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Seguridad en los buques pesqueros

Los armadores 'militarizan' sus flotas contra la piratería

Pescanova y los grupos atuneros invierten en radares de largo alcance; en cámaras de infrarrojos y térmicas y en aviones espía para que sus pesqueros eviten los asaltos.

El repunte de la piratería en el océano Índico, la capacidad de los asaltantes para llevar cada vez más lejos el radio de acción de sus ataques y los problemas de las fuerzas que integran la operación Atalanta de la UE para garantizar al 100% la seguridad de los buques que navegan por las aguas del este de África y de la Península Arábiga están obligando a los armadores a tratar de proteger sus flotas con la compra de equipos más propios de embarcaciones militares que de civiles.

Los más activos a la hora de tomar estas medidas han sido algunos de los propietarios de los buques atuneros españoles que faenan en el Índico (grupos como Albacora, por ejemplo) y el grupo Pescanova. Ni la empresa gallega ni la patronal Opagac (Organización de Productores Asociados de Grandes Atuneros) han querido facilitar información sobre este asunto.

Sin embargo, tanto fuentes del sector pesquero como fuentes de la defensa confirmaron que los propietarios de los atuneros y de los palangreros están realizando inversiones y negociando la adquisición de distintos tipos de dispositivos para mejorar la seguridad de sus flotas.

"Ya han invertido una cantidad de dinero considerable en estos equipos y están dispuestos a seguir haciéndolo", subrayaron las fuentes citadas.

Caso llamativo

El caso más llamativo es el de Pescanova. El 28 de diciembre del año pasado, los piratas secuestraron el Vega 5, uno de los barcos de su filial Pescamar, empresa mixta con capital de Mozambique que faena en las aguas del país africano. El asalto pilló por sorpresa a la compañía, ya que se produjo muchas millas más al sur de lo que venía siendo habitual en este tipo de acciones. De pabellón mozambiqueño, el pesquero solo contaba con dos españoles en la tripulación (capitán y contramaestre, práctica habitual en Pescamar) y no disponía de seguridad privada.

Tras este suceso y con el objetivo de prevenir futuros secuestros, el presidente de Pescanova, Manuel Fernández de Sousa, decidió dar un salto cualitativo en la seguridad de la flota de su filial: unos 40 palangreros que faenan en una extensión de 400 kilómetros, acompañados por tres buques nodriza congeladores.

En primer lugar, llegó a un acuerdo con el Gobierno de Mozambique para incorporar dos militares del país en cada uno de sus pesqueros en labores de seguridad y, como publicó en marzo la prensa gallega, le facilitó la compra de una docena de lanchas neumáticas fabricadas por la española Neuvisa (filial de Rodman). Estas lanchas son similares a las que usan la Guardia Civil y la Agencia Tributaria con dos salvedades: son más potentes (alcanzan los 60 nudos de velocidad) y tienen una cabina blindada. Estas pangas con tripulación militar patrullan por la zona en la que opera Pescamar como medida disuasoria.

Pescanova ha barajado, incluso, apoyar a Mozambique para que complete esta flota con la adquisición de dos o tres patrulleras (más grandes que las lanchas), explicaron las fuentes consultadas.

Jefe de seguridad

En segundo lugar, Pescanova decidió en febrero contratar como jefe de seguridad de su filial a Javier Mollá Ayuso, exoficial de Infantería de Marina, con amplia experiencia en el país, según información pública de su perfil profesional. Su labor es la de supervisar y coordinar a todos los integrantes del dispositivo de protección de los pesqueros.

Como tercera gran medida, los responsables del grupo gallego optaron por dotar tanto sus pesqueros como sus lanchas militarizadas con equipos tecnológicos que refuercen su seguridad. Para ello han mantenido conversaciones con distintas empresas del sector para que le presentaran ofertas de sus productos. Según las fuentes consultadas, entre las sociedades contactadas figuran compañías españolas, estadounidenses o israelíes.

El interés del grupo estaba centrado, sobre todo, en radares de largo alcance y en sistemas de cámaras optrónicas. En el primer caso, lo que se pretende es contar con equipos de alerta temprana, que permitan detectar con precisión cualquier embarcación sospechosa a gran distancia.

"Si eres capaz de detectar una posible amenaza a 13 millas en vez de a 3 o 4, tienes mayor margen de maniobra para iniciar la huida o para preparar la defensa por parte del equipo de seguridad", explicaron las mismas fuentes. En este caso, el problema es que no vale cualquier tipo de radar para lograr este objetivo, sobre todo cuando se trata de localizar las neumáticas de los piratas, que apenas tienen un perfil que sobresalga del mar y que no tienen elementos metálicos significativos que puedan ser detectados.

En cuanto a los sistemas optrónicos, el grupo gallego quería equipar su flota con cámaras con infrarrojos para visión nocturna, de largo alcance y que, además, puedan tener sensores térmicos, de manera que detecten el calor humano.

