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La crisis del encaje

Los despidos en Caudry, cuna global de la lencería de lujo, auguran un mal año para el sector.

Una modelo luce lencería
Una modelo luce lencería

Vestiría Audrey Hepburn braguitas de mercadillo en Desayuno con diamantes? Sólo con imaginarlo se desmonta el icono de la elegancia femenina en el que se convirtió. ¿Lo hizo alguna de las chicas Bond? Todos sabemos la respuesta: no. La ropa íntima, dicen los sexólogos, influye sensiblemente en la impresión que se llevan de sus parejas tanto los hombres como las mujeres en sus encuentros más privados. Y la lencería de alta costura, como todos los productos de lujo, pretende transmitir, entre otras, las ideas de sutileza y buen gusto.

Pero puede que todo esto peligre. En el pueblo de Caudry, al norte de Francia, se fabrica la mayoría de la lencería y los encajes de lujo que se venden en todo el mundo -sumándole la producción de la vecina Calais llega al 80%-. Chanel, Dior o Valentino son algunas de las firmas que tienen allí sus fábricas. Por primera vez en tres décadas, los telares de Caudry han reducido su producción. Los despidos se multiplican, y se teme que la situación vaya a peor a medida que los manufactureros asiáticos adquieran máquinas similares a las usadas en Francia. En 2008 se quedaron sin empleo el 13% de los 800 trabajadores de la industria textil de Caudry, asegura Edith Mery, líder del principal sindicato del sector. Toda una tragedia para un pueblo de tan solo 14.000 habitantes.

Para que nos entendamos, ¿en qué se distingue la lencería de alta gama de la normal? Según los modistas, en el patronaje y el diseño de las prendas, en la calidad de sus materiales, en los acabados y en los pequeños detalles o adornos que las embellecen. Y según la mayoría de consumidoras, en el precio: las piezas pueden costar diez veces más lo que las de calidad estándar.

Las fábricas textiles del pequeño pueblo francés suministran, entre otros, a Chanel, Dior y Valentino

Los fabricantes españoles de lencería de lujo reconocen que se avecinan tiempos difíciles. Pero son optimistas. 'Trabajamos con Caudry y Calais, la cuna del encaje leavers, desde que empezamos en esto. Han pasado dificultades muchas veces, pero siempre han acabado saliendo adelante'. Habla Núria Sardà, directora creativa de Andrés Sardá, una de las firmas nacionales de lencería de alta gama más respetadas en el extranjero.

A pesar de que la crisis se ha notado en el sector, las cosas no parecen ir tan mal. La firma española Teleno incluso aumentó sus beneficios en el pasado ejercicio. Su salvación: el sujetador Aumentax, una especie de Wonderbra de última generación que sale a unos 50 euros -el precio de los sujetadores de gama media ronda los 12-. 'Hemos cerrado 2008 con un crecimiento del 20% y un producto líder en ventas, y esperamos seguir así este año', comenta Alfonso Pérez Carballo, consejero delegado de la firma. Entre enero y abril de 2007, Teleno registró unas pérdidas de 445.000 euros. En el mismo periodo de 2008 obtuvo un beneficio de 500.000 euro. Y en lo que va de año han experimentado un crecimiento del 15%.

En Andrés Sardá, en cambio, notaron que se resintieron las ventas. Este año esperan mantenerlas en España y 'crecer en el extranjero, ampliando y mejorando la red de distribución', reflexiona Núria Sardà. Eso sí: siguiendo con los sujetadores, la firma que vistió a las burbujas de Freixenet 2008 -representadas por el equipo olímpico de natación sincronizada- no los vende por menos de 80 euros.

'Creo que la crisis trae consigo un cambio de modos de consumo. La compra compulsiva se acaba y ahora se es más exigente con la calidad', argumenta Sardà, 'así que sólo aguantaremos los que estemos a la altura'. Esperemos que esto no influya en la vestimenta de las futuras Hepburn.

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