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'El beso', de Doisneau, alcanza en una subasta 185.000 euros

La belleza escapa a las modas pasajeras'. Once años después de la desaparición del fotógrafo Robert Doisneau, el gran 'pescador de imágenes', como él solía definirse, su reflexión se impone como una sentencia póstuma. Pero la belleza también tiene precio. Su ya mítica imagen El beso (Le baiser de l'Hôtel de Ville) fue subastada ayer en París por una cifra récord: 185.000 euros, gastos incluidos. Se trata de una sublimación del amor espontáneo en una época, los años cincuenta, todavía pudorosa, que cobra de nuevo, 55 años después, toda su fuerza.

El original del cliché, que capta el beso de dos enamorados paseando por la majestuosa plaza del Ayuntamiento de París, se subastó ayer en la casa Artcurial Briest Poulin Le Fur, la cuarta en el ranking nacional, en la capital gala y rodeado, una vez más, de la misma leyenda de antaño.

El precio de salida era de 10.000 euros. Pero un comprador suizo anónimo pagó por el original del cliché 155.000 euros, lo que se considera un récord en fotografía, en medio de una gran expectación en la sala. A esta cifra habrá que sumarle otros 30.000 euros de gastos.

La ambigüedad sobre la espontaneidad de la instantánea fue alimentada por el propio autor. Hasta los años noventa no reconoció que los protagonistas habían posado

En 1950, Doisneau recibió un encargo de la revista Life para realizar un reportaje sobre los enamorados en París. Se sirvió entonces de un café en el bulevar de los Inválidos como atalaya y observó a una pareja de enamorados. Françoise Bornet y Jacques Carteaud eran entonces dos jóvenes estudiantes en la escuela de arte dramático René Simon que aceptaron posar para él.

Pocos días después del encuentro, el fotógrafo envió a su protagonista la imagen, marcada con un número de serie del propio reportero. Fue ésta la prueba que años después serviría para desenmascarar a la retahíla de impostores que juraban en cartas enviadas a Doisneau haberse reconocido en la imagen y que costó al fotógrafo noches de insomnio e incluso un proceso judicial.

La ambigüedad sobre la espontaneidad de la lucrativa instantánea, que alcanzó un auténtico récord de ventas, 410.000 ejemplares vendidos hasta 1992, fue alimentada por el propio Doisneau. No fue hasta los años noventa cuando el autor rompió el hechizo. En una entrevista a un semanario cultural francés, su autor explicó: 'Nunca me hubiera atrevido a fotografiar a gente de esa forma. Enamorados que se besuquean en la calle, raramente son parejas legítimas'. Y durante 40 años, la leyenda nutrió el imaginario de quienes veían en la fotografía la expresión más espontánea del romanticismo parisiense.

El beso es quizá la expresión más conocida de la búsqueda de Doisneau por retener el momento presente, ante el miedo a desaparecer, una obsesión que le llevó a querer 'parar este tiempo que huye'. La ligereza y el humanismo de sus clichés ensalzaron aún más su postura militante contra las guerras, sus inquietudes sobre el capitalismo, en definitiva, una profunda reflexión sobre lo superfluo.

La protagonista de la imagen, Françoise Bonet, que ahora tiene 75 años, dedicará los fondos obtenidos a crear una productora de cine para ayudar a los jóvenes talentos creadores de documentales.

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