Pescanova ya ha encargado unos sistemas de este tipo tanto para sus 40 palangreros como para los buques nodriza congeladores. Para hacerse una idea de la inversión necesaria, estos sistemas optrónicos pueden tener un precio de compra cercano a los 60.000 euros la unidad (sin incluir la instalación y el mantenimiento).

Otras de las adquisiciones que han manejado los responsables del grupo tienen que ver, por un lado, con una plataforma de tiro con control remoto (lo que se conoce como RWS, por sus siglas en inglés), que supondría la instalación de una torreta con una ametralladora pesada que se puede manejar (tiro, recarga, etcétera) a distancia. Un sistema, sin embargo, que es considerablemente caro y que, además, tiene muchas complicaciones legales a la hora de la contratación si el comprador es una empresa civil.

Por otro, en la empresa estudian la compra de algún modelo de avión no tripulado (UAV por sus siglas en inglés), embarcable y de pequeño tamaño, con el que podrían vigilar desde el aire los movimientos de cualquier embarcación sospechosa en la zona en la que faenan. No obstante, para cubrir todo el área en que trabajan los barcos de Pescamar harían falta, al menos, media docena de aviones espía de este tipo (la mitad volando y la otra mitad, listos para el relevo) y el consiguiente sistema de control y de recepción de la información que capten las aeronaves.

En el caso de las flotas de atuneros, que en su mayoría navegan bajo pabellón español, el interés de los armadores se centra en unos sistemas de radares y de cámaras más potentes, sin descartar la posible incorporación, también, de aviones no tripulados. No obstante, su situación es distinta a la de Pescanova: sus barcos son más potentes y modernos que los palangreros, cuentan con seguridad privada a bordo (el contratista único es el grupo Segur) y trabajan en el área protegida por los buques militares de la operación Atalanta.

Pese a ello, barajan inversiones adicionales en medios que les permitan mejorar la seguridad pero, también, ser más eficaces en su labor de pesca. Contar con radares más sofisticados les permitiría, además de controlar a los piratas, detectar mejor los movimientos de los bancos pesqueros. Aplicaciones que también pueden tener los aviones no tripulados y los equipos optrónicos más sofisticados.

La cifra

7,68 millones de euros pagan armadores, autonomías y Gobierno por la seguridad privada en los atuneros para 2010 y 2011.

Una veintena de secuestros y 338 rehenes en el Índico en lo que va de año

Los ataques de los piraras en el océano Índico se multiplican, pese a la presencia militar internacional en la zona y la seguridad privada en muchos de los buques. Según datos del Departamento de Defensa estadounidense, el número total de secuestros comunicados se ha multiplicado por siete en solo tres años y el éxito de los asaltos volvió a repuntar en 2010, tras dos años de retroceso, pasando del 22% a casi el 30%.Según la base de datos del International Maritime Bureau (la referencia en este campo), desde enero y hasta finales de abril se habían registrado en el área de Somalia un total de 117 intentos de abordaje o ataques, con el resultado de 20 buques secuestrados, la toma de 338 rehenes y la muerte de siete personas.En total, en estos momentos, los piratas somalíes o de la zona mantienen 26 buques secuestrados, con 518 personas a bordo.El último incidente reportado es el que afectó el pasado día 17 al buque español Alakrantxu, auxiliar del pesquero Alakrana, atacado por una lancha con cinco piratas cuando se encontraba a 160 millas al sudeste de Dar Es Salaam (Tanzania).

Los piratas suponen unos costes cercanos a los 6.000 millones

El coste total que la piratería ha supuesto para el sector marítimo en 2010 oscila entre los 4.900 y los 8.300 millones de dólares (entre 3.425 y 5.800 millones de euros), según el informe The Economics of Piracy elaborado por la consultora especializada Geopolicity. Estos costes incluyen el pago de rescates, de servicios de seguridad privada, el uso de nuevas rutas marítimas o el aumento de las primas por parte de las aseguradoras, entre otros conceptos.El documento prevé que el impacto económico de los asaltos puede elevarse hasta los 13.000-15.000 millones de dólares en 2014 (9.085-10.485 millones de euros).La consultora advierte de que el número de piratas, que ahora es de unos 15.000, puede duplicarse para 2016.

El precio medio de los rescates se multiplica por 12 en tres años

El precio medio de los rescates que los armadores o los Gobiernos de los países con nacionales secuestrados están pagando a los piratas para lograr su liberación va en aumento. Algo que no hace sino incentivar los asaltos contra todo tipo de buques.Según el último informe elaborado por la GAO (el auditor público estadounidense) con datos del Pentágono, desde 2007 y hasta el año pasado la cantidad total que el sector naviero ha pagado a los piratas en concepto de rescates ha pasado de los 3 millones de dólares al año a más de 7,5 millones de dólares (de 2 millones de euros a 5,2 millones de euros). El precio medio pagado por buque se ha incrementado de 300.000 dólares a más de 4 millones (de 210.000 euros a 2,8 millones).

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