Iberia y British, una fusión imprescindible

Se cumple un año desde que los dos primeros espadas de Iberia y British Airways lanzaron el proceso de fusión entre ambas aerolíneas y los más pesimistas aseguran que, tras 12 meses, seguimos sin movernos de donde estábamos.

En realidad, las relaciones entre la aerolínea británica y la española cumplen cada año varios aniversarios. El primero, en una tarta que luce ya 12 velas, celebra que el 26 de mayo de 1997 British Airways y American Airlines tomaron un 10% en el capital de Iberia.

El segunda efemérides rememora aquel día de marzo de 2006 en el que la firma de inversión TPG anunció su intención de lanzar una opa por el 100% de Iberia a la que después se sumaría British Airways como socio industrial y con una opción para terminar tomando la mayoría.

El tercer motivo anual de celebración en la relación entre las dos empresas es el ya citado del anuncio del inicio del proceso de fusión del 29 de julio de 2008. Como consecuencia del arranque de este proyecto, British ha elevado su participación en Iberia hasta el 13,5% y la española irrumpió en el accionariado de su socio con un 10%.

De esta ya larga serie histórica de acuerdos, flirteos y compromisos que nunca ha llegado a culminar, se deducen con facilidad dos evidencias. La primera, que Iberia ha pasado de ser al principio un simple y pasivo objeto de absorción o compra por un operador hegemónico mundial mucho más potente que él a convertirse en un presumible socio que aspira a concretar una fusión entre casi iguales.

La segunda evidencia demuestra que las relaciones entre las dos compañías se han desarrollado en territorios de conflicto. Ya sea en su primera versión de simple colaboración, en su segunda fase de absorción de la española por la británica o en el último episodio donde se ha planteado la fusión de ambas, las promesas de unión nunca han llegado a consumarse.

La boda entre Iberia y British no es un asunto sencillo como el paso de los años ha dejado sobradamente demostrado. No obstante resulta interesante plantearse como hipótesis de trabajo qué ocurriría si ambas dieran su relación por terminada y estuvieran abocadas a lidiar en un escenario en el que tuvieran que rehacer su vida por separado.

Tras el deterioro patrimonial que ha sufrido durante los últimos ejercicios, ¿puede aspirar British a liderar una integración con cualquier aerolínea grande para disputar la hegemonía a los otros dos colosos del sector, Lufthansa y Air France-KLM? Ambos, por una vía o por otra, han sabido cumplir sus deberes de consolidación con mucha más efectividad que la británica.

En el caso de Iberia, ¿aceptaría la aerolínea española acercarse ahora a los dos gigantes citados para mendigar una integración en la que su actual situación y tamaño no podrían asegurarle una participación accionarial en la resultante que superara el 30%?

En el universo de la aviación comercial ha llovido demasiado durante la última década y más aún en los últimos años. El tiempo perdido en escarceos por Iberia y British ha sido utilizado por sus competidores para consolidar posiciones.

Recuperar la desventaja

Al argumento sólido de la existencia de una gran complementariedad entre sus operaciones que siempre ha justificado e impulsado la boda entre la británica y la española, se suma ahora la razón de la urgencia: sólo un enlace rápido entre ambas puede volver a colocarlas en una posición competitiva de relativa igualdad con las apuestas que lideran Air France y Lufthansa.

El nombramiento como nuevo presidente de Iberia de Antonio Vázquez puede marcar nuevo un hito que dé el impulso definitivo a la integración con British Airways. Sería dramático para ambas empresas que en julio de 2010 tuviéramos que celebrar el segundo aniversario del anuncio de la fusión.