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A fondo
Análisis
Exposición didáctica de ideas, conjeturas o hipótesis, a partir de unos hechos de actualidad comprobados —no necesariamente del día— que se reflejan en el propio texto. Excluye los juicios de valor y se aproxima más al género de opinión, pero se diferencia de él en que no juzga ni pronostica, sino que sólo formula hipótesis, ofrece explicaciones argumentadas y pone en relación datos dispersos

Grecia coloca a Europa ante su Rubicón fiscal

Grecia, por segundo año consecutivo, ha vuelto a colocar a la zona euro contra las cuerdas. La respuesta, de nuevo, será un multimillonario rescate por parte de la UE y el FMI, pergeñado el viernes en Atenas y que añadirá unos 60.000 millones de euros a la factura de 110.000 millones de 2010.

Pero el desastre presupuestario de Atenas supone en esta ocasión un desafío político e institucional de mucha mayor envergadura que el suma y sigue financiero. La irresponsabilidad de la clase política griega ha llevado a la Unión Monetaria hasta orillas de un Rubicón fiscal que nadie había osado hasta ahora cruzar. Sobre todo, porque no tiene marcha atrás.

Al otro lado del vado aguarda una integración económica que privaría a los socios del euro de gran parte de su soberanía fiscal y presupuestaria, dos áreas intrínsecamente ligadas al funcionamiento democrático de los países de la UE.

La reincidencia de Atenas abre la vía para un control europeo de la política económica nacional

Desde el nacimiento de la moneda única se supo que ese trance acabaría por llegar. Pero a la espera de contar con la voluntad política necesaria para superarlo, los 17 países de la zona euro se han conformado con una vigilancia mutua basada en mecanismos de coordinación sin apenas fuerza legal.

La recaída de Grecia ha fulminado la escasa credibilidad de ese sistema. Hasta el punto de que el presidente del Consejo Europeo, Herman van Rompuy, se preguntaba la semana pasada: "¿Cómo es posible que se haya permanecido de brazos cruzados mientras algunos países acumulaban durante años un déficit del 10% o el 15% en su balanza de pagos?". Quizá porque salía gratis. Pero ahora se ha comprobado que los errores de la política económica de un socio pueden acabar pagándolo los contribuyentes del vecino.

El trasvase, hasta ahora, ha sido en forma de préstamos reembolsables (también a Portugal e Irlanda). Pero en el caso de Grecia, su abultada deuda (150% del PIB) y su falta de ingresos genera inquietud en socios como Alemania, Holanda o Finlandia, temerosos de encontrarse con una interminable factura, difícil de cobrar para más inri.

Esa perspectiva de un socio permanentemente unido al cordón umbilical de los Tesoros del resto va a obligar a la zona euro, con toda probabilidad, a establecer por primera vez una supervisión supranacional de carácter vinculante sobre las cuentas de los miembros de la Unión Monetaria. Al menos, como primer paso, sobre los socios incapaces de controlar por sí mismos su política macroeconómica. El acuerdo para el segundo rescate de Grecia, de hecho, ya anticipa esa injerencia comunitaria, con una estricta supervisión sobre áreas como la recaudación de impuestos, el plan de privatizaciones o la gestión de la sanidad.

El Gobierno de Yorgos Papandreu ha aceptado esa pérdida de soberanía tras un mes largo de forcejeo. Pero en el futuro, el propio Tratado de la UE podría otorgar de antemano a Bruselas la capacidad de intervenir en caso de una indisciplina fiscal reincidente como la de Grecia.

El presidente del Banco Central Europeo, Jean-Claude Trichet, ya hizo formalmente esa propuesta el pasado jueves en el discurso de agradecimiento por el Premio Carlomagno, que recibió en la ciudad alemana de Aquisgrán.

Trichet defendió la necesidad de que las autoridades de la zona euro "ejerzan una influencia mucho más fuerte y más decisiva en la elaboración de la política económica" de los países rescatados que no corrijan su derrape fiscal. El presidente del BCE, cuyo mandato expira el próximo 31 de octubre, considera que en esos casos de reincidencia deberá darse por superada "la dialéctica de vigilancia, las recomendaciones y las sanciones". Y optar en cambio por un esquema en que el Consejo Europeo, o sea, Bruselas, "adopte las decisiones que deben aplicarse en la economía afectada" y que "pueda vetar decisiones de política económica nacional", no solo en el área presupuestaria, sino también en relación con la competitividad (o sea, política laboral y formación de salarios).

La iniciativa de Trichet abre el camino hacia una centralización del poder económico en la zona euro comparable a la que ejerce el BCE en política monetaria. No en vano, el francés cree que "la Unión de mañana, o de pasado mañana", deberá contar con un superministro de Economía, con autoridad sobre los ministros nacionales.

Las ideas del presidente saliente del BCE hubieran sonado utópicas hace solo un año. Tras el segundo rescate de Grecia, sin embargo, parecen el único camino a seguir incluso para los economistas más escépticos sobre la viabilidad de la moneda única.

Uno de ellos, Martin Wolf, señalaba en el Financial Times, un día antes del discurso de Trichet, que "la zona euro, tal y como fue diseñada, ha fracasado. Ahora solo tiene dos opciones: avanzar hacia una unión más estrecha, o retroceder hacia una disolución, al menos parcial".

Las autoridades europeas parecen haber llegado a la misma conclusión. Y mañana mismo, cuando la Comisión Europea presente por primera vez las recomendaciones conjuntas sobre política presupuestaria y macroeconómica en el marco del llamado "semestre europeo", se apreciará que esa coordinación blanda ya no sirve. Falta por averiguar, sin embargo, si el electorado apoya el sacrificio de soberanía política que demanda una coordinación dura.

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