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CincoRed

La UE planta cara a EE UU... con enorme dificultad

Europa se mantiene en la carrera tecnológica del siglo XXI a pesar de decepciones como Galileo.

Europa trata de no descolgarse de la carrera tecnológica que lidera EE UU. De vez en cuando, incluso recorta distancias con éxitos clamorosos como la creación del estándar de telefonía móvil GSM, que cubre más de 200 países y supera los 2.000 millones de clientes. Pero a veces también pierde el resuello.

Hoy mismo, los ministros de Transportes de la UE intentarán en Luxemburgo reflotar el proyecto Galileo, la tentativa comunitaria para independizarse del sistema de navegación por satélite que EE UU desarrolló con fines militares a partir de los años 50. Medio siglo después, Europa busca desesperadamente 2.400 millones de euros para lanzar los 30 satélites necesarios para informar a un usuario sobre la latitud, longitud y altitud del punto donde se encuentra.

Por ahora, sólo hay una certeza: la industria europea se niega a asumir el riesgo comercial del proyecto por lo que el dinero deberá proceder de fondos públicos. Y una gran interrogante: ¿dispone la UE de los recursos necesarios para una factura que previsiblemente se disparará? La duda amenaza la viabilidad de Galileo, sobre todo, si se tiene en cuenta que el GPS, según cálculos del departamento estadounidense de Defensa, costó (entre lanzamiento de los satélites y mantenimiento) unos 14.000 millones de dólares... a precios de 1995.

Torvald, creador del Linux, no dudó en trasladarse a Silicon Valley

La europea Skype ha pasado a manos del gigante 'online' de EE UU, Ebay

A pesar de todo, Europa se ha anotado importantes tantos en su competencia con EE UU. Muchos de ellos, gracias al genio individual de algunos investigadores o a la excelencia poco reconocida de algunos centros de investigación.

Al comisario europeo de Industria, Gunter Verheugen, por ejemplo, le gusta mencionar la invención del MP3 en Alemania como muestra de la creatividad europea. El finlandés Linus Torval cosechó otro desafiante éxito con el desarrollo del sistema operativo Linux que ha servido de base para el movimiento mundial del software libre que tanto inquieta a Microsoft.

No por casualidad, Alemania y Finlandia son dos de los países que más recursos dedican a I+D, en concreto, el 2,5% y el 3,4% de su producto interior bruto respectivamente. 'El nivel de innovación de esos dos países está por encima del de EE UU', recuerdan en la CE. 'Y son una prueba de que Europa no tiene un problema con la calidad de sus investigadores, sino dificultades a la hora de trasladar los resultados al mercado'.

El MP3, de hecho lo explotan sobre todo empresas estadounidenses. Y Torvald no dudó en trasladarse a EE UU, atraído, sin duda, por la presencia de grandes comunidades científicas como la que reside de Silicon Valley. La misma dirección siguen cada año miles de millones de euros de las europeas europeas, invertidos en investigación... al otro lado del Atlántico. 'El problema es que ningún país europeo tiene la masa crítica necesaria para generar un mercado que permita a las empresas rentabilizar una fuerte inversión en innovación', reconocen en la Comisión.

El batacazo de Galileo, sin ir más lejos, refleja algunas de las carencias que lastran el desarrollo tecnológico de la UE en su conjunto. En primer lugar, la falta de una industria militar y aeroespacial comunitaria que canalice, como en EE UU, fondos multimillonarios hacia la investigación.

La inversión en educación tampoco alcanza, según los expertos, los niveles estadounidenses. 'En 2003, el gasto anual de EE UU en educación superior supuso el 2,9% de su producto interior bruto, mientras que la zona euro sólo representa el 1,2%', lamentaba esta misma semana el presidente del Banco Central Europeo, Jean-Claude Trichet, en una conferencia sobre reformas estructurales organizada por el instituto de estudios The Lisbon Council de Bruselas. Trichet defendió que 'se permita e inste a las universidades a buscar recursos complementarios en el sector privado' y que 'se supriman las barreras legales o de otro tipo que impiden los proyectos de cooperación entre universidades y empresas'.

La Comisión Europea también atribuye a ciertas actitudes culturales la renuencia de la sociedad del Viejo Continente a subirse sin miramientos al carro de la innovación. 'El tirón de la demanda es fundamental a la hora de desarrollar tecnologías', explica el departamento comunitario de Empresa. 'Y en términos generales se puede decir que los consumidores europeos son más conservadores que los estadounidenses, donde es más fácil rentabilizar la comercialización de un producto nuevo'.

El empresariado europeo, además, suele ser mucho más precavido a la hora de apostar por nuevos servicios o productos, mientras que el llamado capital semilla en EE UU triplica el de la UE. Incluso éxitos de origen europeo tan rotundos como Skype acaban en manos de compañías estadounidenses como Ebay, que no dudó en pagar más de 2.000 millones de euros por el programa de telefonía por Internet en el año 2005.

Otras veces, las innovaciones europeas caen víctimas de su propia cortedad de miras. Fue el caso, para algunos analistas, del Minitel francés, un precursor de Internet que nunca se planteó llegar más allá de la frontera del Hexágono.

En Francia surgió también, con la ayuda del Reino Unido, la revolución del Concorde, el único avión supersónico comercial hasta la fecha. Su magnífico perfil se ha convertido en un icono de la imaginería industrial del siglo XXI. Pero la gestión paraestatal del proyecto lo convirtió en un elefante blanco casi imposible de mantener. Claro que, otras veces, el fracaso procedió del poderío asiático. Ese fue el caso del CD-I, un sistema para reproducir vídeos y juegos, que fue barrido por la llegada de máquinas como la PlayStation de Sony.

