque oscuros fantasmas entre muchos ciudadanos europeos. 'Lobby es una palabra maldita en algunos países', reconoce la española Lucila Rodríguez-Alarcón, consultora en Clan, 'pero en Bruselas es un derecho de cualquier organización con intereses específicos'.

Enrique Tufet-Opi, director en la firma WeberShandwick/Adamson, niega que 'defendamos un dossier a muerte porque sí' y recuerda que 'el primer contacto con un cliente consiste en evaluar sus argumentos y valorar lo que es defendible no sólo desde un punto de vista ético, sino también del marco jurídico o político'.

Trasparencia es la receta del sector para poder cumplir su misión de interlocutor de la sociedad civil en el juego democrático. Las fuentes consultadas reconocen los avances en ese sentido y califican al Parlamento Europeo como 'una lección de democracia y participación'. Roberto Ferrigno, director de la Oficina europea de Medio Ambiente, uno de los lobbies más antiguos de Bruselas, recuerda que hasta hace poco 'los grandes grupos industriales se reunían cerca de Bruselas y dictaban la agenda de la Comisión'.

Eso es hoy historia, según el sector, y de hecho, opina Guéguen, 'el éxito de un lobby nunca está ligado al presupuesto. La clave ya no es tanto el número de personas que se representan como la efectividad de la campaña que se organiza', añade. La eficacia de las ONG, a las que todo el sector reconoce una excelente profesionalidad, son buena prueba del cambio. 'Son un lobby muy bueno, aunque a veces ellas mismas no lo quieran reconocer', señala Tufet-Opi. 'Y algunas tienen más gente que los departamentos de relaciones públicas de muchas multinacionales'.

Con el desarrollo de la actividad han surgido otras amenazas, como la excesiva dependencia de contratas de las propias instituciones comunitarias. 'La CE está externalizando muchos de sus estudios y a veces la frontera entre consultora y lobby es demasiado difusa', alerta Rodríguez-Alarcón.

Las áreas susceptibles de presión también han aumentado, sobre todo después de que el Parlamento Europeo asumiera mayores competencias a partir de 1992. Estas prácticas han reportado éxitos tan rotundos como el obtenido por la ciudad de Shanghai en su candidatura para celebrar una exposición universal en 2010.

Tacto, credibilidad y una agenda, las mejores armas

Suave, pero firme. La labor de los lobbies ha de ser tan sutil y certera como la de un reflexoterapeuta, porque la presión debe estimular los proyectos legislativos y preservar los intereses que se defienden. 'Hay que hablar con las personas adecuadas en el momento exacto, ni cinco semanas antes de que adopte una decisión ni un día después', aconseja Viktor Sundberg, director de Asuntos Europeos en la multinacional Electrolux. 'A menudo las empresas llegan tarde y entonces cunde el pánico'. El europarlamentario británico Michael Cashman considera imprescindible 'un conocimiento exacto del calendario y la agenda de las instituciones para que la labor de presión sea eficaz'. La información que se haga llegar a los funcionarios o a los parlamentarios debe ser precisa y verosímil. 'La relación debe ser de dar y recibir', afirma Robert Mourik, mánager de asuntos europeos en la compañía telefónica Vodafone, 'y la credibilidad y la red de contactos deben cimentarse día a día'. Cashman añade que 'ayuda mucho si además de planteársenos un problema se nos sugiere cuál podría ser la solución'. 'Hay que ser siempre constructivos', coincide Simon O'Connor, consultor en la firma WeberShandwick. El fracaso de la campaña para mantener las tiendas duty free enseñó al sector que las proclamas apocalípticas dan pocos resultados. La lección contraria se aprendió con la directiva sobre residuos electrónicos. Las empresas afectadas, como Electrolux, y las ONG medioambientales, influyeron en el texto gracias a su positiva actitud.

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