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Los efectos económicos del tsunami

El cristal roto de Japón

Un niño que juega al fútbol en la calle rompe el ventanal de una casa particular. El propietario de la vivienda se ve obligado a llamar al cristalero, el cual a su vez adquiere a su proveedor el cristal para reparar el ventanal dañado.

El cristalero y el proveedor reciben ingresos a cuenta de los ahorros del propietario de la vivienda; ingresos que suponen un incremento del PIB. Sin embargo, dice la paradoja, nada ha cambiado; el cristal está como antes, la mejora de la actividad económica es ficticia.

El terrible terremoto y el posterior tsunami japonés es una espeluznante versión aumentada del cristal roto. Y los efectos sobre la economía serán tan inciertos como la moraleja de la parábola. æpermil;sta, creada por Frédéric Bastiat en el siglo XIX, y citada con profusión por economistas de corte liberal-conservador tipo Xavier Sala i Martín, trata de demostrar la irrelevancia de los aumentos repentinos de la demanda, es un hecho que éstos, gusten o no, existen. Fue Keynes quien, en su teoría general, comentaba que enterrar fajos de billetes en el suelo y tapar el agujero generaría actividad económica por parte de la gente que excavaría en busca de dichos billetes. Una actividad no muy distinta, por otro lado, de la minería del oro.

La tercera economía del mundo ha afrontado un desastre humano sin precedentes, con un fuerte impacto económico. Si el día del terremoto algunos agoreros profesionales tipo Nouriel Roubini (demasiado devorado por su propio personaje) sostenían que el terremoto sería la puntilla para la deuda pública, lo cierto es que los bonos nipones cotizan más altos. Entre otras cosas, porque el Banco de Japón comprará más deuda. Y en el mercado de divisas Japón ha necesitado ayuda pero para que el yen no suba más por la retirada de posiciones de carry trade.

El terrible terremoto exigirá un esfuerzo de reconstrucción proporcional a la destrucción sufrida. En un mundo donde la economía se ha asomado al abismo por exceso de casi todo (de liquidez, de apetito por el riesgo, de capacidad productiva...), y que en consecuencia afronta en muchas áreas un proceso deflacionista, los efectos de un shock de demanda son inciertos. Aún más en un país donde se trabaja mucho, se ahorra demasiado y se consume más bien poco. Se ha destruido una gran cantidad de capital, habrá problemas durante meses en la cadena de suministro para innumerables industrias, y , lo peor de todo, se ha perdido capital humano. Pero con posterioridad habrá un rebote de la demanda. La destrucción se ha cifrado con series de cinco ceros, 165.000 millones de euros según el Banco Mundial. Un gran cristal roto que habrá que reparar. Harán falta impuestos para pagarlo, pero supondrá un estímulo a la producción.

Capítulo aparte merece el tema nuclear. Los costes asociados al accidente de Fukushima serán complicados de valorar aun cuando la planta esté bajo control. SG ha hecho un interesante de poner números al miedo. Aunque Occidente ha sacado a sus ciudadanos de Tokio, la metrópoli está más o menos al doble de kilómetros de Fukushima de la distancia que separa Chernóbil de Kiev. El radio de 30 kilómetros establecido por las autoridades (el mismo que el aplicado sobre Chernobil) supone alrededor del 20% de la superficie de la prefectura de Fukushima, que a su vez genera el 1,5% de la producción total de Japón. Como explica SG, perder el 0,3% (1,5% x 20%) del stock de capital nipón son nada menos que 7,4 billones de yenes (unos 65.000 millones de euros).

Algunas firmas de inversión, como Mizuho, prevén una recesión con toda proabilidad, y Morgan Stanley espera una contracción del PIB superior al 6% en el segundo trimestre. Otros expertos, como los de Barclays, no esperan caídas del PIB. La clave estará, seguramente, en el comportamiento de los consumidores y en lo que duren los cortes de electricidad.

La economía no acostumbra a verificar los argumentos lineales más que dentro de los modelos económicos. La realidad gusta de los vericuetos y los efectos secundarios inesperados. Uno de los efectos del 11-S fue la quiebra de Enron, pues la turbulencia financiera dejó al descubierto sus vergüenzas. Y el terremoto de Kobe en 1995 supuso el hundimiento de una centenaria y poderosa institución financiera... británica. El crash del Nikkei puso al descubierto las operaciones de Nick Lesson, el trader cuyas apuestas en derivados hicieron perder a Barings 1.300 millones de dólares y provocaron la quiebra de un banco con 233 años de historia.

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