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Crónica de Manhattan
Análisis
Exposición didáctica de ideas, conjeturas o hipótesis, a partir de unos hechos de actualidad comprobados —no necesariamente del día— que se reflejan en el propio texto. Excluye los juicios de valor y se aproxima más al género de opinión, pero se diferencia de él en que no juzga ni pronostica, sino que sólo formula hipótesis, ofrece explicaciones argumentadas y pone en relación datos dispersos

La hora de la doctrina Powell

Hubo días en 2008 en los que se vio el abismo financiero. Estaba cerca. Lo dijo John Mack, responsable de Morgan Stanley, y cientos de personas que trabajan en la industria del dinero. En octubre de ese año, el secretario del Tesoro, Henry Paulson, puso en marcha un controvertido plan de ayuda a la banca que seguía uno de los principios de la conocida como doctrina Powell (Colin Powell, ex secretario de Estado). A saber, una vez que hay que enfrentarse a un problema, hay que hacerlo con toda la artillería.

Paulson fue el responsable del TARP, el plan de ayuda a la banca, dotado nada más y nada menos que con 700.000 millones de dólares. Otras agencias como la Fed y el Fondo de Garantía de Depósitos sacaron además todas las herramientas guardadas en sus armerías para poner freno a la crisis.

Barack Obama recogió el testigo y siguió ayudando a la banca con determinación para apuntalar el sistema financiero y la industria automovilística. La banca está ya curando sus heridas y aunque no fluyen los préstamos (lo que desespera a las autoridades), la mayoría de los bancos está ganando dinero o reduciendo pérdidas. Ahora la gran fisura y la gran tarea por delante está en otro lado: el empleo.

Y si los responsables del Ejecutivo y el legislativo quieren hacer algo por mantener el suyo (hay elecciones al Congreso en 11 meses) lo mejor será volver a aplicar la doctrina Powell al acuciante problema del paro. Eso es lo que ha sugerido el Nobel de economía Josep Stiglitz. "Para atacar el problema del desempleo debemos evitar repetir los errores que se han hecho continuamente para responder a la crisis que supone: hacer demasiado poco y hacerlo muy tarde".

Los americanos empiezan a estar preocupados por la cuenta que tendrán que pagar por las recetas keynesianas para salir de la crisis, pero aun así, y según recogía una encuesta de Bloomberg, dos tercios de ellos están a favor de que se dedique más gasto a las infraestructuras y seis de cada 10 apoyan que se destine más dinero a energías alternativas para estimular al mercado de trabajo. Los recortes fiscales para que las pymes se animen a contratar gozan del favor de 7 de cada 10. Eso significa que hay apoyo popular a las medidas que quiere poner en marcha Barack Obama y que fueron presentadas como una propuesta la semana pasada. Ahora el Congreso debe aprobarlas.

Stiglitz no es el único economista que cree que la batalla hay que darla ahora en el frente laboral. De 51 economistas consultados por The Wall Street Journal sobre este particular, 27 afirmaban que el Gobierno debe poner en marcha políticas que fomenten el empleo.

Porque se está ahora cerca de otro abismo. Desde que EE UU tiene estadísticas de empleo, 1948, solo ha habido otro momento tan malo como este (en los ochenta). Además, la tasa de infraempleo es ahora del 17,2% y que el paro de larga duración es el más elevado de la historia. Lo que los economistas dicen es que enmendar la crisis del empleo va a tomar mucho tiempo.

David Rosenberg, de Gluskin Sheff, dice que para ver en América "algo que se parezca de cerca al pleno empleo, necesitamos crear 18 millones de puestos de trabajo en los próximos cinco años, es decir, más de 300.000 al mes".

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