Otros éxitos y fracasos jalonan la carrera tecnológica entre la UE y EE UU. Los expertos advierten, sin embargo, que la batalla de la competitividad no depende de hitos históricos por deslumbrantes que sean. 'Debe ser una lucha diaria para mejorar la calidad de los productos, el servicio, el marketing, el outsourcing', recomiendan en la CE.

El éxito más clamoroso, la tecnología móvil GSM

El llamado Global System for Mobile communications (GSM) se ha convertido, probablemente, en el mayor éxito de la industria tecnológica europea de los últimos 20 años. El proyecto comenzó en 1982 cuando las operadoras nórdicas y holandesas propusieron desarrollar un estándar para la telefonía móvil. Poco después, Bruselas aprobó una directiva en la que se requería a los estados miembros que reservasen frecuencias en la banda de 900 megaherzios para permitir el roaming.Tras varios años de trabajo, en 1989, el Instituto Europeo de Estándares de Telecomunicaciones (ETSI) definió al GSM como un estándar aceptado internacionalmente. En 1990 y 1991 se realizaron las pruebas y a principios de 1992 empezó su actividad el primer operador, la finlandesa Oy Radiolinja.En los años siguientes, el GSM se extendió por toda Europa, eliminando poco a poco el sistema analógico (conocido en España como Moviline). Fuera del Viejo Continente, mantuvo una dura pugna con los sistemas digitales norteamericanos CDMA y TDMA. La disputa se centró en zonas como China y Latinoamérica. Y países como Perú, Brasil o Venezuela optaron por las tecnologías estadounidenses.Pero, finalmente, el sistema europeo salió victorioso. El motivo, según algunos expertos, fue la doble opción estadounidense. De hecho, durante varios años, esa dualidad provocó que en EE UU, los teléfonos que se comercializaban en ciertos estados no funcionaban en otros. Otros apuntan a la mayor facilidad del GSM para impulsar la escalabilidad hacia tecnologías que han permitido el acceso a los datos y a internet con mayor velocidad como el GPRS, el EDGE y finalmente el 3G.En la actualidad, según la GSM Association, hay más de 2.000 millones de usuarios con esta tecnología con un total de 700 operadores en 218 países. Incluso, hasta EE UU adoptó la tecnología por la presión de operadoras como T-Mobile y posteriormente Cingular (ahora AT&T).

50.000 millones

El presupuesto de la UE cuenta con 50.521 millones de euros para el programa comunitario de I+D desde 2007 hasta 2013. La mayor parte debe destinarse a becas de investigación. Pero el proyecto Galileo, abandonado por el sector privado, podría absorber parte de los fondos.

El fracaso franco alemán en su reto a Google

Quaero, palabra latina que significa 'yo busco'. æpermil;ste era el nombre que recibió el proyecto francoalemán para desarrollar un motor de búsqueda en internet que pudiera competir con Google y Yahoo. El proyecto fue presentado en abril de 2005 por el presidente francés, Jacques Chirac, y el canciller alemán, Gerhard Schröder, sus valedores.En las previsiones iniciales, el plan atraería una inversión de entre 1.000 y 2.000 millones de euros en un plazo de cinco años. La financiación procedería de los estados francés y germano, mientras que la tecnología sería aportada por empresas como las galas Thomson, Exelead y France Telecom, y las germanas Siemens, Deutsche Telekom y Arvato (filial de Bertelsmann). Sin embargo, la colaboración entre ambos países en este proyecto concluyó a finales de 2005 con la victoria en las elecciones de la CDU de Angela Merkel. Diversos miembros de su gabinete manifestaron que se abandonaba el plan de Quaero para concentrarse en un proyecto doméstico denominado Theseus.De todas maneras, según algunas publicaciones especializadas, el desencuentro entre ambas partes también se manifestó en el aspecto industrial. Los franceses apostaban en centrar las búsquedas en el ámbito multimedia, mientras los germanos eran partidarios de basar las búsquedas en los textos.Ahora, según han comentado algunos de los participantes franceses en el proyecto, el Quaero va a quedar como un sistema de búsqueda para la comunidad científica. En algunos países europeos no se descarta volver a poner en marcha un proyecto de estas características, pero, su éxito comercial parece complicado, especialmente por el dominio que mantienen Google, Yahoo y Microsoft.

Los satélites de galileo, más en el aire que nunca

'La Pac en el espacio', fue la definición para Galileo de The Economist. El semanario ultraliberal británico temía que el sistema europeo de navegación por satélite extendiera a la industria aeroespacial los multimillonarios subsidios que la política agrícola común reparte desde hace años entre los agricultores.Las principales compañías europeas del sector acudieron a tan jugoso reclamo. Y en un politizado concurso de adjudicación, Bruselas aceptó que los dos consorcios aspirantes se conchabaran para unificar su oferta de construcción.La pirueta no tardó en abocar al fracaso. Las ocho compañías implicadas (entre ellas, Hispasat y AENA) han sido incapaces de coordinar su actuación. Y ante el riesgo comercial de la operación, han decidido no seguir adelante sin que el erario público avale toda la inversión. l La Comisión Europea defiende ahora que el erario público asuma toda la financiación. Y ante las previsibles estrecheces presupuestarias no se descarta que se reduzca el número de satélites y, en consecuencia, la exactitud del sistema. l La decisión final se espera el próximo otoño.

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