La última lección de un académico antes de morir

Hay discursos que acaban con una ovación. A Randy Pausch, profesor de informática de la Universidad Carnegie Mellon en Pitsburg, la ovación le llegó antes de tomar la palabra. 'Dejad que me lo gane', pidió con una sonrisa a los 400 estudiantes y profesores que llenaban el auditorio a mediados de septiembre.

Pausch iba a impartir la última lección, un ejercicio teórico de algunas universidades de EE UU para que los profesores compartan su hipotética última enseñanza, lo que merecería la pena transmitir si fueran sus últimas palabras. Para Pausch, especialista en realidad virtual de 46 años, no fue una hipótesis. Un cáncer de páncreas pondrá fin a su vida en unos meses.

Pese al diagnóstico, Paush habló de las lecciones que ha recibido en la vida en un discurso lleno de humor e inspiración que ha dado la vuelta al mundo en internet.

'Mi padre me decía que si hay un elefante en la habitación hay que presentarlo', dijo. Con esta introducción empezó su disertación mostrando la prueba médica de su fatal enfermedad. Y en ese momento llegaba la primera lección. No se puede hacer nada, 'no podemos cambiar las cartas que nos han dado, solo podemos decidir cómo jugar con ellas'.

El joven profesor habló de la vida a través de la suya y de cómo había hecho realidad sus sueños y había aprendido a ayudar a otros a realizar los suyos. 'Algo que es incluso más divertido'.

Con la posibilidad de experimentar la falta de gravedad, uno de sus sueños, llegó su primera lección. No fue aceptado por la NASA para participar en un experimento. 'Mi primer revés'. Pero Pausch buscó una imaginativa vía para hacerlo y lo consiguió. 'Los muros contra los que chocamos están ahí por una razón. No para disuadirnos, sino para darnos la oportunidad de demostrar cuánto queremos algo. Los muros están para detener a quienes no quieren algo lo suficientemente'.

Pausch nunca jugó en la NFL (la liga de fútbol americano), otro sueño, pero recibió y compartió las lecciones que le dio un preparador que no usaba el balón en los entrenamientos aduciendo que durante el juego solo uno de los 22 jugadores lo estaría tocando y el resto debía tener una estrategia igualmente. 'Al final todo se reduce a los pilares. Hay que tener buenos fundamentos porque si no, lo demás no funciona'. El deporte le enseñó que cuando alguien hace algo mal y nadie le dice nada es una mala señal. Significa 'que han tirado la toalla con uno'.

El profesor recomendó dar tiempo a los semejantes y que a la hora de pasar el testigo se elija a quién con cuidado. 'Cuando uno ha tenido algo durante diez años y lo considera precioso, lo más difícil en el mundo es pasarlo a otro. Hay que buscar a alguien mejor que uno mismo para transmitir el proyecto o el objeto'. Pausch admitía en su discurso que triunfó profesionalmente muy joven. A quien le hacía esta observación con ironía y le preguntaba su secreto le respondía: 'Llámame el viernes a las diez de la noche a la oficina y te lo digo'. A su audiencia les recordó que 'la suerte llega cuando preparación y oportunidad coinciden' y que no se podía perder la ilusión infantil.

El profesor aseguraba que no se puede llegar lejos sin ayuda de profesores, amigos, entrenadores, jefes y padres. A éstos, les agradeció que le permitieran pintar y escribir ecuaciones en las paredes de su habitación. 'Dejen que sus hijos pinten en las paredes, no se preocupen por el valor de la casa'. Con su buen humor, dijo que su madre le presentaba diciendo: 'Es mi hijo, es doctor, pero no de los que ayudan a la gente'. Un aluvión de e-mails han llegado a diarios, televisiones y blogs que dieron a conocer el discurso de Pausch. 'Usted es el tipo de doctor que ayuda a la gente', se lee en muchos. Su lección acabó con un minuto y medio de ovación.