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A fondo

Funambulismo sin red en las energías renovables

El miedo al fracaso, a perder la comunicación con el Ministerio de Industria en la definición de su próxima regulación, a una decisión unilateral sobre su normativa publicada en el Boletín Oficial del Estado atenaza las gargantas y hace cauto al sector de las energías renovables. Han dado toda la guerra que han podido, en los medios de comunicación y entre los grupos parlamentarios. Las empresas han expresado su opinión, en bloque y por separado. Han dado que hablar. Y ahora, tras ser recibidos por fin por el propio ministro de Industria, Miguel Sebastián, la unidad y la discreción se hacen consigna. Se juegan mucho y el próximo mes y medio es vital.

¿Por qué es tan importante? Fundamentalmente, porque no hay dinero, el entorno de crisis es muy desfavorable y las primas a las renovables incrementan ese agujero llamado déficit de tarifa que ronda ya los 20.000 millones y no va a parar de crecer. Esa deuda, contraída por los consumidores con las grandes eléctricas por decisión del Estado y que supone que todos los costes de generación eléctrica no se cubren con la tarifa y, por tanto, se difiere su pago año tras año, planea y centra el núcleo de los problemas planteados por el ministerio a las patronales de renovables. Y ha de estar pagado por completo en 2013. Dado que no es posible incrementar el recibo de la luz sin pagarlo políticamente, hay que recortar costes de donde se pueda. Y ahora, la sangría para el ministerio se da en estas tecnologías limpias.

Por eso, tras ese ambiente de "diálogo abierto y constructivo", subyace una tensión que remite a un duelo sobre cable sin red. Cada paso se estudiará al milímetro, ponderando cada consecuencia y siempre con el peso de que la situación es "insostenible". No se pueden pagar 6.000 millones anuales a estas instalaciones.

Sin embargo, las renovables son las pagadoras de un problema más amplio: la definición del mix energético a largo plazo. Los compromisos europeos fijan que las energías limpias han de cubrir un 40% de la generación eléctrica para alcanzar el 20% pactado del consumo final en 2020. El ministerio diseñó un modelo que cumplía ese propósito e incluso lo superaba y lo incluyó en los llamados Pactos de Zurbano, para alcanzar un acuerdo con los grupos parlamentarios ahora.

Pero un 40% de generación eléctrica renovable supone repartir el 60% del resto de la tarta con el gas, el petróleo y el carbón y ahí las tiranteces crecen. Porque las empresas hicieron unas previsiones y sus ciclos combinados no producen las horas que se habían presupuestado. Y menos en un invierno lluvioso y ventoso como este último, en el que la energía eólica ha cubierto varias veces el 40% de una demanda energética disminuida por la crisis. Ya no hay 5.000 horas anuales de producción de gas y se alzan las espadas. "¿Por qué pagar a unas tecnologías más improductivas y menos maduras cuando no se costean las tradicionales?", señalan los críticos. "Bajemos un poco el ritmo de desarrollo de éstas mientras hay crisis y amorticemos lo tecnológicamente eficiente", dicen.

Por eso, cualquier cifra de recorte de primas que se baraje ahora es inútil y baladí. No es lo relevante. Lo importante es cómo va a definir el Gobierno el mix energético y cómo va a conjugar los compromisos del Decreto del Carbón, los 23.000 megavatios de ciclos combinados y los pactos europeos de generación con renovables. Ese es el debate.

Bajo la amplia sombra de las oponentes de las renovables, a las que no se les puede negar un peso específico en la economía española, discurre esta negociación. Bajarán las primas con total seguridad, y raro es el empresario renovable que no admite que se puede hacer y que es adecuado para cumplir los objetivos a largo plazo de competitividad con los combustibles fósiles. Pero hay miedo a dibujar la propuesta.

Para empezar, ¿qué primas hay que recortar? ¿Sólo las de instalaciones a futuro? La sangría de los 6.000 millones continuará así. ¿Es viable recortar las de las plantas inscritas en el Registro de preasignación de retribución del Ministerio de Industria y aún en construcción? ¿Y la prima de las que están en marcha? Las empresas saben que la ley permite hacerlo, con todos sus riesgos de credibilidad para el país, siempre y cuando se de un plazo transitorio y se respeten las tasas de rentabilidad que establece la Ley del Sector Eléctrico. El problema es que se desembolsaron unas cantidades para construir las plantas en función de esta retribución prometida a 25 años y un cambio obligaría a renegociar créditos y a dificultades de pago. Sin embargo, no es descabellado y hay fuentes que apuntan que "una rebaja en este sentido permitirá adaptar el sector a las circunstancias y garantizará su crecimiento". Porque si no se rebajan las primas, su futuro es muy complicado.

¿Crecerá entonces el mercado? El registro de Industria limitó el volumen de instalación anual para las renovables y parece que este coto se entiende "como un éxito" en la planificación. Menos primas y el mismo mercado supone paralizar al sector, al menos hasta 2013. Y tratar de resucitar entonces a la industria española que no tenga mercado en el extranjero, será una ardua tarea, si no un imposible.

El reto está ahora en las propuestas porque el ministerio no se quiere equivocar. La pelota está en el tejado de las renovables, hay que ver cuánto pueden sacrificar por su supervivencia. Sus pasos delimitarán un porcentaje en el mix relevante para ellas y para el resto de las tecnologías. Es por ello que andan sobre cable sin red. Cualquier paso en falso es una pérdida.

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